Contra las pálidas
Miguel Calvo, presidente de la Sociedad Rural de Rosario, manifestó en una reunión reciente que "la Argentina sigue siendo el mejor lugar del mundo para vivir, principalmente porque aquí vivimos nosotros".
La ocasión era una presentación de premios a ganaderos, y de crítica a la inseguridad jurídica que representan las medidas cautelares que influyeron en el reparto de la cuota Hilton de carnes de exportación. Como la Hilton se trata en otras secciones de La Nacion, se celebra aquí el aspecto del mensaje que fue un llamado a terminar con las pálidas con las que nos trabamos a diario.
Muchos son los motivos que tenemos para felicitarnos por estar aquí y poder mirar más allá del Río de la Plata con un grado de comodidad.
Como la voz del citado partió de Rosario, es importante enfatizar el crecimiento de esa ciudad y de otras muchas del interior. Santa Fe ha redescubierto el crecimiento. La iniciativa tradicional de los mendocinos hace pensable que en cualquier momento van a taladrar la Cordillera y construir un puerto libre en Chile, sobre el Pacífico. La línea del horizonte en Córdoba cambia mes a mes con la recuperación de la industria de la construcción. Y así en otras capitales de provincias.
Está más que claro que esto no es un blanqueo de la situación en la que vive mal un gran número de nuestros conciudadanos. Alarma, por ejemplo, que cuando debatimos cómo salir de nuestra crisis de valores nos asaltan la vista informaciones como la titulada "Récord de días sin clases en la provincia" (30 de octubre).
Debe quedar en claro también que lo que podemos ver de mejora no es atribuible a un gobierno ni a un grupo político o funcionario en especial.
Es el triunfo de argentinos que luego de tocar fondo en 2002, que después de un lustro de caída libre comenzaron a recorrer el camino de la recuperación. Los gobiernos son accidentes electorales y lo mejor que podemos pedirles es que sean buenos administradores cuando les toca la oportunidad.
Lo que debemos reconocer y apoyar es la creciente lucha de la sociedad civil por sus derechos, cosa poco imaginable hace tres décadas, cuando, acostumbrados a un sistema autoritario, se obedecía al funcionario, hasta al ascensorista si usaba uniforme, sin cuestionarlo.
Era norma que las iniciativas cobraran vida únicamente con el apoyo oficial. Hoy, la proliferación de organizaciones no gubernamentales (ONG) hace posible encarar cambios en el sistema y en las más diversas actividades, desde la protección del medio ambiente o la recuperación de patrimonio histórico hasta la vigilancia del comportamiento de los dirigentes políticos. Falta mucho por hacer, es cierto, porque el atraso era grande. Sin embargo, la sociedad civil puede felicitarse por haber logrado el respeto de muchos derechos, ha vencido la estupidez de la burocracia y está posicionada para crear una nueva conciencia política. Esto redunda en autoestima, ingrediente fundamental del crecimiento. Todo lo cual va en respaldo a las palabras de Miguel Calvo.
El autor es periodista y escritor