En los últimos meses, el coronavirus llevó a gobiernos, empresas y personas en todo el mundo a tomar medidas sin precedentes. Millones empezaron a trabajar desde sus casas, en el marco de cuarentenas obligatorias, con comercios cerrados e industrias en pausa. Ningún costo fue demasiado grande para detener el virus.
Por décadas, los científicos han reclamado que a la crisis climática también se la tome en serio advirtiendo de los riesgos que traería no hacerlo. Pero, a pesar de numerosos acuerdos internacionales, las medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero todavía no han llegado.
La crisis climática no es un virus y no tiene un impacto repentino. Sus costos son lentos y constantes pero no menores, y en muchos casos incrementan las desigualdades existentes. Sin embargo, para los que no están en la primera línea, es algo que todavía se siente como un problema futuro.
Frenar la economía global para contrarrestar la proliferación del virus trajo imágenes de cielos limpios y ríos no contaminados en diferentes partes del mundo. De hecho, se espera que las emisiones contaminantes se reduzcan 5% este año gracias a las industrias que permanecieron cerradas por tantos meses.
Sin embargo, esta mejora en el ambiente no es verdadera. La contaminación se redujo solamente por la cuarentena obligada y no por una acción consciente tomada por todos nosotros para frenar la crisis climática; lo que significa que en 2021 podríamos estar en el mismo lugar que ahora.
Pero eso no tiene por qué ser así. La crisis del coronavirus puede ser el punto de partida para un cambio radical en la sociedad y en nuestra manera de actuar, que permita responder con acciones concretas a la crisis climática. Estamos todavía a tiempo de frenar sus peores efectos.
Es urgente desarrollar nuestras actividades en armonía con el planeta. Esa es la lección central que nos deja la crisis que trajo la pandemia. Las imágenes de cielos y aguas sin contaminación no tienen por qué ser solamente temporales, sino que deben ser nuestro objetivo permanente. Eso lo lograremos con mayor acción climática.
La contaminación se redujo solamente por la cuarentena obligada y no por una acción consciente tomada por todos nosotros para frenar la crisis climática ""
Tal como demostró el coronavirus, somos capaces de hacer cambios drásticos y sacrificios económicos para salvar vidas. Ese tipo de cambios es lo que requiere también la crisis climática para ser revertida, y es la dirección hacia donde debemos ir, repensando la manera en la que nos relacionamos con los recursos naturales.
A los países que hicieron detección temprana del coronavirus, asignaron rápidamente recursos médicos y emitieron medidas de distanciamiento social les fue mejor que a aquellos que respondieron con más lentitud. Corea del Sur, por ejemplo, se movió rápido para realizar testeos generalizados y sus casos se estabilizaron. Esa lección de preparación se aplica también a la crisis climática. Para ello, los países deben instrumentar políticas efectivas y nosotros reducir nuestra huella de carbono.
Sabemos lo que debe hacerse tanto para detener la propagación del coronavirus como para combatir el cambio climático. Pero muchos países que producen la mayor cantidad de gases de efecto invernadero todavía están esperando a que sea demasiado tarde.
Por Fermín Koop, periodista y docente. Cofundador de Claves21 y miembro regional de Earth Journalism Network. Especialista en Ambiente y cambio climático.
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