Cuando el homeworking es enredo antes que solución
El estrés es una manifestación del organismo -de tipo indiferenciada- que produce síntomas tales como cansancio físico, falta de energía, dificultades de concentración, alteraciones del sueño y, en ocasiones, cierta depresión e irritabilidad para las relaciones interpersonales.
En otras épocas se denominó surmenage y ahora también se asocia con el síndrome de burnout (estar quemado) cuyos síntomas, similares, conducen al agotamiento emocional y surgen de la presión laboral, sobre todo, en profesiones que exigen relacionamiento con variadas personas.
Estos síntomas, si perduran, pueden manifestarse en enfermedades diversas. Por eso, las empresas tratan de prevenir las situaciones que perjudican a sus empleados. Analizan beneficios y métodos para minimizarlas y salvaguardar la salud de su personal.
Dentro de esos beneficios está el trabajo desde casa (homeworking), que permite no ir a la oficina algunos días y trabajar en casa. Pero parecería que a muchas personas eso no las favorece. Escucho a diario decir que "es imposible lograr dedicarse en el hogar a actividades referidas a su puesto laboral". Son fundamentalmente mujeres quienes sienten y dicen esto.
Los motivos suelen ser que sus hijos -viéndolas presentes- demandan su atención. Si es uno, hace "berrinches" que impiden concentrarse. Si son más, buscan peleas, en las que ellas intervienen, para evitarlas. Cuando se instala esa situación los niños pequeños impiden que la mamá pueda ejercer su labor.
¿Qué pasa con los que van a la escuela? Queda más espacio y tiempo para la mujer en cuestión, pero la falta de datos implica continuos llamados a la oficina para solicitarlos, el correo electrónico no basta para cumplir, en tiempo y calidad, el resultado buscado. Por otra parte, y esto ya no tiene diferencia de sexo, trabajar desde el hogar requiere una personalidad capaz de desentenderse de temas cotidianos y dedicar algunas horas al trabajo sin buscar motivos para distraerse. Y aquí está el punto.
El celular y las redes sociales, buscar un café, mirar algo en TV, recordar que el auto está sucio y "habría que lavarlo", el amigo que llama... son todas hermosas excusas para que el tiempo pase y la tarea no se haga. Por eso, depende de la personalidad.
Si le ofrecen trabajar desde su casa lo primero que debe hacer es reflexionar sobre sí mismo y analizar hasta qué punto está capacitado para dedicarse a sus funciones sin permitir interrupciones propias o de terceros. Sucede que muchas personas están manifestando síntomas de estrés porque no llegan a los resultados y se sienten presionadas con el tiempo y consigo mismas. Las sobrecargas de trabajo cuando se es responsable son estresores directos, reconocerlos ayuda a evitarlos.
La madurez emocional favorece la capacidad para hacer frente al estrés. Para lograrlo es necesario analizar, evaluar y encontrar los puntos que favorecen nuestro bienestar. Equilibrar nuestras responsabilidades laborales y personales es el principio de la salud mental, y las organizaciones necesitan de personas dispuestas al cumplimiento de los objetivos empresariales. Es difícil poner límites a los demás si no reconocemos los propios.
La autora es Lic. en psicología