Cuando los barrios parecen fantasmas
Me llaman para limpiar la pileta de un barrio al que hace mucho que no voy.
Es un barrio elevado, una especie de castillo feudal. Antes limpiaba varias piletas con bastante frecuencia en ese lugar. Limpiaba la pileta de un piloto de aviones que luego le vendió la casa a un italiano, la de otro italiano (casado con una dominicana), la de un paraguayo rubio y altísimo, la de una familia tipo argentina (madre-padre-dos hijas-perro), la de un químico que nunca encontraba las dosis adecuadas de productos para que su pileta estuviera cristalina.
Pero fueron cayendo, mis clientes, uno por uno, hasta que ya no fui más al barrio. Así que hoy, que vuelvo, ya ni el de la garita me reconoce, y me pide los datos, los anota en su planilla, me mira con desconfianza: el ritual típico. No importa, piletero, uno tiene que trabajar y acá para eso está, para trabajar. Además yo también tengo al barrio bastante olvidado. O, al menos, sus callecitas no son lo que eran cuando venía antes: es como si una ola de descuido se hubiera abatido sobre ellas y a nadie le importara.
Espero que la pileta que me toca limpiar no esté igual de descuidada... Sin embargo, no son sólo las callecitas. Las casas también están así. Una de ellas, incluso, tiene la puerta entreabierta como si hubiera quedado así después de que sus habitantes huyeran.
De hecho, hay muy pocos autos en el barrio, es como si todos hubieran huido. ¿Pero a dónde? Y en todo caso: ¿para qué sigue el garita en la puerta de acceso, si ya no queda nadie?
La sensación de estar en un barrio fantasma crece cuando llego a la casa cuya pileta tengo que limpiar. El cliente es nuevo, sólo hablé por teléfono con él y, como no está, me dejó el pago debajo de una pila de azulejos que hay en la galería. Limpio la pileta tranquilo. Es grande y está bastante sucia. Mientras limpio, miro alrededor. De un lado, la casa de mi ex clienta de la familia tipo, con la pileta completamente verde. Del otro, una pileta climatizada que deben haber hecho en este último tiempo, porque no la recuerdo.
Al terminar la limpieza me acerco a la pileta climatizada y, como tampoco parece haber nadie en esa casa, entro. Me da curiosidad saber si el agua está caliente, o al menos tibia. Eso daría algún indicio de que la gente todavía vive en el lugar. Pero no: el agua está increíblemente fría. Es rarísimo, puesto que el agua, en esta época, tiende a calentarse. Mientras levanto mis cosas encuentro una posible explicación a todo esto: quizá no sea el barrio el que está cambiado, vacío, quizá sólo yo lo vea así. Pero todo se esfuma cuando veo a unos chicos jugando enfrente. Me acerco a ellos y los miro jugar. Usan un terreno del barrio donde todavía nadie construyó ninguna casa. Quizá ellos la construyan, cuando sean grandes. Y quizá se queden ahí, jugando, hasta que llegue el día en que ellos mismos empiecen a construirla.
Al salir del barrio el de la garita me pregunta:
-¿Todo bien?
-Todo perfecto- respondo.
Temas
Más leídas de Lifestyle
Con "oro blanco". Cómo preparar el batido de la juventud que aporta colágeno
Entre amigos y familiares. La exclusiva presentación del libro de Dora Sánchez sobre Horacio Rodríguez Larreta (padre)
Para incorporar. Vivió más de 100 años y se la consideró como la “gurú del magnesio”: sus claves para la longevidad