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Cuando se le presentó la oportunidad de viajar a la Argentina para hacer una pasantía en Manzi Publicidad, no lo dudó. Corría el año 1992, y esa coyuntura era exactamente la que necesitaba para la estrategia de desarrollo profesional que había planeado: conseguir los tres créditos que le faltaban y obtener su diploma en Business and Management en la American University de París.
Criada en diferentes ciudades del mundo, para Anne-Caroline Biancheri la vida se había convertido desde temprana edad en una aventura. Nacida en Marsella, a los cuatro años se mudó a París y luego en la Costa de Marfil, en África. Pasó luego dos años en Bélgica y tiempo después regresó a París para completar sus estudios universitarios.
“El vino corre por mis venas”
“Tuve una infancia enriquecedora que me ayudó a sentirme ciudadana del mundo. Pero en diferentes épocas también viví momentos difíciles. Era entonces una niña tímida que tenía que adaptarse siempre a nuevas situaciones y recrear su mundo en cada destino”.
Con el vino como parte de su ADN cultural y familiar, supo disfrutar del contacto con la tierra y los viñedos tanto en su tierra natal como en otras regiones del mundo. “Mi abuelo paterno, al igual que mi padre, tenían viñedos para su placer. Como francesa tengo una estrecha relación con el vino, es parte de nuestra cultura y raíces: la baguette, el queso y el vino corren por mis venas”.
“En Argentina me siento en casa”
Su padre, al frente de una empresa de transporte en París, tenía estrecho contacto con China, la India, Madagascar y la Isla de Mauricio. Además, había tenido un campo en Salta, entre Cafayate y la ciudad de Salta, cerca del Embalse de Cabra Corral. Fue a través del abogado que llevaba los asuntos legales de ese campo que Anne-Caroline pudo acceder a la pasantía en la agencia de publicidad y editorial Manzi.
“En argentina me sentí enseguida en casa. De todos modos, me costó mucho vivir en un lugar donde no hablaba perfectamente la lengua. Era muy difícil para mí no poder encontrar las palabras justas para expresar todo lo que sentía y pensaba”.
Luego de tres meses de pasantía, Carlos Manzi le ofreció un trabajo que aceptó. Volvió a Francia a pasar la Navidad en Francia y volví y en enero de 1993 se instaló en Buenos Aires para empezar en su nuevo puesto. “Descubrí el mundo de la edición en ese espacio. Sin embargo, luego de seis meses, entendí que mi concepción del trabajo era diferente de la que proponían en ese lugar. Así que dejé la empresa para crear ese mismo año, Caviar Bleu SA -futura Antucura SA-, mi propia editorial”.
“Tenía una vista espectacular de la Cordillera”
Tenía entonces 22 años y muchos sueños por cumplir. En esa época, el plan empresarial avanzaba y la francesa tuvo como nuevo objetivo comprar una finca en las afueras de Mendoza, para poder pasar los fines de semana allí con la familia que estaba formando. Fue clave en la elección del lugar el reconocido enólogo Michel Rolland, amigo de su padre y quien estaba desarrollando un proyecto en Mendoza.
“Cuando él venía a Argentina yo lo recibía y me hablaba del potencial de Vista Flores. Busqué hasta que encontré una propiedad de la cual me enamoré. Al inicio tenía muy poco viñedo, un parral de dos hectáreas, pero tenía una vista espectacular a la Cordillera de Los Andes”. En 1998, Anne-Caroline compró la propiedad que años más tarde se convertiría en Antucura y la bodega que, este 2023, celebra dos décadas haciendo vinos.
Entre 2000 y 2005, Anne-Carolina plantó 100 hectáreas con variedades tintas como Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot, Cabernet Franc, Sirah y Pinot Noir. “Michel me dijo que con la calidad de uva que teníamos era una pena no estar haciendo vinos. Ahí surgió la idea. Pero yo le dije que sabía tomar vinos, no hacerlos, así que debía ayudarme en esa aventura”.
Desde el comienzo y hasta la actualidad, los vinos se hicieron en el galpón de la finca, que se fue transformando en una bodega. Más tarde se amplió para sumar una sala de barricas, allí llegaban las visitas y los clientes que querían conocer el lugar.
“En realidad, el garage de la propiedad funcionaba como pequeña bodega. En ese momento no tenía lugar donde recibir a los clientes e importadores. Además necesitaba un espacio donde quedarme con mi familia cuando iba a la finca. Ahí surgió la idea del hotel, un hotel donde uno se pudiera sentir como en casa”.
“Amo este país”
Así nació Casa Antucura, una posada de lujo, con pocas habitaciones y un gran espacio común donde uno puede tener su intimidad pero también compartir con otros. El hotel se creó y empezó a funcionar en 2005. Hoy Antucura es reconocida por la calidad de sus vinos. “A mí me encanta el vino. Creo que el paladar, por más que uno no sepa demasiado de vinos, reconoce cuando un vino es bueno. Tengo muchos vinos preferidos, de diferentes países. Van variando según el momento, con quién lo comparto, el clima, la música. Varios vinos lindos acompañaron momentos importantes de mi vida”.
A pesar de las constantes crisis y dificultades por las que atraviesa el país, Anne-Caroline asegura que no viviría en Francia. “De forma definitiva, no. Mi lugar en el mundo es América del Sur y Argentina. Cuando llego a Ezeiza, a pesar de los cortes de ruta a veces por manifestación, siento mi corazón palpitar y que llegué a casa. Amo este país. Es maravilloso, rico en bellezas naturales, en clima y suelos. Además, los argentinos son personas cálidas y sumamente queribles. Cada día que piso el suelo de Antucura, me vuelvo a enamorar de esta tierra”.
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