A pocos kilómetros de la capital de Salta, la arquitecta Virginia Durand hizo este proyecto para un matrimonio con felices 50 años de casados, mayormente vividos en el interior de esa provincia. Hoy, instalados más cerca de la ciudad, se sienten exactamente como querían: en medio del campo.
"Este es uno de los proyectos más lindos que me tocó hacer desde lo afectivo. Mis clientes son una pareja absolutamente entrañable, gente de espíritu alegre, con una experiencia de vida muy rica, que ya en sus setenta y largos decidieron acercarse a la capital para estar cerca de sus hijos y nietos", nos cuenta la arquitecta Virginia Durand, que acordó con ellos una vivienda práctica, de una sola planta, cómoda, con pasillos anchos y pocos ambientes, pero que pudiera cobijar los muebles y objetos (qué chicas quedan esas palabras cuando las cosas en cuestión están cargadas de afecto y de tiempo) que armaron su historia, llena de lo mejor del legado salteño y jalonada por el recuerdo de cada una de las etapas que marcó su convivencia y su historia familiar.
"El pedido primordial fue sentirse como en el campo, que es donde transcurrió la mayor parte de su vida juntos. Y eligieron vivir en San Lorenzo y no en plena ciudad de Salta porque les resulta agobiante el tránsito cada vez más congestionado, el barullo, el calor en verano", nos explica. "Así que les propuse una casa de arquitectura tradicional, de lenguaje rústico de campo con doble muro de ladrillo, techos de teja y galerías generosas, que les permiten disfrutar cada día de horizontes amplios".
"La modernidad está en las carpinterías exteriores de PVC color madera, y las interiores de tipo tablero en cedro. Tienen doble vidrio, lo que asegura ahorro de energía y una temperatura equilibrada".
"Esta chimenea de mármol estaba en el hogar natal del dueño, y acompañó a la pareja en cada lugar donde vivieron. Traerla hasta acá no fue un inconveniente; más bien una alegría. El hilo del tiempo no se corta: cambian las casas, no cambian las cosas".
En el comedor, una obra de arte fenomenal: "La carpa del Ciego Nicolás", del pintor salteño José Casto. Las carpas se montaban durante el Carnaval y allí se bailaba y festejaba sin respiro durante tres días seguidos. La del Ciego Nicolás se levantaba, aproximadamente entre los años 50 y 70, muy cerca de esta casa, y hay vecinos que no solo la recuerdan, sino que también la visitaron.
El living continúa sin interrupciones hacia el comedor. Ambos espacios dan a la galería corrida, que desde la altura ofrece una vista fabulosa. Lejos de todo pero cerca, lo que reina ahí es el fresco, el silencio, la disposición al descanso y también a la charla.
¿Quién es esa señora que se refleja en el espejo? Liberata Gauna de Leguizamón, hija del héroe salteño Calixto Ruiz de Gauna, antepasada del dueño de casa y del genial músico Cuchi Leguizamón. (Ya que estamos, es una excusa para volver a escucharlo).
"En tantos días sin salir, esta cocina integrada con el paisaje todo el tiempo te invita a cocinar. Acabo de hacer unos bollitos, por ejemplo", nos cuenta la dueña
"Salta cultiva la buena onda: el salteño es amable con los foráneos, le gusta recibir".
Cuando preparamos la producción de este cuarto, fue una fiesta ver cómo la dueña de casa sacaba manta tras manta para combinar de un placard lleno de maravillas primorosamente guardadas hasta que las reclamara el fresco.
Se hizo un solo cuarto de huéspedes. El objetivo desde el minuto cero fue proyectar ambientes amplios, pero no de más
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