"El disparo que me dio mi ex en la pierna me arruinó la vida. Ya pasaron casi siete años y soporté sesenta y cinco operaciones. A fin de marzo me tenían que practicar la número 66 para fijarme el pie porque a veces me caigo, y también cerrarme los injertos de piel. Todavía corro el riesgo de que me la amputen. Pero con el Coronavirus circulando es demasiado peligroso y postergaron la intervención sin fecha. No es todo, por el tema de la pandemia, está inmovilizada la causa en la justicia. Me siento desamparada". Este es el desgarrador testimonio de Romina Meneghini (38) -ex promotora de eventos y modelo publicitaria- que el 15 de octubre de 2013 protagonizó el día más terrorífico de su vida. Ese día, el corredor de Turismo Carretera Esteban Piccinin (44), por entonces su marido, con quien se había casado tres años antes, la recibió en la casa del oeste del conurbano que compartían antes de separarse con un tiro de escopeta calibre 16 de doble caño. El proyectil dio de lleno en el muslo de la pierna izquierda de Romina y le provocó fractura de fémur y una herida gravísima de 17 centímetros "que puso su vida en riesgo, con secuela de debilitamiento permanente de miembro y función, representado por lesiones vasculares, nerviosas, articulares y óseas", de acuerdo con los informes médicos.
"Pensé que no tenía más la pierna, que me la había arrancado, que me moría"
Romina toma su bastón, herramienta hoy imprescindible para desplazarse sin riesgos, y antes de la cuarentena, invita a sentarse en uno de los sillones del living de su casa de Villa Bonich, y dice: "Recuerdo que atiné a tocarme como un reflejo para sentir qué me había hecho. Y mi mano pasó para el otro lado porque tenía un agujero de donde no paraba de salir sangre. Pensé que no tenía más la pierna, que me la había arrancado, que me moría, y sentí terror de que me dejara así, abandonada. Fue un milagro que me llevara al Hospital Posadas. Como llegué en estado de conciencia pude contarles a los médicos lo que me había hecho. Porque él, primero adujo que estaba limpiando el arma y se le disparó, y luego, ya asesorado, argumentó que supuso que ingresaron ladrones y por eso tiró. No tuvo ni valentía para hacerse cargo, lo que lo define como poco hombre. Lo peor de todo es que en 2014 mi ex fue condenado a cinco años y medio de prisión –el fiscal Sergio Dileo había pedido nueve- por el delito de ‘tenencia no autorizada de arma de guerra y lesiones graves calificadas por el vínculo y por el uso de arma de fuego’, pero nunca fue a prisión porque su abogado vive apelando".
La abogada de Meneghini, la reconocida doctora Raquel Hermida Leyenda, explica: "En ese tiempo no estaba vigente desde el punto de vista jurisprudencial la perspectiva de género, ni tampoco bien difundida la Ley de protección integral de la mujer. De haber sido así, la condena debería haber sido mayor. No es todo, la llegada que tiene Luis Rapazzo –abogado de Piccinin- a la ‘familia judicial’ de Morón resultó decisiva para que la sentencia resultara leve y para que no esté preso".
Una relación entre odios
La relación entre Romina Meneghini y Esteban Piccinin tuvo su comienzo allá por 2010. Había cierto conocimiento entre ambos porque él era piloto de TC y ella promotora en las carreras. Él se mostraba enamorado. En una oportunidad Esteban había viajado a San Juan para una competencia, y una vez allí, la llamó y le rogó que fuera a acompañarlo. Romina no comprendía el porqué de tanta ansiedad por verla, y cuando arribó, él le pidió casamiento sollozando. "Lo tomé como una muestra de amor, creí que me quería, me redactaba canciones, cartas apasionadas, me despertaba con una rosa en mi cama.
A los tres meses tuvimos nuestra boda en el Autódromo, todo fascinante. Pero al otro día empezó el desastre: no quiso que trabajara más, que saliera sola, siempre quería acompañarme. Abrió un local de fiestas para que yo lo atendiera pero siempre estaba él presente. Controlaba cómo me vestía, sus celos aumentaban a cada instante y nuestras discusiones duraban todo el día. Y siempre yo terminaba pidiéndole perdón. Era violento, capaz de zapatear sobre el capot de mi auto, amenazar con dispararse en la cabeza, lastimarse con un vidrio… Si hasta me dejaba encerrada. Después pedía perdón, así fueron los tres años de casados. Hasta que me animé, dije basta y me fui. Mi grave error fue regresar a buscar cosas que me pertenecían. Me recibió a escopetazos…
Ni olvido ni perdón
Romina cuenta, mientras se acaricia sus brazos, que aquel trágico día ingresó a la casa que supieron compartir en Virrey Liniers 657, Morón, y Esteban Piccinin apareció como un fantasma apuntándole a la cabeza e insultándola: "Está cargada, hija de p… Tomá", repetía con los ojos inyectados en sangre.
Desde el círculo íntimo del corredor se hicieron correr rumores para desacreditarla, tales como: "Él padecía violencia psicológica; ella lo amenazó con matarse". A Romina hasta le da cierto pudor relatar dicha versión. Para colmo, la única cobertura médica que tuvo y continúa teniendo la víctima es la que le proporcionaba su esposo, cuya familia es propietaria de la clínica Constituyentes de Morón, donde siempre fue atendida y operada, no porque quisiera, sino porque no le quedaba otra opción, sufriendo cada internación porque allí se cruzaba con familiares de su ex, quienes en lugar de proporcionarle confianza, le provocaban pánico.
Lo cierto es que el victimario Esteban Piccinin viene escapándole a los barrotes desde su sentencia. Primero apeló ante el Tribunal de Casación, luego fue el turno de la Suprema Corte bonaerense. Y hasta presentó un recurso de queja en la Corte Suprema de Justicia, tema que debe tratar la Vocalía 9 a cargo de Elena Highton de Nolasco, quien solicitó el expediente a la justicia de Morón, que hasta la actualidad no se lo remitió, ignorando su pedido. Romina y su abogada, Raquel Hermida Leyenda quieren presentarse allí con un grupo de activistas fervorosas feministas para mostrarles en qué estado tiene su pierna.
Entre lágrimas, Romina finaliza su relato: "Además de las 65 operaciones padecí dos paros cardíacos, mi presente y futuro como modelo quedó trunco, perdí mi trabajo, me muevo con dificultad con bastón, me caigo porque en ese pie no tengo sensibilidad, corro el riesgo de que me amputen porque de tantas intervenciones sufro infecciones permanentes. Y ahora con esto del Coronavirus tengo terror de no poder continuar con mi recuperación. Mientras tanto mi ex, se pasea muy sonriente como si nada hubiese pasado. Me siento una de las tantas mujeres víctimas de la violencia machista y de la justicia argentina. Hay días que me pongo a llorar desconsolada, no puedo parar, y pienso: ‘¿nadie con poder para hacer algo y ponerlo preso me va a ayudar?".
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