Cosplay, el viaje a un mundo de fantasía
Ana Bertola no sólo les pone el cuerpo a personajes de cómic, videojuegos y animé, también diseña trajes que se lucen en ferias internacionales, en la serie 2091 y en el live action que protagonizarán los héroes de Capitán Barato
A mano. Su primer traje lo cosió todo a mano, pinchándose uno que otro dedo. No se animó a pedirle la máquina a su mamá. No sabe por qué no lo hizo. Tenía 14, 15 años. Antes de eso, sólo había rellenado algunos peluches. Por días imaginó y bocetó cada una de las prendas de Miaka Yuki. Era un desafío: transformarse en la protagonista de Fushigi Yuugi para el encuentro en el teatro Empire, donde iban a emitir los capítulos finales del clásico animé. Esa tarde, en el barrio de Congreso, Ana Bertola debutó como cosplayer y le gustó.
“No era muy bueno –admite hoy con 30 años y cierto pudor por el traje que usó–. En ese entonces contaba con menos conocimientos de materiales y confección. Además, el cosplay nacional no estaba tan desarrollado como ahora.” Pasaron quince años de aquellas tardes en el que los fanáticos del manga y animé se reunían en el Empire a compartir su pasión. “Al comienzo iba con mis hermanos [es la segunda de cuatro], después seguí mi camino. Hice amigos y descubrí un mundo.”
Un mundo que puede resultar extraño para muchos. “El que no lo conoce lo ve así. Nos ve como gente rara, gente que se disfraza. En realidad no entienden de qué se trata”, reflexiona. Tímida, lo fue siempre y mucho más antes de descubrir este universo que tuvo sus inicios a comienzos de la década del 70 en Japón. En las calles de Odaiba se realizaba una feria de mangas organizada por editoriales chicas y dibujantes amateurs. Como bien explica Dr. Doom en revistacosplay.com, era una forma de llegar a los lectores y promocionar sus productos. Por esa misma época, en los Estados Unidos se dieron los primeros pasos de lo que más tarde se conocería como la Comic-Con, la gran feria dedicada al mundo del cómic.
“En Comic-Con nacieron los primeros desfiles de Cosplay llamados Mascaradas”, cuenta Dr. Doom. Según algunos historiadores, el primer registro de Cosplay fue en la década del 30, en los Estados Unidos, en una convención de ciencia ficción. Allí una pareja se animó y se vistió para la ocasión como los personajes de la película Things to Come, un clásico del género con guión de H. G. Wells.
Para Ana, no sólo se trata de ponerse un traje, sino de explorar los diferentes caminos que comenzaron a florecer ante ella. “Pienso, diseño y coso cada una de las prendas. Poco a poco me animé a participar en concursos, a desfilar, a actuar, a posar para las fotos componiendo el personaje. Me gusta mucho cuando en las competencias tenés la posibilidad de armar una puesta en escena, una perfomance”, cuenta la finalista de la Yamato Cosplay Cup en Brasil, en la que se presentó como Rue, del animé de Princess Tutu.
Sin proponérselo, ganó seguidores, y sus ya más de cien trajes, un sinfín de elogios. Pronto comenzó a coser para otros y a repensar su futuro, el mismo que una vez abrazó e imaginó como médica. Fueron tres los años en los que caminó los pasillos del Instituto de Medicina del Hospital Italiano. Estaba segura de que ése era su futuro. Se inició en el CBC de la UBA hasta pasarse al instituto de la calle Potosí. Todo marchaba según lo previsto, lo imaginado desde su temprana niñez, pero sus trajes pedían más de ella. La máquina de coser de su mamá no daba respiro. En el camino conoció a gente que hacía teatro y cine, y comenzó a diseñar para distintas obras del circuito off y para algunos cortos que sus amigos, incluido su novio, filmaban. En silencio libraba una batalla entre su amor por la medicina y una pasión que ya no era tan nueva. “En el recorrido por el hospital, durante algunas prácticas empecé a sentir que eso no era lo mío, pero seguía, porque era lo que me había propuesto toda mi vida. Hasta que una mañana me levanté y dije basta. Dejé medicina y me dediqué por completo al diseño, al vestuario.”
El relato sorprende. Ana lo cuenta como si aquella decisión no hubiese estado predestinada e intenta descubrir si fue así. Descarta la idea una y otra vez, y casi sin sospechar que el camino estaba marcado confiesa: “Mi mamá es profesora de corte y confección y de accesorios de la moda –intenta explicar, sin estar del todo convencida, por dónde pudo haber surgido esta faceta que nada tiene que ver con la de la medicina–. Ella me enseñó varias cosas, otras las aprendí mirando Utilísima. Lo básico fue por ahí.”
En el taller que tiene en su casa, la misma en la que creció y comparte con sus padres, las telas se apilan. Se acumulan retazos e imágenes de personajes de películas, de videojuegos, de cómics y de animés. Tres son las máquinas de coser que asoman. Un poco más oculta se deja ver una a pedal, una vieja máquina que cobra protagonismo con cada corte de luz, esos que ya se hicieron costumbre en la ciudad de Buenos Aires y que no conoce de urgencias y necesidades. Escrito en un papel y pegado a la pared aparece Sugar Ink, el nombre con el bautizó a su propia marca de ropa y que está inspirada en la cultura pop y geek.
“El hobby se transformó en una forma de vida, en un trabajo. Mi amor por el cosplay devino pasión por los vestuarios.” Ello la llevó a estudiar diseño de indumentaria en la UADE. “Me quedan tres materias y tengo tan poco tiempo –simula la falta de aire–. Intento hacerlo todo, a diferencia de muchos compañeros que diseñan y que mandan a hacer las prendas. Me gusta esa adrenalina de diseñar, de buscar las telas, de cortarlas, de coserlas.”
La pasión la llevó a trabajar al lado de Ana María Urrea en el diseño de 2091, la futurista y ambiciosa serie de Fox (este año se realizará la segunda temporada), que se filmó en diferentes locaciones de Colombia y que protagonizan Benjamín Vicuña, Angie Cepeda, Luz Cipriota y Ludovico di Santo. “Me convocaron porque estaban buscando a alguien que supiera de trajes no convencionales, así que imaginé, compartí ideas, me dejé llevar por esta historia de ciencia ficción. Fue un aprendizaje intensivo. Había hecho algunas cosas para el teatro y para algunos cortos, pero nunca antes para la televisión y menos para una producción de este nivel.”
En Once, el barrio que no es barrio y se jacta de ser el más cosmopolita de Buenos Aires, Ana se mueve como si tuviera incrustado en su cabeza un GPS. No hay rincón que no conozca y rollo de tela que no roce con sus dedos sin siquiera hacerlo tambalear de las mesas altas. Sinfín de colores, carpetas de modelos, hilos, tijeras se suceden vidriera tras vidriera. A primera vista, ella no parece ser la chica que sepa regatear, pero ver en acción a esta rubia menudita quita toda duda. Ella sabe cómo pelear el precio de cada retazo. “Es parte de la ceremonia –bromea–, un aprendizaje que te lo da el tiempo, después de mirar, escuchar y darte muchos golpes, como pagar de más o que las medidas sean las equivocadas. Conozco bastante bien este mundo, ya sé dónde buscar y conseguir lo que realmente necesito.”
La clave también está en pensar el traje según la época del año “por el tipo de tela que se requiere. El de Queen Amidala [el personaje de Natalie Portman en Star Wars] lo comencé a armar en verano. No fue lo ideal: sobre la marcha tuve que reemplazar ciertas telas por otras, me tuve que conformar con plush en vez de terciopelo y para colmo tuve que teñirla. Fue complicado, pero dio buenos resultados.” Su Queen Amidala fue aplaudida en cada presentación y admirada por los fanáticos de la saga. Tal fue el reconocimiento que la mismísima Rebel Legion, organización internacional sin fines de lucro de fans de Star Wars creada por y para la gente interesada en recrear los trajes de los personajes de la saga, le dieron el visto bueno y la sumaron al equipo.
Por e-mail, Facebook, Instagram y Twitter le llegan consultas de amantes del cosplay de distintas partes del mundo. Algunos le piden consejos, otros quieren lucir los trajes que ella diseña, le hacen pedidos bastante específicos. “Me mantengo informada. Me gusta saber de animé, de cómics, de series, de videosjuegos. Lo primero que les pido para hacer el traje es que me manden la imagen del personaje en cuestión. Es muy diferente trabajar sobre una caracterización de una serie o de una película, que la de un cómic, un dibujo o un videojuego, porque ahí uno tiene que imaginar qué tipo de tela es la que usa el personaje. Muchas veces me piden cosas que son muy complicadas porque las piensan de una manera, y la clave está en adaptarla para el uso. Hay que pensar en las texturas, si el traje es sólo para fotos o para una convención. Si lo van a actuar o sólo lucir. Todo es importante, porque de eso depende el diseño del vestuario y los accesorios.”
Movilidad máxima es uno de los pilares para todo aquel que hace cosplay. “Necesitás que sea cómodo, que puedas moverte. Uno de los errores más frecuentes es pensar sólo en el diseño y no en su uso –asegura Bertola–, ponerte el traje tiene que ser lo más sencillo posible, también quitártelo.”
Tras varias presentaciones, Ana ya está entrenada para enfrentar situaciones variadas, como el cambio de ropa en diminutos baños o en pocos minutos para volver a escena. “Intento no usar tantas armaduras –confiesa entre risas–, o por lo menos los hago de un material más amigable como goma eva o cartapesta para caminar o ir al baño. Si te dan los números, podés aspirar a materiales como la fibra de vidrio o el Worbla [termoplástico].”
El maquillaje es otra de las piezas claves en la composición. “Pura experimentación. Prueba y error. Con la ayuda de algunos amigos que saben del tema, más algún que otro tutorial en YouTube, me animé y me maquillo sola”, confiesa Ana, que también demuestra sus capacidades en el estilismo. Frente al espejo y con una imagen del personaje a interpretar da los toques necesarios. Base, delineador de ojos, máscara de pestaña, lápiz labial y, para el final, lentes de contacto y peluca.
DECIR NO ES NO
De casa sale maquillada y con una valija con rueditas donde lleva la indumentaria para cambiarse apenas llega al lugar. Otras veces no le queda otra que subirse al taxi lookeada y con suerte no soportar la intensa mirada que se refleja desde el espejito retrovisor, o la sonrisa burlona cuando le preguntan por la fiesta de disfraces.
También están aquellos que alimentan alguna que otra fantasía cuando ven a las chicas con la ropa de los personajes. En diferentes encuentros en el mundo, incluida la Comic Con de Argentina, se lleva adelante la campaña Cosplay is not consent [hacer cosplay no significa decir que sí], en la que destaca que debajo del traje existe una persona que no tiene como objetivo cumplir las fantasías de otros. “Algunos ven al personaje y se olvidan de que uno es una persona vestida como tal. Tuve una mala experiencia, pero fue hace más de cinco años –asegura–. En las charlas y paneles tratamos de promover el respeto y el público, en general, responde bien. Me parece que se dan algunas situaciones con gente que no suele estar acostumbrada o no entiende de qué se trata el cosplay.”
En cada presentación Ana intenta lucirse en la piel de diferentes personajes para el deleite de sus fans. “Al principio me resultaba extraño que se acercaran, que pidieran sacarse fotos conmigo –confiesa–. Pero poco a poco comencé a disfrutarlo porque conocí a gente maravillosa. Están quienes se acercan por el personaje y se fascinan por los detalles; y están aquellos que siguen mi trabajo. Es muy intenso lo que se genera, es una ída y vuelta enriquecedor. Lo disfruto muchísimo.”
Varios son los reconocimientos que alcanzó en estos años, en el Animefriends 2016 se consagró como Lady Mormont [Game of Thrones], un personaje que en la última temporada de la serie ganó un sinfín de ganadores. Pero el recuerdo de haber logrado el premio mayor en la primera edición de la Comic Con en Argentina, que se realizó en 2014, aún la moviliza. “Fue con Bella, el personaje animado de La bella y la bestia, de Disney –recuerda–. En este tipo de concursos no sólo se trata de mostrar el traje, sino de ofrecer una perfomance donde la música [muchas de las canciones las escribe ella] y la escena cobren importancia.”
En marzo próximo, la editorial Capitán Barato, especializada en historietas, rodará su primera serie live action y Ana ya está trabajando en el diseño que tendrá como protagonistas a sus héroes autóctonos. “El desafío es enorme, pero es lo que me apasiona.”