"Contar sobre armenia a través del vino me parece mágico”
Juliana Del Águila Eurnekian tiene 30 años, es la presidenta de Bodega Fin del Mundo y de Karas, el primer establecimiento vitivinícola de Armenia, lugar en donde hace 6000 años se elaboró el primer vino del mundo. La bodega está ubicada un lugar simbólico de la fe cristiana, sobre el valle del Monte Ararat, lugar en donde se posó el Arca de Noé. El proyecto comenzó hace 10 años con su tío abuelo, Eduardo Eurnekian, y hoy es la bodega que llevó al vino armenio al reconocimiento mundial de la alta gama.
Hoy, ambas bodegas se perfilan dentro del proyecto familiar Eurnekian Family Wine Estates con la idea de expandirse por nuevos territorios del vino.
"A los 20, mientras estudiaba Psicología en la UBA, mi tío Eduardo me invitó a conocer la empresa y ver si algo me interesaba, fue en 2010, y él estaba empezando el proyecto de la bodega en Armenia. Ya tenía las tierras desde el 2000, y en 2006 plantó las primeras viñas", relata Juliana, la sobrina inquieta, proactiva y apasionada que dirige vehemente y lleva con orgullo el mando del negocio del vino familiar.
Viajó primero con su tío Eduardo para conocer lo que hacía y, cuando conoció Armenia –y el vino a través suyo–, se enamoró.
"Cuando llegué a Armenia por primera vez, todo se me puso en perspectiva y empecé a entender un montón de cosas. Mi familia es así por esto, hay otras personas a las que le pasa lo mismo que a mí, fue como una revelación y en el mismo momento conocí el vino de otro lugar. Volví a Buenos Aires, estudié Psicología, y al mismo tiempo me metí recopada en la carrera de sommelier. Al poco tiempo, empecé a trabajar en la bodega. Hice todo junto al final".
El proyecto coincide con el descubrimiento de la cueva de Arení, en 2011, al sur de la capital de Armenia, Ereván, donde se encontraron los primeros registros de viticultura de la humanidad. Durante la existencia de la Unión Soviética, cada país que la componía era encargado de hacer un producto determinado producto. Armenia hacía el brandy, por lo que la cultura del vino durante la época soviética se perdió. Por el contrario, creció Georgia, porque era el país responsable de producir el vino.
Pero los primeros registros de viticultura están en Armenia, en esa cueva en la cual se encontraron las ánforas enterradas en el suelo en donde se fermentaba el vino hace 6000 años.
"Nosotros somos mitad armenios y mitad argentinos. Mi bisabuelo Panos llegó a la Argentina en 1915 escapando del genocidio armenio, y empezó trabajando en el puerto, era el padre de mi abuelo y de Eduardo, mi tío abuelo; el abuelo de mi mamá. Nos criaron hablando armenio y en la cultura armenia. Panos empezó como textil y Eduardo fue el único que siguió en la fábrica familiar. Lo expandió y después empezó a diversificar. Fue el primero que trajo la televisión por cable a la Argentina, se metió en servicios, en los aeropuertos –que son el fuerte–, luego con negocios de agro y energía. Llevó a otra escala el negocio familiar de inmigrante", explica Juliana su genealogía.
¿Entonces tu relación con el vino es anterior a la bodega patagónica Fin del Mundo?
Nuestra historia empieza en Armenia con el vino y después llega a la Argentina. Mi familia siempre volvió a Armenia; mi bisabuelo viajaba todo el tiempo llevando alimentos, frazadas, ropa, toda la familia siempre siguió ayudando durante la época soviética. Cuando a fines de los 90, tras la caída de la Unión Soviética, hubo posibilidades de entrar y hacer algo de impacto, mi tío decidió ir. Él tiene una visión de los negocios bastante social, siempre piensa en cómo puede impactar positivamente lo que hace y eso es lo que nos enseña a nosotros, que estamos siguiendo su camino. Por eso pensó hacer un proyecto a largo plazo que genere mucho trabajo, que genere un producto que sea de exportación y hable de Armenia en el mundo: el vino.
De la fe al vino
Eduardo Eurnekian encontró una tierra en el valle del Ararat, "la zona de mayor simbología para el pueblo armenio, el símbolo de la armenidad. Es allí donde se apoyó el Arca de Noé", se emociona Juliana.
En esa tierra se planta viña para elaborar vino y también cognac. Esto fue en 2006 y recién en 2009 se asoció con Julio Viola en la Patagonia para hacer Fin del Mundo, bodega que desde el año pasado pasó a ser en un 100 por ciento Familia Eurnekian.
¿Cómo es la mesa armenia?
Siempre hubo viticultura en la zona, pero la uva era para el coñac. Había solo alguna bodega muy artesanal perdida del siglo pasado. Pero hasta hace 10 años, nadie tomaba vino, no era parte de la mesa familiar, sólo se tomaba vodka o brandy.
Cuando arrancamos, el impacto que tuvo hizo renacer la cultura del vino y generó una revolución tremenda. El primer vino salió en 2011, que elaboramos en una bodega vecina, y en 2012 se hizo en nuestra bodega. Luego de nuestro vino cambió todo, hasta se modificó la forma de consumir en los restaurantes.
Hoy, hay restaurantes de vinos y lugares en donde el vino tiene toda la etiqueta de servicio. Otra cosa que generó un gran quiebre es que ya no se puede fumar dentro de los restaurantes y todo a raíz del vino.
¿Luego de Karas se sumaron otros actores?
Ya hay unas 10 bodegas que están haciendo vino de calidad. Por otro lado, el turismo de Armenia siempre estuvo muy asociado a lo eclesiástico, porque es el primer país católico del mundo y hay muchísimas iglesias mucha historia religiosa. Pero con el impacto que tuvo la viticultura, la estrategia actual de turismo del país se está enfocando hacia el vino y la gastronomía. Las revistas más reconocidas del vino están yendo a ver qué sucede y los gurús del vino van también a invertir. En el mundo del vino y en los consumidores, hay mucha curiosidad de encontrar algo nuevo. Y por suerte está este mundo –al que llamo el Mundo Histórico– en contraposición al Viejo Mundo (Europa) y al Nuevo Mundo (Sudáfrica, Oceanía, América). Se trata de un mundo histórico que está a punto de conocerse. Muy pocos son los que conocen los vinos de Armenia, Georgia e Israel, y son los que están generando mucho ruido.
¿Cuál es el concepto de los vinos detrás de Karas?
Karas significa ánfora, en realidad es más profundo, es esa ánfora específica con la que se hace el vino y se encontró en esa cueva. La idea es ofrecer lo mejor en precio-calidad y al mismo tiempo brindar algo cualitativo al que está empezando a tomar. Karas está en todos lados y fue el primer vino bueno y del que los armenios están orgullosos de presentar. Tenemos un proyecto de investigación y desarrollo, aportamos mucho a la industria y colaboramos con las universidades, así como apoyamos a la creación de la Universidad del Vino. Trabajamos con estándares muy altos internacionales, algo que no se acostumbraba.
Este año sacamos un vino de línea de entrada, ya que hasta ahora teníamos solo desde gama media alta hasta el Gran Karas de alta gama. En el mercado en Armenia está todo por hacer, es muy divertido. Ahora sacamos una etiqueta más disruptiva y en inglés, se llama A Tale of Two Mountains, y habla de la historia del Ararat, dos montañas que fueron testigos de la historia de la humanidad, romances, masacres guerras, emprendimientos. Cada armenio tiene una historia diferente con el Ararat, de cómo se te puso la piel de gallina la primera vez que lo viste, cuándo pasaste y sacaste una foto, de las historias que te contaban tus abuelos... Son dos montañas que unen al pueblo entero, pero que ahora están del lado de Turquía y eso duele muchísimo.
¿El tema de zona de conflicto está muy latente?
Armenia está en Medio Oriente y tiene unos vecinos un poco complicados: está entre Irán, Azerbaiyán, Turquía y Georgia. Las fronteras con Turquía y Azerbaiyán están cerradas, y con Irán tampoco es tan fácil. Pero Armenia es un oasis en medio de Oriente. Es un país católico, muy tranquilo, en donde hay una paz impresionante. Está bastante militarizado por hallarse en esa región, pero no tiene nada que ver con sus vecinos.
¿Siguen trabajando con ánforas como en la antigüedad?
La idea de todo el proyecto es recuperar lo que se perdió en el tiempo, y por eso estamos haciendo microvinificaciones y experimentamos vinos, lo hacemos en ánforas y en barricas de madera armenia, que son las que se usan todavía para añejar el brandy. Las ánforas las fuimos recuperando de los pueblos vecinos. Están tiradas por ahí y son todas originales. Son de arcilla roja, como la tierra, y todas tienen formas diferentes.
¿Qué uva se planta?
La uva emblema es tinta y se llama arení, se descubrieron sus semillas en la cueva. Tiene algo del Pinot Noir, pero es más potente, más terrosa y especiada. Luego está la sireni, como un merlot salvaje que trajimos de Karabaj, un enclave que quedó entre Armenia y Azerbaiyán. Es un lugar que ambos países reclaman y que para la diáspora armenia representa la resistencia. Mi tío trabajó mucho e hizo rutas para ayudar al pueblo de Karabaj. Finalmente, está la uva blanca kangún, que se usa dentro de la legislación para destilar brandy y que para el vino es muy aromática y refrescante. Nuestro campo tiene 2300 hectáreas, de las cuales 400 son de uva. Allí también plantamos Malbec argentina, cabernet sauvignon francesa, montepulciano de Italia, como para tener un muestrario de las uvas del mundo y las armenias. El syrah, por ejemplo, se da espectacular, es como la joya de la casa y el que le gusta más a mi tío.
¿Quiénes trabajan allí?
Nuestro esquema de negocio es circular y las 200 personas que trabajan son de los tres pueblos vecinos, quienes se nutren y viven del campo. Hay 20 hectáreas de frutales, huerta, pollos. La zona está creciendo mucho.
¿Para dónde pensás seguir con el vino?
Arranqué a trabajar de a poco y a aprender del negocio con Fin del Mundo. Como soy muy inquieta, crecí muy rápido, y cuando terminé la carrera ya empecé a viajar a Armenia. Me interesa todo lo que tiene que ver con la parte productiva, sigo todo el proceso, pero al mismo tiempo me interesa venderlo desde el relato de la historia. Cada vez que se abre una botella, el vino me da la oportunidad de hablar de Armenia, contar la historia de mi familia, de los cambios que están pasando allá. Hay una cultura muy rica para dar a conocer. Contar sobre Armenia a través del vino me parece muy mágico. Hoy, estoy a full con las dos bodegas, presentándolas al mundo en conjunto con una estrategia que se enfoca en el mercado externo. Este año me la pasé viajando para abrir mercados. Cerramos con el número uno de Holanda y el del Reino Unido con una idea de negocio y de bodega totalmente diferente. Me gustaría seguir con algún vino cerca del mar, un vino oceánico. Ese es el proyecto de Eurnekian Family Wine Estates: de acá al mundo, seguir explorando.
Tu pasión y entusiasmo te llevaron a abrirte camino con tus propias ideas.
Somos una familia muy del trabajo, no hay nada regalado, hay que hacerse camino al andar, todos trabajamos muchísimo y en conjunto. Por suerte tengo la oportunidad de tener a mi tío muy cerquita porque es algo que disfrutamos de hacerlo juntos. Esta unidad de negocios es la que toda la familia más disfruta sobre todo cuando se llevan una botella del vino familiar para compartir. Pero trabajo mucho y me encanta.
Otras noticias de Vinos
Más leídas de Lifestyle
No falla. El método para eliminar las chinches con ingredientes naturales
La última entrevista. Cuando Roberto Giordano habló sobre sus problemas de salud: “Ya tengo tres bypass”
Momento viral. El divertido video de un Golden Retriever tirándose por un tobogán que enamoró a todos
Para implementar. La especia que ayuda a combatir el mal aliento y es medicinal