Había hecho grandes esfuerzos para llegar a esa empresa, pero una voz interior lo detuvo en el momento indicado.
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— El puesto es tuyo, le dijo esa mañana el director de Recursos Humanos de una prestigiosa empresa con sede en la ciudad de Buenos Aires y que Christian Oliz había tenido entre ceja y ceja desde hacía varios meses.
Hacía poco tiempo que había llegado desde su Neuquén natal para instalarse en la capital del país. Aunque en su provincia tenía un hermoso departamento, un auto y se podía dar los gustos y lujos a los que todo joven profesional aspira en algún momento de su vida, sentía que estaba demasiado “cómodo” en un lugar que no le presentaba desafíos. Por eso un buen día había decidido dejar todo atrás y empezar de cero en un escenario completamente diferente al que conocía.
Consiguió un departamento en el barrio de Villa Urquiza, se instaló sin mayores inconvenientes y todavía conserva el recuerdo exacto y vívido en que terminó de ordenar todo, miró por la ventana y comprendió que tenía dos opciones: deprimirse porque la realidad era que no sabía con certeza de qué iba a trabajar en Buenos Aires o agarrar la bicicleta y aprovechar el tiempo para recorrer y conocer la ciudad. Desde luego, por su naturaleza curiosa e inquieta, se inclinó por la segunda alternativa.
“El objetivo era no quebrar a fin de mes”
Así fue como transcurrieron los primeros meses de su estancia en Buenos Aires. Christian asistía a muchas entrevistas laborales, aunque mantenía un espíritu sereno para evaluar seriamente sus posibilidades. “Claro, financieramente me había preparado y tomado los recaudos para no pasarla mal. Pero el mayor aprendizaje de ese momento fue pasar de trabajar en un supermercado y hacer las compras sin mirar los precios, a gestionar un presupuesto semanal comprando segundas y hasta terceras marcas, para que mi estado financiero no quebrara al tercer mes de mi llegada. Eso me dio la posibilidad de poder reinterpretar la realidad a mi favor para, desde ahí, avanzar”.
Entre todas las entrevistas a las que fue, accedió a una empresa por la cual en otro momento de su vida hubiera literalmente matado. En esa multinacional hizo el correspondiente proceso de evaluación y finalmente fue seleccionado para ser el gerente de calidad en Argentina. Pero algo curioso y sin explicación lógica -por lo menos para esa instancia- sucedió cuando le confirmaron que el puesto era para él.
“Me encontraba con el director de RRHH diciéndome que el puesto era mío. En ese momento algo muy interno me decía y resonaba en la frase: ya no quiero hacer ni ser más esto. Así se lo exprese al director que estaba sentado frente a él en esa elegante mesa de reuniones y que quedó profundamente sorprendido ante mi declaración. No quiero seguir haciendo esto, así que no perdamos más el tiempo ni vos ni yo, gracias por todo. Lo saludé y me fui de su oficina”.
“Comíamos pan duro y nos parecía un manjar”
Nacido y criado en General Roca, en la provincia de Río Negro en la zona del Alto Valle, su infancia fue tranquila dentro del contexto de país que le tocó vivir en aquel entonces. Su familia, una tipo de clase media, está conformada por un papá comerciante y trabajador nato desde su adolescencia e hijo de chacareros de la zona; por su mamá, que es maestra y con orígenes en el campo y tres hermanos, dos mayores y uno menor, todos docentes. “Para mi viejo, el laburo era y es el valor fundamental. Y para mi vieja el estudio tiene esa importancia, con lo cual con ese combo de creencias me crie y hoy soy quien elijo ser”.
De aquellos primeros años de vida, Christian tiene recuerdos nítidos que hoy puede relacionar con la profesión que se forjó luego de aquel evento tan revelador en su vida. “Un recuerdo puntual es por el año 1983. Yo tendría unos once años. En plena crisis económica, mi viejo conseguía pan duro, sí, pan duro. Lo mojaba, lo calentaba en el horno y nos decía con mucho entusiasmo: acá hay pan crocante para todos y recuerdo que para mi eso era un manjar. Pero al mismo tiempo me daba cuenta cómo mi viejo tenía esa capacidad de mostrarnos la realidad de una forma totalmente diferente y liviana para transitar esos momentos difíciles. Un segundo recuerdo también sucedía en la mesa familiar o en situaciones diversas. Yo siempre quería hablar, generar la conversación. Y ante las creencias de los adultos de aquella época que me decían no se hable más o de eso no se habla, yo siempre insistía con hablar, con generar la conversación para encontrar una solución para las partes”.
Finalizada la etapa escolar, pasó por tres carreras universitarias hasta dar con la que le cerró: la licenciatura en Tecnología de los Alimentos. En ese momento eligió esa carrera porque si bien no era una carrera tradicional, lo que él sí veía tradicional era que las personas no iban a dejar de comer nunca. Por lo tanto, el campo de trabajo de alguna manera estaba asegurado… o no.
En Neuquén comenzó su desarrollo profesional. “Empecé a crearlo y generarlo, no digo buscarlo porque no lo busqué. Lo creé y lo generé”. Armó entonces un espacio de Educación al Consumidor de Alimentos en una radio de Neuquén, FM punta, de donde conserva hermosas amistades. Luego de esto continuó creando y generando su marca personal como Licenciado en Tecnología de los Alimentos.
En su recorrido, se vinculó con diferentes colegas y amplió su círculo social. Hasta que una amiga, Johanna, que trabajaba en una cadena de supermercados de la Patagonia, La Anónima, le dijo que buscaban a alguien para trabajar como Consultor de Calidad en la zona de Neuquén. “Me presenté, generé las relaciones necesarias en las entrevistas con el gerente zonal y el gerente regional de la compañía hasta que logré mi objetivo. Luego de insistir e insistir para que me dieran la oportunidad, obtuve mi primer trabajo más corporativo que me permitiría avanzar profesionalmente y económicamente, entre otros trabajos menores que venía haciendo”. Así pasaron nueve años de puro crecimiento profesional.
Una lectura que cambió todo
Christian se sentía muy cómodo externamente: tenía auto, un trabajo bajo relación de dependencia, vivienda propia, vivía solo, “Pero internamente me sentía muy incómodo. Miraba por la ventana de mi departamento y sentía que Neuquén ya había cumplido un ciclo y que era el momento de dar el salto”. Así fue como en octubre de 2007, se mudó a Buenos Aires y tuvo la famosa entrevista que tanto deseaba y que lo hizo despertar hacia su bienestar.
Cuando rechazó el puesto que tanto había deseado, caminó por la vereda de la calle Bouchard donde se encuentra el Luna Park. “Recuerdo una sensación de libertad que era impagable. No sabia qué iba a hacer pero sí sabia que se sentía hermoso y liviano eso de habitar lo que hoy llamo el vacío fértil, tan necesario para dejar surgir lo que estamos predestinados a ser y hacer”.
El paso siguiente fue comenzar una maestría en calidad, para ocupar su tiempo en algo productivo. Fue en esa maestría donde se encontró con un compañero de cursada, con el cual se relacionó y conversó. “Me dijo que era grafólogo, así que en un impulso intuitivo le di mi cuaderno y le pedí que me dijera algo. Miró atentamente mi letra y me dijo: ¿qué hacés acá? Vos no tenés que hacer esto, vos tenes que hacer coaching, tenes todo para ser el mejor coach de la Argentina, fue contundente, ¡y yo le creí! Así que me fui de clases y declaré: voy a ser coach”.
La certeza de estar en el lugar correcto
Volvió a su departamento de Villa Urquiza, revisó su bandeja de correos. Y ahí estaba una oferta de la Universidad de Belgrano, un posgrado de Coaching y Liderazgo. Sin dudarlo llamó. “Comenzamos mañana, si querés, podés venir a probar la primera clase y decidís luego”, le dijeron del otro lado de la línea. Al día siguiente se sentó en su silla del aula asignada y a los cinco minutos tuvo la certeza de que era ese era el espacio para dejar emerger su más profunda vocación. Luego completó otro posgrado en Coaching Ejecutivo y Empresarial, que pagó con la venta de toda su biblioteca de libros de alimentos. Ese fue el primer punto de su transformación profesional.
En julio de 2009 certificó como coach, y comenzó a hacer algunos trabajos uno a uno, en sesiones individuales. Luego obtuvo su primer trabajo como coach en una financiera y de ahí comenzó el boca en boca. “Lo que siempre había hecho de manera intuitiva conmigo y con mi entorno más cercano, en ese momento se transformaba y lo elegía como mi nueva profesión”.
Christian asegura que pudo reconectar con ese coach interno que siempre había tenido y que paso a paso, a lo largo de su vida le pedía a gritos salir para manifestarse y cumplir su propósito. “Creo que todos tenemos ese siendo original esperando le abramos la puerta para salir a jugar su propio partido, aportando al mundo lo que el mundo necesita para ni más ni menos convertirse en un mundo mejor. La pregunta es cuánto nos escuchamos. Todos tenemos esa posibilidad de conectar con ese siendo original, unos antes otros después, ni mejor ni peor, solo cuando conscientemente nos damos el espacio para poder ir hacia adentro a su encuentro. Es a través de procesos de autoconocimiento que cada uno elija”.
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