"Nada hay más allá de la esperanza, nada que pueda jurarse imposible ni maravilloso, desde que Zeus, padre de los Olímpicos, de un mediodía hizo la noche, ocultando la luz del sol brillante. Un doloroso temor agobió a la gente. A partir de ese oscurecimiento, todo es posible en el firmamento, se puede creer cualquier evento".
Hace casi 2.500 años, el 6 de abril del 648 a. C., Arquíloco, un poeta lírico griego de la isla de Paros conocido por componer poemas basados en sus emociones más profundas, se obnubiló ante un eclipse solar, como hicieron tantos antes e hicieron tantos después. Pocos, sin embargo, lograron encapsular en pocas palabras el estupor, el asombro, el temor y la revolución de los sentidos provocada por uno de los espectáculos más magníficos de la naturaleza. No por nada "eclipse" proviene del griego "ékleipsis", que significa «abandono», potente estado psicológico.
No importa dónde o cuándo sea, cada cita con este show astronómico único, en el que la Luna se interpone entre la Tierra y el Sol, nos impulsa por unos momentos a abandonar el epicentro de nuestras vidas para volcar la mirada al cielo y experimentar la trascendencia, volver a apreciar nuestro lugar en el sistema solar, en el cosmos.
Hoy, 2 de julio de 2019, millones de argentinos se maravillarán ante este evento que escapa a nuestro control. A las cinco de la tarde se producirá un eclipse total de Sol que cruzará diagonalmente Argentina, de oeste a este: pasará por San Juan, San Luis, Córdoba, Santa Fe y el Gran Buenos Aires, mientras que será parcial en gran parte del territorio nacional.
Los humanos hemos estado obsesionados con los eclipses solares durante siglos. Los pueblos antiguos veían en la repentina oscuridad los augurios de la fatalidad. En China, la gente creía que sucedían cuando un dragón del cielo devoraba el sol. Por eso, no bien arreciaba la penumbra tocaban tambores y lanzaban flechas para ahuyentarlo. En África occidental, algunas personas creían que se trataba de la lucha entre este astro y la Luna. En el 585 a. C., el impactante espectro de un eclipse solar total inspiró a dos ejércitos griegos en guerra a que dejaran sus espadas e hicieran las paces. Cristóbal Colón en 1504 lo usó a su favor: lo anunció como una muestra de la ira de dios para que en Jamaica los nativos lo siguieran proveyendo de alimentos.
Copérnico vio cuatro eclipses solares en su vida, que lo ayudaron a destronar a la Tierra del centro del universo. Aún así, para Shakespeare, un eclipse era una "mancha en el sol que no anunciaba nada bueno", mientras que el poeta John Milton comparó la misteriosa luz del sol eclipsado con el resplandor deslustrado de Lucifer. Hoy, la sombra permite a los científicos estudiar la corona del Sol y su campo magnético.
Despojado de su halo de portador de malos augurios, el fenómeno astronómico con los años engendró sus propios groupies: los cazadores de eclipses, quienes elevan silenciosas súplicas a las nubes para que se aparten y no arruinen el tan ansiado espectáculo mientras recorren en algunos casos miles de kilómetros para hundirse en la oscuridad del día. "Las dimensiones y las distancias de los cuerpos que intervienen aumentan la admiración, la curiosidad y la necesidad de «estar ahí» cuando los eclipses suceden", dice la astrónoma Georgina Coldwell, quien desde la Asociación Argentina de Astronomía aglutina en el sitio Totalidad.com.ar todas las actividades y charlas alrededor del fenómeno.
El 21 de agosto de 2017 un eclipse solar sacudió a Estados Unidos. La mayoría de las ciudades en el camino de la totalidad –es decir, la estrecha banda que traza la sombra de la Luna, de no más de 180 kilómetros en su punto más ancho– recibieron un alud de visitantes. En la provincia de San Juan esperan que suceda lo mismo en localidades como Bella Vista, Rodeo, Las Flores, San José de Jáchal, Villa Mercedes, El Fiscal, Huaco, Mogna, Villa San Agustín, Las Tumanas, Chucuma, Marayes y Caucete. "La capacidad hotelera desde julio del año pasado está casi colmada", afirma María Eugenia Varela, directora del Instituto de Ciencias Astronómicas de la Tierra y del Espacio (Conicet/Universidad Nacional de San Juan).
Para la astrónoma Beatriz García será el evento del año. "Se cumplen 100 años del eclipse histórico de 1919, durante el cual se verificaron las predicciones de la Teoría de la Relatividad General", dice esta investigadora del Instituto en Tecnologías de Detección y Astropartículas (CNEA/Conicet/UNSAM) en Mendoza.
Como advierte el escritor Bryan Brewer en su libro Eclipse: History. Science. Awe, parte de la mística de los eclipses solares totales es su rareza geográfica. El sol se eclipsa completamente en algún lugar de la Tierra cada 18 meses, pero solo a lo largo de una franja estrecha. Si bien el eclipse más largo hasta ahora registrado ocurrió sobre el océano Índico en 1955 y duró 7,08 minutos, un eclipse promedio dura poco menos de 180 segundos. Pero, como confiesan sus privilegiados testigos, permanece estampado en la memoria para toda la vida.