La figura de uno de los maestros del renacimiento se mantuvo firme contra las acusaciones de indecencia, pero esta no fue la única que generó revuelo
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Cuando la directora de una escuela en Florida, EE. UU., se vio obligada a renunciar después de que los padres se quejaran de que sus hijos fueron expuestos a pornografía porque se les mostró fotos del David de Miguel Ángel, muchas personas en diferentes partes del mundo se sorprendieron.
Eso en sí es sorprendente. Casi desde el momento en que la estatua desnuda de mármol de 5 metros de alto fue cincelada en una forma escandalosa, alrededor del año 1504, la obra maestra de uno de los maestros del renacimiento se mantuvo firme contra las perennes acusaciones de indecencia.
La escultura ni siquiera había desfilado a lo largo del siglo XVI antes de que se le equipara con un ridículo taparrabos de hojas de higuera metálicas para mitigar su falta de modestia.
Fue solo a mediados del siglo XX que finalmente se arrancaron unas hojas similares de la ingle de una réplica fundida de la famosa estatua que se exhibe en el Museo Victoria & Albert, de Londres, que había sido entregada a la reina Victoria en 1857.
La controvertida decisión tomada por la junta de la Escuela Clásica de Tallahassee de presionar a la directora, Hope Carrasquilla, a renunciar, nos brinda la oportunidad perfecta para reflexionar sobre qué obras de la historia moderna -aunque consideradas por algunos observadores inaceptablemente impactantes- cambiaron la forma en que pensamos sobre el arte.
Lo que sigue son siete obras creadas en los años que transcurrieron desde que, en el Museo Victoria & Albert, le quitaron las hojas a “El David”. Son piezas que impactaron la sensibilidad contemporánea y ayudaron a redefinir la esencia misma del arte.
1. Marc Quinn, Self (yo mismo), 1991
Cada cinco años, en el transcurso de cinco meses, el artista británico Marc Quinn extrae cinco litros de su propia sangre y los derrama en un molde translúcido y refrigerado de su rostro.
El resultado es una serie siempre emergente de autorretratos en los que el artista puede afirmar legítimamente que ha volcado más de sí mismo en su obra que cualquier otro artista que lo precedió.
Para algunos observadores, la serie “Self” de Quinn no es más que una artimaña espantosa propia de un vampiro. Para otros, la obra encarna una contribución conmovedora y osada a la tradición de la representación, a la que han contribuido grandes artistas como Rembrandt, Van Gogh y Cindy Sherman. Se trata de una tradición que destaca profundamente la fragilidad del ser.
2. Allen Jones, Chair (Silla), 1969
La obra fue develada en medio de las acusaciones de que su creador, el artista pop británico Allen Jones, trataba los objetos como si fueran mujeres y viceversa.
Con “Chair” -junto con las piezas complementarias “Hatstand” (perchero) y “Table” (mesa)-, Jones contorsionó a maniquíes femeninos con poca ropa para hacer un conjunto de muebles procazmente lascivos, diseñados sin ergonomía.
En el Día Internacional de la Mujer de 1986, un par de activistas rociaron la obra con un decapante de pintura, horrorizadas por lo que consideraban era la sensibilidad chovinista de la escultura. El ácido devoró la cara y el cuello de la maniquí.
3. Judy Chicago, Dinner Party (Cena), 1979
Con 39 platos, cada uno con sus respectivos cubiertos y una copa, la obra conmemora la contribución de las mujeres a la historia cultural (desde Safo hasta Virginia Woolf).
La mesa de banquete hecha en forma de triangulo de la artista estadounidense Judy Chicago fue aclamada por su perspectiva pionera, pero también fue ridiculizada por lo que algunos consideran es su impactante vulgaridad.
La obra está dominada por casi dos veintenas de platos de porcelana pintados a mano, muchos de los cuales están decorados con el símbolo de una mariposa floreciente parecida a una vulva.
La artista británica contemporánea Cornelia Parker le quitó mérito a la obra en un artículo del diario The Guardian. Señaló que la instalación tiene “demasiadas vaginas” y que “se trata más del ego de Judy Chicago que de las pobres mujeres que se supone está elevando”. “Todas estamos reducidas a vaginas, lo cual es un poco deprimente”, concluyó Parker.
4. Richard Serra, Tilted Arc (Arco inclinado), 1981
Más de un muro icónico cayó en 1989. En la oscuridad de la noche del 15 de marzo, ocho meses antes de que los mazos comenzaran a golpear el Muro de Berlín, un equipo de trabajadores de la construcción bajó a la Plaza Federal en Nueva York para cortar en pedazos un muro de 36 m de largo y 3,6 m de alto.
Se trataba de una controvertida barrera de acero que había sido levantado ocho años antes. Era la escultura innovadora del artista estadounidense Richard Serra.
Sin embargo, un jurado encontró que la obra le proporcionó refugio a terroristas, alimañas y vándalos por igual y, por lo tanto, concluyó que la escultura minimalista debería retirarse y llevarse a un almacén.
5. Tracey Emin, My Bed (Mi cama), 1998
Aunque la cama, como objeto arquetípico, sirvió de accesorio indispensable en algunas de las obras más emblemáticas del arte occidental, desde la “Venus de Urbino” del pintor italiano Tiziano al “Dormitorio en Arles” de Van Gogh, desde las “Majas”, alternativamente desnudas y vestidas, de Goya, hasta la diabólica “La pesadilla” de Henry Fuseli, la indignación pública por la instalación de la artista británica Tracey Emin de su cama desarreglada, “My Bed”, para la Exposición del Premio Turner de 1998, fue intensa y sostenida.
El sitio, que refleja un episodio depresivo en la vida del artista, muestra los escombros materiales de una psique enmarañada.
La cama deshecha se convirtió rápidamente en la muestra perfecta para quienes afirmaban que el arte contemporáneo se había perdido.
Los defensores de la obra se sorprendieron de que, más de 80 años después del urinario de Marcel Duchamp, una cama desordenada pudiera provocar tanta indignación y se preguntaron si la verdadera objeción era que una mujer estableciera tan descaradamente una residencia en el museo de un hombre.
6. David Černý, Shark (Tiburón), 2005
Imitando la audaz instalación del artista británico Damien Hirst The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living (La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo), de 1991, que presentaba un tiburón con la boca abierta suspendido en una solución de formaldehído, la deslumbrante vitrina del artista checo David Černý se atrevió a hacer flotar, ante la mirada de los visitantes, una escultura atada del depuesto dictador iraquí Saddam Hussein.
Para algunos, el trabajo estuvo demasiado cerca de poner a Hussein en el papel de víctima. Para otros, la pieza era gratuitamente gráfica.
La exhibición programada de la controvertida obra en un museo en Middelkerke, Bélgica, a principios de 2006, fue finalmente cancelada por decreto del alcalde de la ciudad, Michel Landuyt, por temor a “que ciertos grupos de población encontraran la obra demasiado provocativa”.
7. Paul McCarthy, Tree (Árbol), 2014
Ocasionalmente, el impulso por censurar una obra controvertida ha venido de observadores ofendidos y no de curadores de arte cautelosos.
Eso sucedió en octubre de 2014, cuando la enorme escultura inflable “Tree” del artista estadounidense Paul McCarthy, erigida como parte de una exhibición navideña en la Place Vendôme de París, fue fatalmente derribada por vándalos y posteriormente desinflada.
Después de que comentaristas hablaran del gran parecido de la escultura con la forma de un accesorio sexual, no hubo forma de proteger la colosal obra.
El propio artista tampoco salió ileso. Un observador de la escultura se enfrentó a McCarthy y lo abofeteó tres veces antes de salir disparado, como un globo reventado, hacia la multitud.
*Por Kelly Grovier
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