Treinta años de carrera y algunos más de hacerle pases a la vida
Seguimos repasando nuestra historia a lo largo de estos 20 años. Uno de los grandes éxitosen una revista en la que la voz cantante la tenían decoradores y arquitectos, fue la sección Lifestyle, creada para que referentes creativos de otros campos nos mostraran parte de sus casas, su lugar de trabajo y compartieran gustos y datos. ¿Lo más divertido? Para hacerla pasábamos dos jornadas con ellos. Acá, volvemos a esos momentos compartidos conBenito Fernández.
Charla en una casa a todo color
En 2009, Benito Fernández vistió a Natalia Lobo para la ceremonia del Martín Fierro. El vestido, en sus palabras, era "una falda de gasa de seda natural estampada con un volado engarzado de madrás y una faja de aguayo y gasa de seda natural. Llevaba una blusa negra y un collar bien grande con cosas étnicas, latinoamericanas, elementos que tienen que ver con nuestros orígenes. Texturas autóctonas mezcladas con géneros sofisticados".
El atuendo hizo ruido. Mucho. Se levantaron voces críticas, aun las más autorizadas (sobre todo las más autorizadas) en su contra. "Paradójicamente, fue ese vestido el que me sacó de un lugar y me puso en otro: abrió mi marca, me sacó del mundo de la alta costura –en el que me formé y con el que se me relacionaba casi exclusivamente– para ponerme en un lugar más masivo". Incursionó así en prêt-à-porter, sábanas y toallas, cuadernos intervenidos, perfumes de mujer y de hombre, y uniformes. "Lo que podría haber sido una catástrofe es lo que me llevó a hacer alianzas con otras empresas", dice.
¿Te dolieron las críticas?
Yo podía entender que el vestido no gustara, pero no que se me criticara por mandarme con algo étnico. Eso no lo entendía. Yo viví en Europa y tengo claro que somos latinoamericanos, no europeos.
¿Qué pasa si quiero hacerme un vestido liso con vos?
Si tuvieras que volver al corset, el rodete y el collar de brillantes, ¿podrías hacerlo?
No, ya no. La mujer de hoy pasa por otro lado: es su sensualidad, su cuerpo, una gasa, un jean, una remera de algodón. Me parece que la moda va por ahí; que lo que más genera es lo que pasa en la calle. Fijate las zapatillas que les puso Karl Lagerfeld a sus vestidos Chanel… Eso me encanta.
Yo me apropié de cosas que son absolutamente nuestras. Y, en ese sentido, siento que supe ver algunas tendencias antes que el resto
¿Es distinto el color que te imaginás respecto del resultado final?
Recorriendo el barrio y los recuerdos
A Benito Fernández lo agarró –y de lleno– la crisis de 2001: "Me fundí y me tuve que ir del país. Me fui a Barcelona a arrancar de cero. Dejé acá un atelier chiquito, pero volví relativamente pronto".
¿Por qué a Barcelona?
Me costaba pensar en arrancar en una mega ciudad, como Nueva York o París. Barcelona tenía su semana de la moda pero no en una escala imposible. La verdad es que le voy a estar eternamente agradecido. Esa ciudad me arregló la cabeza.
¿En qué sentido?
Tuve una crisis muy grande cuando me fui. Pensé en cambiar de profesión, en dedicarme a otra cosa. Pero al final decidí quedarme y abrí un local allá. Yo mismo hacía todo: te abría la puerta, te hacía el café… Recién después de un año tuve una empleada. Sin Barcelona, no sé si hoy estaría acá: Barcelona, me ayudó a trabajar de lo que quería, a mantener a mis hijos desde allá, me organizó, me puso en eje.
¿Y cómo volviste?
Bueno, el país se reactivó rápido y a mí me llamaron para hacer dos vestidos que fueron clave: el de Pampita en su casamiento con Barrantes y el de la cuñada de Máxima, Mariana Andrés, para ese casamiento histórico.
¿Cómo es tu relación con Máxima?
Es absolutamente normal. Ella me llama al celu, por ejemplo, y me pregunta el piso en el que estoy y dos segundos después me toca el timbre. La verdad es que jamás en mi vida imaginé que iba a vestir a una reina. Pero lo que me gusta de Máxima es que tiene la cabeza de la mujer de hoy: cuida a sus hijas, trabaja, repite la ropa, como todo el mundo.
Mi carrera le debe mucho a mis afectos. A Dolores Barreiro, que después de fundirme me hizo los desfiles gratis. A Máxima, que me hace guiños permanentes, como ponerse algo mío justo por esos días en los que se anuncia que va a ser reina. A Valeria Mazza, que fue a ver el desfile de Etnia al Fashion Week de NY justo después del lío del vestido de Natalia Lobo.
Vamos al estudio
"El 26 de septiembre cumplo 35 años con la moda. Es el día que abrí mi primer local en Arroyo 824".
¿De dónde salió tu vocación?
Creo que de Elsa, mi abuela materna. Me acuerdo de acompañarla de chico a Marymor (en Santa Fe y Canning) a comprar los géneros para hacerles los vestidos a mamá y a sus hermanas. Era muy linda mi abuela, tenía una piel blanca y unos ojos celestes transparentes. Me acuerdo de la máquina de coser, del ruido, de la goma que sujetaba la rueda de la máquina, del calorcito que largaba… Me gustaba el alfiletero y su costurero, que después fue de mamá.
Marina, ¿Cómo te diferenciás de lo que hace tu papá?
Al principio pensé que éramos más parecidos, pero ahora veo que, si bien a ambos nos gusta el color, yo soy más de los plenos y él más de las estampas, por ejemplo".
¿Qué te transmite?
Que relaje y disfrute. Que baje un poco la exigencia.
¿Te exigiste mucho, Benito?
Sí, mucho, pero ahora la estoy disfrutando. Ahora me siento bien. En realidad, siempre fui una persona de ir para adelante. Toda la vida tuve que vencer prejuicios. Primero, con mi nombre en el colegio (beni-to-ca-me-las); después, con mi dislexia y el diagnóstico de que nunca iba a poder hacer nada bien. Tuve un nombre diferente, elegí una carrera diferente, una sexualidad diferente. Trabajé mucho para enfrentar mis propios prejuicios y al final me parece que llegué a lugares impensados porque no sé bajar los brazos.
¿Sos cabrón?
No, pero cuando algo se rompe, no lo puedo remontar, eso es raro.
¿Cómo te bajás de vos?
En mi casa con José Antonio, nuestro perro, entre las 6 de la mañana, la hora en que me despierto y las 11, cuando empiezo a trabajar. Ese es el rato en que no hago nada: saco a pasear al perro, camino por el barrio, desayuno, nos tiramos en la cama. Esta carrera es muy YO, hasta mi cara vende. Pero creo que los 50 son mi mejor momento: disfruto de todo, soy más independiente, más honesto conmigo mismo, disfruto con mis hijos, con mis amigos.
Se te ve joven.
El tiempo pasa, pasa mal. Pero cuando veo las fotos de mi última campaña me veo bien, y creo que es porque la estoy pasando bien. No es que me vea atractivo: me veo BIEN.
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