En Francia trabajaba en la industria del cine, vino a conocer Argentina, y antes de regresar se enamoró de Ushuaia y del amor de la gente por su tierra
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“Me mudo a la Argentina”, anunció Marine. Su familia la miró atónita, ¿no le resultaba extraño haber luchado tanto para alcanzar sus metas y ahora dejar todo para irse al fin del mundo? Realmente al fin del mundo. Porque allí, en su hogar paterno parisino, ella había expresado su voluntad de dejar Francia para vivir en Tierra del Fuego.
Marine, creativa y exploradora, había estudiado y se había esforzado para ingresar en el mundo del cine. Por años dio batalla para que la reconocieran en aquel ambiente, ¡y lo logró! Gracias a sus talentos no solo la incorporaron, sino que le dieron la oportunidad de conquistar trabajos muy bien remunerados como diseñadora de producción, que incluso la llevaron a viajar seguido por diversos destinos del mundo.
¿Por qué dejarlo todo? ¿A qué se iba a dedicar? Marine no lo sabía aún, tampoco podía explicar lo que sintió cuando conoció Ushuaia. Allí, en aquel rincón remoto, la invadió una energía indescriptible, que despertó su sensibilidad al extremo.
“Mi papá entendió, ya era adulta y confiaba en mi sentido común. Sabía que, si me iba mal, volvería”, rememora Marine. “Mamá lloró a mares, mis abuelos se preocuparon. Mi abuelo me dijo: `Por más que te adaptes, nunca vas a ser argentina para ellos. Él sabía de eso y lo dijo con la mejor intención. Tampoco faltó a la verdad, lo sé después de casi diez años en una Argentina querida. Siempre seré `la francesa´, por más que me quede mucho tiempo”.
Ushuaia por primera vez: “Descubrí por vos misma si vale la pena”
Marine jamás imaginó que algún día viviría en Argentina. Con el cine había visto mucho, aunque no Latinoamérica. Pero un día, su amiga, Christelle, le propuso que la acompañe en un viaje que tenía pendiente al país austral, para visitar a Celine, una francesa que vivía en Buenos Aires y tenía un restaurante en San Telmo.
Juntas recorrieron Buenos Aires y el norte argentino por cuatro semanas, hasta que a Christelle le tocó volver a su rutina en Francia. Marine, que tenía trabajos temporarios y estaba en un intervalo, siguió camino sola hacia el sur, para conocer la Patagonia: “Nunca había visto semejante amplitud”, se emociona. “Esos paisajes eran los que había ido a buscar. Pasé por lugares inhóspitos y otros más poblados como El Calafate, y no estaba segura de seguir hasta Ushuaia, ya que una amiga me había dicho que `por algo le dicen el fin del mundo, allí no hay nada especial´”.
Pero en una charla con una señora en un micro que recorría El Chaltén, la intriga por Tierra del Fuego creció. “Andá, fijate qué te pasa a vos. Descubrí por vos misma si vale la pena”.
Tal vez, aquella haya sido la conversación que cambió el curso de su historia.
Un aterrizaje memorable, la fascinación por los barrios altos, y una Ushuaia que merece ser pintada
De pronto, en medio de la adrenalina del descenso al aeropuerto de Ushuaia, emergieron las montañas, ¡tan cercanas, como si estuvieran al alcance de su mano! La panza del avión parecía rozarlas y su magnífica presencia la emocionaron al extremo, con su paleta de blancos y negros, y aquellas pequeñas lagunas entre elevaciones, de un turquesa indescriptible. Y, luego, el imponente canal de Beagle. Sin reconocerlo en el momento, ya estaba enamorada.
En Ushuaia hizo trekking y contrató guías, y fue en uno de los paseos que llegó hasta los barrios altos, donde halló asentamientos informales, que no forman parte de la organización urbana municipal: “¡Y me encantó! Me conquistó su estética, un poco como el lejano oeste. Al trabajar en cine fue un paisaje que me sensibilizó. Me gustó que tuviera su cuota de ilegalidad y su dinámica propia”.
Marine regresó a los barrios altos para dibujar sus casitas y callejuelas. Tan hechizada la dejó aquel rincón, que, tras seguir viaje por unas semanas, decidió retornar a Ushuaia, tan solo para seguir plasmando lo que veía allí en papel.
“Pronto descubrí que no tenía muchas ganas de irme y, en una charla, me pregunté, ¿por qué no podría vivir acá? No sabía la respuesta, solo que la energía del lugar me gustaba mucho, me fascinó”.
Buenos Aires: una parada para aprender el idioma
Tras regresar a Francia, anunciar su decisión y permanecer allí un tiempo, Marine retornó a la Argentina definitivamente. Arribó con un equipaje pesado y sin idioma, por ello tomó la determinación de vivir un tiempo en San Telmo y aceptar la oferta de Celine, quien le sugirió trabajar como moza en su restaurante: “Esto me permitió ir a la Facultad a estudiar castellano y practicarlo con los clientes, antes de seguir viaje a Tierra del Fuego”.
Marine jamás olvidará su primer desayuno en el país que había adoptado. Estaba ahí, sola con un café en mano y, de repente, cayó en la cuenta de la decisión que había tomado: “Ya está, me fui de mi país. Dejé el cine y volví a trabajar de moza, como a los 19″. De pronto, todo se sintió irreal.
“Ahora, cada vez que vuelvo a San Telmo de visita, recuerdo aquellos días con una emoción increíble”, sonríe. “Compartí un departamento con gente genial, salía a correr y recorrer La Boca y Constitución, rememoro la euforia, la nostalgia y la ansiedad provocada por la incertidumbre de lo que vendría”.
Sin grandes choques culturales y una visión sobre el conflicto de Malvinas: “No veo que se trate de evitar el odio hacia Chile o Inglaterra”
Tal como sucedió con la señora del micro en El Chaltén, otro evento singular indicó que Ushuaia quería abrirle las puertas. Cuando Marine le compartió a Celine su deseo de vivir en Tierra del Fuego, su ahora amiga recordó a un hombre, Ariano, que tenía casa en aquella ciudad, y que casualmente estaba de visita en Buenos Aires.
Ariano era un rosarino que también se había enamorado de Tierra del Fuego; allí construyó en la zona de los barrios altos que Marine había dibujado y amado: “Me dijo que me quedara en su casa todo lo que quisiera, hasta encontrar un lugar propio y trabajo”.
En un día de octubre de 2012, la francesa pisó tierra fueguina para empezar una nueva vida, sola, lejos de su familia y amigos, pero con la sensación de haber llegado a su lugar.
“Aun así sabía que no iba a ser fácil, por suerte todavía tenía que cobrar un trabajo del cine y tenía ahorros”, cuenta Marine. “El choque no fue tan fuerte en relación a las costumbres, no al menos como el que viví, por ejemplo, en África. Tal vez haya ciertas diferencias en el humor, las comidas, pero son todos aspectos superficiales, en definitiva, me encontré con que la mayoría son descendientes europeos”.
“Sí me sucedió que, cuando me metí en turismo, estudié a fondo el tema Malvinas y me sorprendió la manera en que introducen la cuestión, que impide un análisis con mayor apertura. Me impactó observar que, desde que los niños son pequeños, dictaminan la forma de pensar, impidiendo, a mi modo de ver, el desarrollo de un propio criterio. Que saquen leyes que obliguen a poner un bordado de Malvinas en tu jardín, me parece violento. Para mí siempre hay que invitar a la reflexión, a la paz y aprender a no inculcar el odio al otro. Es lo único que me impactó de esta cultura fueguina. El exceso de nacionalismo (ese agresivo, no el lindo patriótico) no me parece bueno, por más que estemos de acuerdo con la causa”.
“Cuando formé pareja esto llevó a momentos de discusión con el entorno para tratar de entender. En Francia esos nacionalismos extremos, agresivos, fueron dejados de lado, se alcanzó una madurez emocional, a pesar de la gravedad de lo vivido durante la guerra con Alemania. Se hicieron las paces, se dejaron los odios entre países. Fue una voluntad política que funcionó para el pueblo y que no la veo en esta parte de la Argentina. No veo que se trate de evitar el odio hacia Chile o Inglaterra. Esto fue lo único que me chocó”.
Trabajar en Ushuaia: “Acá, en Tierra del Fuego, hay muchas oportunidades si estás dispuesto a pensar fuera de la caja y de tus planes iniciales”
Insertarse en el mundo laboral sureño, para Marine, fue una experiencia única y aleccionadora, que hoy la lleva a sostener que en Tierra del Fuego hay oportunidades de trabajo y que es posible desarrollarse en diversas áreas.
Al comienzo no sabía qué hacer. La artista francesa observó al mundo del turismo con cariño, pero pronto supo que no podía tomarlo a la ligera, que debía estudiar, una idea que, en un principio, dejó de lado.
Pero un día, casi como un deja vu, otro ser apareció para marcar un nuevo camino: un taxista. “Charlando, me preguntó qué sabía hacer, le conté y me dijo que su amigo Rubén buscaba una diseñadora. Así, Rubén me presentó con su jefe, Federico, dueño de una importante agencia de publicidad de la región. Fui un lunes, hice un trabajo y me contrataron. Mi nuevo jefe me hizo los papeles y gracias a él conseguí la residencia”.
Para Marine, sin embargo, la vida de oficina era asfixiante. Decidió renunciar y aceptar un trabajo como traductora para una agencia de turismo, que un día tuvo un contratiempo y le pidió que ella realizara el “pick up” de los pasajeros. La vieron cómoda y le ofrecieron una excursión.
“Fue tenso porque los demás odian cuando hacés de guía sin serlo”, revela. “Ahí decidí estudiar turismo, mientras seguía pintando e ilustrando, hasta que un día autoedité mi libro de dibujos de Ushuaia (Ushuaia desconocida). También hice instructorado de esquí y de zumba, e impartí clases de ambas disciplinas”, cuenta con una sonrisa. “Al recibirme me dediqué al turismo aventura, senderismo y canoa, ¡lo amé! Ahora tengo mi propia prestadora de servicios turísticos, especializada en trekking, y estoy estudiando la carrera de guía de montaña”.
“En Francia siento que es raro que la gente haga diversos trabajos. Allá buscan desarrollar su carrera específica, sin permitirse salir de las líneas. Acá, en Tierra del Fuego, hay muchas oportunidades si estás dispuesto a pensar fuera de la caja y de tus planes iniciales. Viniendo del cine, jamás imaginé que un día sería guía de montaña o instructora de esquí, aparte de ser artista. Estoy feliz en donde vivo y con lo que hago”, reflexiona Marine, nacida en 1981.
Calidad de vida: “Ushuaia te regala tranquilidad, no hay violencia”
En Ushuaia, Marine formó su propia familia, lo que terminó de reconfirmar que aquel rincón del mundo, es su lugar en el mundo en este momento de su vida.
Junto a su pareja y su hija, vive en un bosque que limita con las montañas, en la zona del glaciar Martial, en un paraje casi solitario, en el que se pueden contar pocas cabañas. Cerca están todos los paisajes de una isla sorprendente de norte a sur; para ella, uno de los lugares más fascinantes de la tierra.
“Mi lugar en Ushuaia es increíble. Cualquier persona que ama la montaña lo vería así. Poder salir de su casa en invierno y esquiar como algo cotidiano, hacer paseos a los glaciares, ríos y lagos, es un privilegio. Tal vez le falte más temperatura en verano, pero si fuese así, estaríamos llenos de gente. Así que, tal como, es perfecto”.
“Mi hija y sus amigos crecen en un espacio natural y grande, no solo me fascina la calma que te brinda la naturaleza, sino la ciudad en sí. Ushuaia te regala tranquilidad, no hay violencia; hoy la urbanización ha crecido, pero sigue teniendo mentalidad de pueblo, nadie te va a robar en la calle, ni tenés miedo a que te secuestren. Vengo del conurbano de París y la falta de seguridad me pesaba en la vida cotidiana. Acá no lo siento y por eso no pienso moverme de esta ciudad. No sentir agresión hacia tu persona es lo más lindo. A mucha gente que conozco le gusta lo mismo de Ushuaia: no sentir inseguridad”.
“También me gusta la importancia que le dan a la vida social, se juntan mucho, tal vez porque todos vienen de diversos lugares, están lejos de la familia, entonces la familia son los amigos. Yo me hice muy buenos amigos, que amo”, dice conmovida. “Este calor humano es increíble. Cuando mi mamá -que se preocupaba mucho por mí- vino y vio a mis amigos, mis hábitos, ahí se relajó. Me dijo: los argentinos son muy lindas personas. Lo mismo pensó mi abuela, que me visitó pasado sus noventa”.
“Aprendí que es muy lindo tener el propio país y amarlo, pero que también se puede elegir otro y amarlo por igual”
En los planes de Marine, irse de Francia no estaba contemplado, fue algo que dejó que sucediera tras una serie de acontecimientos inesperados, que la llevaron por un camino transformador. Aquel día, tantos años atrás, cuando vio Ushuaia por primera vez, permitió que sus encantos la sensibilizaran, para luego hacerse cargo del impacto que le había causado y tomar una decisión.
“Aprendí que es muy lindo tener el propio país y amarlo, pero que también se puede elegir otro y amarlo por igual”, reflexiona a modo de conclusión. “Hace unos años me nacionalicé, amo Argentina y a los argentinos que conocí, ningún país es perfecto, ni el mío ni este. Argentina me enseñó a vivir con otra economía, en relación a la inflación, por ejemplo. Todo eso también se aprende”.
“Uno puede volver a empezar donde quiera, si la vida te da la oportunidad, claro, porque yo no empecé desde la pobreza y el hambre, eso debo reconocerlo”, continúa. “En Argentina aprendí a adaptarme y a darme cuenta de que soy ciudadana del mundo, que eso de las raíces es un poco mentira, que uno puede echar raíces allí donde se siente cómodo y yo, a Ushuaia, la amé desde el principio. Me gusta mi realidad, si tuviera que cambiarla por algún motivo, lo haría. Pero hoy no elijo hacerlo, estoy muy bien acá, en el fin del mundo”.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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