Descubrió la casa por azar mientras paseaba. Un cartel anunciaba que estaba a la venta y, como por arte de magia, se dio cuenta de que había encontrado su lugar en el mundo. Con asombro, sus ojos repasaban los detalles de la enorme casa de estilo neomudéjar que se perdían entre los árboles centenarios. "Manucho", mote con el que su círculo íntimo llamaba a Manuel Mujica Lainez (1910-1984), tuvo su coup de foudre con El Paraíso a finales de 1968 durante una visita fugaz que hizo a La Cumbre, el pintoresco pueblo perdido entre las sierras de Córdoba. "Siempre soñé con un lugar así, apartado y cercano (…), cuando estuve en él comprendí que ese era el sitio esperado y desde el primer momento me apliqué con pasión a conseguirlo", plasmó el autor en el diario que escribió mientras compraba y reformaba la maravillosa propiedad.
Inmediatamente se puso en marcha para agendar una visita y, a los pocos días, pudo recorrerla. Desde que cruzó el umbral del portón principal, se convenció de que la casa debía ser suya. Caminó habitación por habitación, empujando puertas y abriendo ventanas, sin dejar de maravillarse por el caserón que solamente le revelaba sorpresas. En su cabeza rápidamente comenzó a amoblarla y a decorarla, a pensar en qué lugar ubicaría su biblioteca, a llenar las paredes con sus cuadros y sus objetos.
SU LUGAR EN EL MUNDO
Durante los primeros días de 1969, después de haber pagado la suma de siete millones de pesos por una propiedad de seis hectáreas (20.000 dólares estadounidenses de la época), el autor de Bomarzo le anunció a su mujer, Ana de Alvear Ortiz Basualdo, que encararían un nuevo estilo de vida, lejos de Buenos Aires y de su agitada vida social. Ella, que sentía un amor ciego por su marido, se puso manos a la obra e hizo todo lo que estuvo a su alcance para devolverle, codo a codo con "Manucho", el calor vital a ese "paraíso" abandonado. Junto a sus tres hijos –Diego, Ana y Manuel– armó el equipaje y, con devoción, comenzó una nueva vida al lado del hombre con el que se casó en 1936. "El entusiasmo de Anita me secundó desde el primer instante. No por nada ella lleva en las venas la sangre del constructor del palacio Sans Souci, Carlos María de Alvear. (…) Mucho más práctica que yo, mucho más consciente, compartió, empero, mi sueño y eso me dio alas", escribió Mujica Lainez en su diario.
Su primera noche en la casa fue la del 3 de abril de 1969. En aquel momento fue cuando recién se enteró por Marian Lodi –la encantadora inglesa que regentaba el pintoresco Hotel de Cruz Chica de La Cumbre– que, en 1922, un rico español llamado Ramón Cabezas le encomendó al arquitecto francés Leon Dourge, discípulo de Alejandro Bustillo y quien diseñó el Palacio Duhau, que construyera El Paraíso. El dueño de casa estaba fascinado con las historias de su "palacio". Cada día que trascurría, más se convencía de que había hecho el mejor negocio de su vida. En muy poco tiempo, la casa se convirtió en un centro de reunión obligado para los intelectuales de la época y en el lugar en el que Mujica Lainez escribió la mayor parte de su obra. Ahí vivió hasta su muerte, en abril de 1984.
En 1972, Manucho escribió un libro al que tituló Cecil en honor a su inseparable whippet. Narra la vida del autor en su retiro serrano a través de la voz de su perro
Agradecemos a la Fundación Mujica Lainez (www.fundacionmujicalainez.org)
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