Cortázar y la Maga aún se buscan por las calles de París
Para los miles de argentinos que pasan por la ciudad, Rayuela, que pasado mañana cumplirá 50 años, sigue siendo una referencia ineludible
PARÍS.- A veces, cuando mira por su ventana, María Marta Ibáñez piensa: "Es la misma vista que tenía Cortázar...".
Al igual que el escritor a principios de los años cincuenta, la rosarina, doctora en biología, desembarcó hace diez meses en la Casa Argentina, en la ciudad universitaria de París. Acompaña a su novio, que tiene un contrato de trabajo por dos años. Alquilan un cuarto.
En la casa conoció a algunos residentes que comparten su gusto por Cortázar. Todos decidieron al llegar releer Rayuela . Encontrar aquellas calles evocadas y por las que ahora todos ellos también transitan a diario. Pasear por el Pont des Arts e imaginar a Horacio y a la Maga. "El Pont des Arts es Rayuela ", dice María Marta. Como el parque Montsouris (frente a la ciudad universitaria), la Rue des Lombards (que reúne los clubes de jazz), los jardines de Luxemburgo, el Barrio Latino, los bares Boul'Mich y Old Navy, el Quai de Jemmapes (que bordea el canal Saint-Martin), o las boutiques que venden peces, animales y plantas frente al Sena sobre el Quai de la Mégisserie.
Por todos esos lugares pasó María Marta. Y sacó fotos. Más de cien. Llevó la cámara en la mochila durante varias semanas. La rosarina pasea por la ciudad pensando en Rayuela . Dice que desde que vive en París entiende mejor algunos fragmentos de la obra, sobre todo las partes en francés. "Antes, algo me estaba perdiendo", admite.
Hoy convertido en un clásico de la literatura mundial del siglo XX, Rayuela , una novela revolucionaria por su estructura, que permite numerosas formas de lectura, cumplirá pasado mañana medio siglo. Julio Cortázar tenía casi 50 años cuando el libro se editó por primera vez, el 3 de junio de 1963.
En alguna entrevista el autor confesó que de no haber escrito esta historia, se hubiera probablemente arrojado a las aguas del Sena. Rayuela fue para Cortázar una búsqueda personal. Similar a la de muchos que pasan por París. Para algunos, es la historia idealista de un París del pasado, del jazz. De un París que ya no está. Para otros, releer la obra estando aquí permite nuevos paralelismos.
Homenajes
Incluso, y como parte de los homenajes en la capital francesa, donde entre otras actividades se destaca una exposición dedicada a Rayuela , el instituto Cervantes de París acaba de publicar una Ruta Cervantes de Cortázar. Y el año que viene planea lanzar una segunda ruta dedicada al París de Cortázar.
Laura Gentilezza llegó a París hace un año y medio. Vino a hacer un doctorado en literatura argentina. En Buenos Aires trabajó durante algunos años como profesora de secundaria. Les leía Rayuela a sus alumnos. Estando acá volvió a leer algunos fragmentos. Como uno del capítulo dos que evoca la incomprensión de las situaciones cuando no se conoce bien la lengua, cuando el idioma todavía no ha dejado de ser un ruido. "Si hay que saludar a la empleada, si hay que sonreír, si en ese momento algo va a pasar", enumera Laura. A su llegada lo vivió en carne propia.
Laura dice que siempre que está caminando por la calle piensa en Rayuela . A veces va a propósito hasta algún lugar, como el Pont des Arts, para "pasear y acordarse de la historia, porque ahí empieza todo". Otras veces, es la historia la que la sorprende, como aquella vez cuando pasó de casualidad por la Rue du Cherche Midi y se acordó de que Cortázar la nombraba.
"Me imagino que su vida fue parecida a la que nosotros vivimos aquí. Quienes piensan que Rayuela es una novela surrealista es porque no conocen la Casa Argentina: es París pero no es, porque está lleno de argentinos", bromea Laura ante LA NACION.
María Marta, la bióloga, todavía no sabe qué pasará con todas las fotos que sacó. El proyecto es que sean parte de una exposición, pero no hay nada confirmado.
Mientras, en la Casa Argentina todos toman mate y discuten de política. Por suerte para ellos, a diferencia de los años parisinos de Cortázar, el kilo de yerba ya no cuesta 500 francos (76 euros) y no se vende sólo en una droguería de la estación Saint-Lazare.