Cuando la exposición online es un mensaje contradictorio y peligroso
El principal uso que hacen los adolescentes de Internet son las redes sociales. Todos los chicos de 14 a 17 años tienen un perfil en alguna de ellas. Su vida social, la relación con los demás e incluso la construcción de su identidad se define hoy en el uso que hacen de Internet. Para ellos, las redes sociales son un espacio que sienten como propio, sin padres, con la autonomía de decidir a quién aceptan y a quién no. Por eso, a medida que sus padres ingresan en una red social, los chicos se van, eligen otra, buscan nuevos territorios exentos de adultos.
Con frecuencia, los adultos se preocupan por la información y las imágenes que los chicos suben a las redes. Les explican que las fotos personales pueden ser usadas de una manera no conveniente ni deseada por gente mal intencionada. Les advierten que nunca podemos estar seguros de quién está detrás de las pantallas y que una identidad en la Web puede encerrar a alguien muy diferente.
Sin embargo, cada vez más padres suben a su perfil fotos e informaciones de sus hijos. Se olvidan ellos mismos de las prevenciones que les hacen a los chicos respecto del uso responsable de Internet.
Cuando los padres comparten imágenes de sus hijos en la Web normalizan y naturalizan esta conducta. Los chicos reciben mensajes contradictorios: las advertencias sobre la privacidad para su perfil parece no regir para el perfil de sus padres. Es difícil -o imposible- pedirles a los chicos que no suban imágenes y datos personales si sus padres las suben a su perfil.
Internet ha transformado las nociones de lo público y lo privado. La intimidad se hace pública en las redes sociales. Solemos decir que los chicos no miden el alcance de la Web y piensan que sólo sus amigos ven lo que incluyen en su perfil.
Quizá sea momento de pensar en los padres y explicarles también a ellos que los chicos tienen derecho a su intimidad, a decidir qué quieren subir a la Web. Si decimos a los adolescentes que no pueden subir imágenes de otros -aunque sean sus amigos- sin pedir su autorización, debemos agregar que el mismo criterio rige para el perfil de los adultos: para subir la foto de su hijo, al menos deberán consultarle.
Además, antes de que suban una imagen a las redes, quizá sea el momento de empezar por los padres: explicarles que nunca sabemos quién está detrás de la pantalla y que lo que subimos a la Web es muy difícil de borrar.
Una premisa que vale tanto para los adolescentes como para sus padres.
Doctora en Comunicación, autora de Los chicos y las pantallas