1981 fue un año que marcó un antes y un después en la vida de Alejandra. Por aquel entonces ella tenía 13 años, una edad de revoluciones internas y externas; una, que tuvo que acompañar con un cambio radical de entorno y cultura: su padre, que trabajaba para una de las empresas de tecnología más importantes del mundo, había sido trasladado por cuatro años a Alemania.
La llegada, sin embargo, fue menos difícil de lo esperado. Alejandra, que era una joven curiosa del mundo y las personas, se hizo de buenos amigos al poco tiempo. Así, entre nuevas amistades y paisajes, llegó aquel maravilloso día del año 1982 en el que una de sus amigas la invitó a pasar una tarde en el bosque, junto con otro grupo de adolescentes.
"Allí es donde nos conocimos. Fue un día mágico", recuerda Alejandra. "Él, Bernd, tenía 14 y yo estaba a punto de cumplirlos".
La conexión entre ellos fue inmediata; rápidamente se volvieron cómplices, amigos y novios colmados de pureza e intensidad. Fueron inseparables durante dos años inolvidables; años marcados por emociones indescriptibles, melodías que quedaron grabadas en su memoria y momentos que hubieran deseado retener y eternizar por siempre.
Los cuatro años que parecían mucho, a Alejandra se le escurrieron entre los dedos. Buenos Aires esperaba y el regreso resultó amargo. Ella, desolada, se sumergió en un océano oscuro; su espíritu se había apagado y con él, el sentido de los días. En su entorno, la preocupación fue creciente y creyeron que esa dificultad aguda podría menguar con la visita de su enamorado.
Diciembre de 1985
Bernd llegó ilusionado y se quedó durante dos semanas. A pesar de las esperanzas, descubrieron que la solución al abatimiento de Alejandra no se hallaba por aquel sendero. Su pesar ya era mucho más profundo; ella podía ver más allá y entender que sus realidades alejadas los perderían. Lo cierto, es que no se sentía cómoda en su país de origen, pero le quedaba claro que era impensado que se fuera a vivir a Alemania sola, siendo tan joven. Por eso, su trato durante aquellas dos semanas fue helado, distante, casi cortante: era mejor ser indiferente y comportarse como si no le importara, a fin de cuentas y con sus años, era imposible mantener una relación sólida a tanta distancia; para qué profundizar... en pocos días se iban a tener que volver a despedir.
Su mecanismo de defensa dio resultado: la actitud de Alejandra rompió el corazón de su amado, quien le escribió una última carta en enero de 1986, a la cual ella jamás contestó.
La vida pasó y, a lo largo de ella, los años transcurrieron difíciles; en todo ese tiempo, jamás volvió a saber nada de él. Alejandra se casó dos veces, "pero obviamente ninguno de los dos matrimonios funcionó", revela, "Tuve una hija y seguí adelante con su crianza y en el camino me perdí, perdí a la mujer. Así, dejé pasar los años, hasta que un día desperté con 51".
27 de julio de 2017
Aquel día parecía ser como cualquier otro, hasta que una simple notificación lo cambió todo. Era un "like" que le había dado alguien, que no era amigo, en una de sus publicaciones. "Cuando miré de quién se trataba y vi su nombre, me quedé sin respiración: habían pasado 33 años. Esa misma noche le mande una solicitud de amistad, que él aceptó de inmediato", cuenta Alejandra con una sonrisa.
A partir del 28 de julio comenzaron a chatear sin interrupción. "Mucha emoción, mucha tristeza y una felicidad única", dice Alejandra conmovida, sin poder creerlo aún hoy. A lo largo de las interminables conversaciones, pudieron expresar todo lo que les había sucedido en aquel largo paréntesis de sus vidas; ella supo que él estaba casado, pero que su matrimonio no estaba pasando por un buen momento, que era una relación que estaba pronta a concluir.
"Durante 19 años puse mi propia vida, mi propia identidad, en pausa. Me aboqué únicamente a mi hija, que fue mi centro, mi todo; la mujer que habitó alguna vez en mi cuerpo se había dormido. Pero en ese momento, al contactarnos, decidí que era hora de empezar a vivir. Así que, sin dudarlo, saqué un pasaje a Frankfurt", continúa feliz.
Se reencontraron un 25 de agosto en el ascensor de un hotel, se abrazaron y lloraron. Al encuentro, le siguieron cinco días increíbles y, al poco tiempo, él comenzó a tramitar su divorcio y viajó a Buenos Aires.
2018
"Él último 2 de mayo viajé para allá por tres semanas. Ahora estamos planificando nuestro futuro, decidiendo si nos quedamos acá o allá. Pero de lo que sí estamos seguros es de lo que sentimos y que permaneceremos juntos. Yo nunca me había olvidado de él y él nunca se olvidó de mí".
33 años, un largo paréntesis que al fin lograron cerrar para retomar un amor incapaz de morir.
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