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La vio mientras esperaba parado en la vereda para cruzar. Corría desesperada por la avenida Cabildo en dirección a Federico Lacroze, en el barrio porteño de Belgrano, con el semáforo en verde y pasando entre los autos que la esquivaban. Sin pensarlo, dio un grito de alerta, alguien pudo retenerla y pronto tuvo a la perra, ahora segura, a su lado.
El corazón le latía acelerado. Quiso protegerla y la llevó al kiosco de Sergio, a pocos pasos de donde la había puesto a salvo y allí la acomodaron en una mantita y con agua fresca a disposición con la esperanza de que apareciera su tutor. La perrita estaba agotada y asustada. Llevaba puesto un collar negro, sin chapita. Pasaron las horas, pero no hubo novedades. Poco a poco, otros vecinos se acercaron para ayudar y desde entonces se armó una red de ayuda.
“No sabemos nada de su pasado”
“Lamentablemente, no sabemos nada de su pasado. Suponemos que ha sido muy cuidada porque entiende lo que es vivir adentro, hace sus necesidades afuera, camina con correa sin tirar y obedece cuando se le indica que se detenga o que siga caminando. Se nota que ha sido educada y se adaptó sorprendentemente en poco tiempo a sus nuevas rutinas. No está acostumbrada a viajar en auto, pero pudo hacerlo sin inconveniente un día que hubo que trasladarla”, explica Marina, una de las vecinas que se involucró en el caso.
Los primeros días estuvo muy triste, no quiso comer ni moverse. Conmovida, Pía, una vecinita del barrio que paseaba con su mamá, le llevó una mantita de regalo y desde entonces pasa con frecuencia a verla. Inicialmente la perrita durmió en la casa de Sergio, que fue su primer lazo de apego.
Cuando le tocó visitar al veterinario, los vecinos pudieron saber que se trata de una perra joven, que no tiene más de un año y medio. Su tamaño es mediano, pesa alrededor de 23 kilos y su estado de salud es óptimo. “Es buenísima, dócil, inteligente, cariñosa y agradecida. Se lleva muy bien con otros perros”.
“Reconoció el ruido de la cuchara en la olla”
Los vecinos armaron un chat para organizar las tareas y ayudar a la perrita: Juan Pablo (paseador) la lleva a dormir a su casa todas las noches y allí convive con otros perros. Por la mañana la deja en el kiosco de Sergio, donde pasa toda la tarde acompañada. Fabián, que tiene un puesto de panchos al lado, la mima y premia a cada rato.
También recibe visitas de vecinos que se han conmovido con su historia. Marina pasa a buscarla para darle paseos y Mariela se ocupa de prepararle riquísimas viandas para mezclar con el alimento balanceado, ya que no está acostumbrada a comerlo solo. Un dato importante: la perrita reconoció el ruido de la cuchara en la olla cuando se le cocinaba. De su pipeta se ocupó Laura y entre todos difundieron su historia en las redes sociales.
“Buscamos a su familia”
“Nos sorprende que no haya aparecido nadie preguntando por ella en el barrio. Horas antes de haberla encontrado, habíamos visto un alerta de una mujer que había perdido a su perra. Pero desde ese 9 de abril, nunca nos han contactado. Creemos que vivía con alguna persona mayor por la suavidad y delicadeza que tiene la perrita, por lo bien que se porta y porque la hemos publicado en las redes sociales y no tuvimos respuesta (lo que nos hace pensar que es de alguien que no tiene acceso a ellas). Lo cierto es que son sólo conjeturas porque no tenemos datos concretos”.
Pero los vecinos no están dispuestos a bajar los brazos. No solo han publicado su foto en redes sociales, sino que también han pegado carteles y comentado el caso en locales de la zona.
El hecho de estar en el kiosco durante el día y caminar por el barrio con sus paseos es otra forma que los vecinos encontraron para dar visibilidad y propiciar el reencuentro. “Pedimos por favor que se difunda su foto y que pasen nuestros contactos (113-186-1802 / 115-331- 0280) para poder dar con su familia. Buscamos a sus tutores. De no aparecer, la pondremos en adopción para que tenga finalmente el hogar que ella merece”.
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