Un joven destinó ese monto a la divisa Rocket Bunny y al día siguiente comprobó que en la misma cuenta poseía 1,4 billones de dólares; pero la alegría no duró demasiado
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Todos los que invierten buscan ganar. Pero nadie imagina que la ganancia puede ser tan grande como la que obtuvo de un día para el otro Christopher Williamson. Este estadounidense de la ciudad de Manchester, en Georgia, invirtió el 15 de junio pasado unos 20 dólares en la criptomoneda Rocket Bunny. A la mañana siguiente se enteró de que su pequeña inversión se había multiplicado casi al infinito: ahora poseía 1,4 billones de dólares.
Asombrado con semejante cantidad de dinero de la que era poseedor, exactamente unos US$1.141.501.564.438, con 22 centavos, el joven, que ya soñaba con comprarse un “megayate con forma de pingüino”, quiso vender parte de su activo. Pero sus intentos fueron vanos, y cada vez que quería hacer algún movimiento financiero, el valor de su ganancia le aparecía diferente a la fortuna original.
Entonces, el joven estudiante de enfermería, que a esta altura dudaba de si debía sentirse multimillonario -billonario, en rigor- o no, decidió contactar a representantes de la plataforma Coinbase, que es la que se dedica a la compra y venta de criptomonedas y la que el mismo Williamson había utilizado para adquirir sus 20 dólares de Rocket Bunny. Y entonces recibió una noticia que no era la que esperaba.
“Voy a necesitar que alguien me explique qué diablos está pasando y que luego me escriba un cheque. Tengo un megayate con forma de pingüino que me está esperando”, escribió Williamson en un tuit, que publicó en su cuenta el miércoles 16 por la mañana.
Allí, el muchacho había hecho una captura de pantalla con el monto obtenido en su inversión, y también una respuesta de la compañía Coinbase, que le decía que estaba tratando de averiguar cuál era su situación.
Williamson, que hacía un tiempo venía invirtiendo en diferentes criptomonedas, contó lo que le había pasado esa mañana de la sorpresa a la cadena estadounidense Fox 5.
“Me desperté como a las 9 y revisé como siempre el teléfono a ver cómo estaban mis inversiones. Vi ese número y me dije: ‘No, estoy durmiendo todavía’. En ese momento me caí de la cama, literalmente, y corrí al escritorio y le hablé a un amigo para que me ayudara a vender la criptomoneda”, narró el joven.
Entonces fue cuando Williamson ingresó en la aplicación de Coinbase y, al intentar mover el monto a otra billetera virtual, el valor de su activo que le aparecía era siempre distinto. Entonces decidió comunicarse con la compañía, ya avisorando que había algo raro, y tomándoselo a la broma.
Error de visualización
“En ese momento es cuando digo: ‘Bueno, vamos a divertirnos con esto’, y ahí decido escribir el tuit”, añadió Williamson.
Y, efectivamente como él lo sospechaba, todo el asunto de su megafortuna había sido solamente una breve ilusión. La misma plataforma Coinbase se comunicó también a través de un tuit con el joven y le dio una noticia contundente.
“Lo sentimos, Christopher Williamson, es posible que el yate pingüino tenga que esperar. Nuestro equipo es consciente del error de visualización que provoca esta ilusión. Se está trabajando para solucionarlo”. El mensaje daba a entender también que ese valor no representaba la cotización real de la moneda.
Para peor, con la cuenta congelada y sin poder realizar ningún tipo de movimiento, Williamson exhibió en un nuevo tuit cómo, este último lunes, el monto que le mostraba la plataforma era de unos 173 billones de dólares.
Pero no era más que pura fantasía. El joven tendrá que seguir esperando que los representantes de la plataforma clarifiquen su caso.
Por supuesto, Williamson no quedó para nada conforme con la atención de la plataforma de compraventa de criptomonedas. “Coinbase me dio la espalda por completo y no responde a correos electrónicos o tuits, no me da actualizaciones sobre la situación y mi cuenta sigue fluctuando en precio”, dijo al medio estadounidense Newsweek.
El muchacho aclaró que su problema no era con Rocket Bunny y agregó: “Estoy haciendo todo lo posible por mantener el sentido del humor y conservar la cabeza erguida. Esta ha sido una situación desafiante“.
Billonario por unas horas, Williamson, que por ahora no podrá comprarse el yate con forma de pingüino, ya tiene una gran anécdota para narrar a sus familiares y amigos. Y también, una moraleja: “Lo que fácil viene, fácil se va”.
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