Cuando los pies son el instrumento
Tomábamos clases de tap juntas y nos dimos cuenta de que necesitábamos zapatear más", arrancó diciendo Micaela Pierani Méndez. "Te estás yendo muy atrás", interrumpió Rosario Ruete. "Pero así nació Chakatá", sintetizó Bárbara Gurevich. "En ese momento el tap estaba asociado al teatro musical. Galera y bastón. Y nosotras no nos sentíamos identificadas. Queríamos encontrar un nuevo espacio. Improvisar", agregó Lucía Castro Sampayo.
En un ping-pong interrumpido por carcajadas, cuatro amigas explicaron el origen de Chakatá, quizás la única compañía argentina de tap que se mantiene activa. "Estábamos por hacer una presentación y no teníamos nombre. Jugando con onomatopeyas, surgió Chakatá. Pero en realidad no significa nada", cuentan. O quizás sí. Hoy esa palabra hallada un poco al azar es sinónimo de creatividad y emprendedurismo. Veamos por qué: no se definen como bailarinas de tap, sino como zapateadoras. La diferencia, según aprendí, está en que las primeras bailan al compás de la música y las segundas son la música. Las cuatro viven de las chapas. Pero además tocan el bajo, el piano, la batería. Hicieron percusión y clases de cajón. "Resulta que en todas las danzas folklóricas -malambo, irlandés o clogging-, el pie golpea contra el piso. Hay una rítmica en la celebración tradicional en la que el cuerpo percute sobre el suelo. Hace música. Por eso creemos que zapatear está en el ADN de todo el mundo", afirmaron. Seguramente eso explica el interés que fueron despertando las Chakatá en los últimos años, en los que alternaron clases con espectáculos experienciales que vale la pena repasar: Atemporal fue una obra creada para el Teatro Ciego, en la cual se buscaba, a partir de la oscuridad total, generar diferentes climas oníricos, apelando solamente al oído. Tap Sessions es un ciclo de improvisación rítmica que, hace cinco años, sucede en distintos puntos de la ciudad. En Amar. Temer. Partir, historias de mujeres eran narradas a través del zapateo. "Desde mi experiencia creo que el buen artista es el que sabe contar bien la historia. Mi trabajo no es conseguir que digan «qué maravilla, ¡cómo zapatea esa chica!», sino ser un instrumento más de la orquesta. Por supuesto que es lindo que lo aplaudan a uno. Pero eso es ego. Lo importante es jugar un rol en el equipo", explicó convencida Micaela. ¿Y cómo es el proceso de toma de decisiones en ese equipo?, le pregunté. "Todo por WhatsApp", bromeó. Y las demás agregaron: "Somos cuatro mujeres llevando adelante todo. Dirigimos, actuamos. La gente se sorprende. Hay cierto machismo todavía. No en el tap puntualmente, pero sí en el teatro o en la danza en general".
En una estructura sumamente horizontal, estas treintañeras buscan calar hondo con su arte: "Este año queremos salir de gira dentro y fuera del país. Pero nuestro verdadero sueño es vivir, bien, de Chakatá".
Hoy, sábado, se presentan en un seminario. "¡Se anotaron seis chilenos que viajaron especialmente!", dicen a coro. Con todo el entusiasmo del que tiene mucho camino por recorrer.