Lejos de ser una especie en vías de extinción, la cultura slow sale a la caza de las antiguas máquinas de escribir para revivir su época dorada: escritores, periodistas, cineastas, coleccionistas y nostálgicos encabezan la lista. De la pieza deco bajo llave al escritorio diario
Remington, Olivetti, Hermes, Olympia e Imperial son algunas de las marcas que transportan a aquel mágico momento en el que las cartas, los documentos, la literatura y las noticias se escribían sin enchufes, con el ritmo pesado pero amable de las teclas cayendo sobre el papel y "cling" al final del rodillo. Contra todo pronóstico, no son sólo un recuerdo en casas de abuelos o herencia de algún abogado, escritor o periodista en la familia: las máquinas aún cuentan con escritores entre sus filas (y también vuelven a seducir a las administraciones públicas: a diferencia de los dispositivos online, no pueden ser hackeadas). Para algunos, es una moda que se recicla y vuelve reeditada; para otros, se trata de un invento esencial que nunca se fue: la imprenta tipográfica, el tocadiscos, la máquina de coser a pedal, la máquina de fotos analógica y la misma máquina de escribir. En estas líneas, un viaje al pasado de la escritura a máquina, sin clave de WiFi ni actualización de softwares.
La familia de antepasados
Una de las virtudes de la máquina de escribir fue, desde sus inicios, la doble función: la escritura e impresión simultánea del contenido. Cada una de sus partes (el teclado, los tipos, el rodillo, la palanca y la barra sujetadora de papel, entre otras) fue evolucionando gracias a las correcciones de inventores, ingenieros y empresarios. El primero en patentar una de sus versiones tempranas fue el inventor británico Henry Mill, en 1714: destapó una olla y cedió el paso a quienes venían, como él, experimentando en talleres. Luego de una serie de invenciones italianas (entre ellas, la máquina diseñada por Agostino Fantoni para que su hermana ciega pudiera escribir y la de Pellegrino Turri, cuya novedad traía papel carbónico incluido), en 1837 el abogado Giuseppe Ravizza presenta su "címbalo escribiente", una suerte de piano tipográfico que funcionaba con un sistema de poleas y teclas de madera. Promediando la mitad del siglo XVII, el brasileño Francisco João de Azevedo fabricó un prototipo de máquina de escribir que se presentó en la Feria Internacional de Recife de 1861, aunque no tuvo éxito comercial.
Lista para llevar
La primera máquina fabricada en serie fue un diseño de 1864 del danés Rasmus Malling-Hansen, quien la bautizó Skrivekugle (algo así como "bola de escribir"), por la forma esférica de su teclado. Pocos años más tarde recibió la Medalla de Oro en la Exposición Universal de Filadelfia, pero para la versión doméstica y comercial aún faltaban ajustes en el funcionamiento, un formato más cómodo y un diseño más amigable para el usuario. El mismo año, el carpintero austríaco Peter Mitterhofer comenzó a fabricar una serie de máquinas de escribir a base de maderas y metales; cinco años más tarde se presentó ante el emperador Franz Joseph I: sus máquinas tuvieron un reconocimiento notable (en Viena hayun museo que le rinde tributo) pero tampoco llegaron al público.
En 1872, Christopher Sholes desarrolló una versión de la máquina que sólo permitía la escritura en mayúsculas, pero incorporaba el teclado QWERTY: de la máquina de coser tomaba prestadas el mecanismo del pedal (se saltaba de renglón pisándolo) y el soporte sobre el cual se ubicaba. Sus limitaciones serían superadas con sucesivas mejoras hasta llegar al prototipo que se presentó a la empresa Remington&Son, originalmente una fábrica de armas de fuego. Además de las mayúsculas, las primeras máquinas fabricadas por la compañía incorporaron números, signos de puntuación y caracteres generales.
La transición hacia la escritura visible
El 1878 ingeniero George Washington Newton Yost presentó su patente para fabricar Caligraph, una máquina de doble teclado con un abecedario completo en sus variables mayúscula y minúscula. Un par de años más tarde llegó la apuesta de James Bartlett Hammond, en lo que se conoce como la tercera máquina de escribir definitiva: en 1884 fue galardonada con la Medalla de Oro en la Exposición Universal de Nueva Orleans, en la que compitiera con las ya instaladas Remington y Caligraph. Además de su diseño, la sorpresa que traía la Hammond era su universalidad: su slogan rezaba "For every nation, for every tongue" ("Para todas las naciones, para todas las lenguas"). Permitía cambiar los tipos y fuentes de letras según las particularidades de 14 lenguas distintas e incluía un repertorio de caracteres complementarios (cursivas, alfabetos no romanos, símbolos matemáticos, etc.).
En 1888, el inventor Charles Spiro patentó su Bar-Lock, la primera que hacía de la carcasa frontal que protege a las barras portatipos, un detalle ornamental: en su versión original tenía motivos art-nouveau. La máquina de Spiro suponía una escritura semivisible, pero fue Franz Wagner quien desarrolló el mecanismo para que los portatipos operaran de abajo hacia arriba. El emprendedor John Thomas Underwood compró la patente de aquella máquina y la siguió mejorando, logrando que la escritura y la lectura fueran simultáneas. Su apellido fue sinónimo de calidad y larga vida: entre 1901 y 1930 se vendieron alrededor de 4 millones del modelo Underwood Nº 5.
Máquinas del siglo XX
Durante las primeras décadas, las máquinas fueron volviéndose más portátiles: achicaron su tamaño, redujeron su peso e hicieron más silenciosa su mecánica. En 1934 IBM lanzó al mercado su primer modelo eléctrico y en la década del 60 cambió las barras portatipos por una esfera en la que se incluían todos los caracteres alfabéticos. Con esta pequeña revolución se presentaba como el gran aliado para el trabajo de secretarias y el negocio del empresario. La batalla que perdió la máquina de escribir fue la de la memoria: además de su funcionamiento autónomo, las primeras máquinas electrónicas con procesador de textos para uso comercial y doméstico traían la novedad del almacenamiento.
Algunos escribientes
Mark Twain, quien escribió Life on the Mississippi a máquina, fue uno de los grandes defensores de la tecnología de los tipos: "Fui la primera persona del mundo en aplicar la máquina de escribir a la literatura. Las máquinas antiguas estaban llenas de caprichos y defectos. Tenían tantas inmoralidades como las de hoy tienen virtudes". Protagonistas de la Generación Beat como Charles Bukowski y William Burroughs usaban máquinas Royal, Underwood y Remington, entre otras. Hunter Thompson usaba una IBM Selectric roja a la que solía disparar sobre la nieve: la palabra "Counselor" fue la última que escribió en ella, testigo de su suicidio.
Por estas latitudes, Julio Cortázar también se pronunció sobre su relación con las máquinas de escribir. En una carta de 1953 a Eduardo Jônquières dice: "Este brusco cambio de escritura que notas aquí se debe a que la incontenible Aurora acaba de arrebatarme la Royal para entregarse a una traducción, y yo tengo que arreglarme ahora con una repugnante Hermes Baby que me prestó Andree Delesalle, y que entre otras abominaciones tiene la de carecer de acentos".
Al igual que muchas otras figuras de la música, John Lennon tipeó sus primeras letras adolescentes en una Imperial Modelo T y Bob Dylan hizo lo propio en varias de sus máquinas: Royal, Olivetti Lexikon 80 y Olympia SG1. También fue y sigue siendo la compañera ideal de directores de cine: Stanley Kubrick escribió buena parte de sus guiones en una Adler Tippa S, Francis Ford Coppola usaba una Olivetti Lettera 32 y Woody Allen sigue escribiendo sus libros y películas en una Olympia SM-3 de los años 50. Entre las series de ficción, personajes como Don Draper (Mad Men) y Frank Underwood (House of Cards) inmortalizaron su figura detrás de una máquina de escribir.
Un coleccionista de película
Desde 1978, el actor Tom Hanks colecciona máquinas de escribir de la década del 40. Su patrimonio ya supera los 200 ejemplares, entre los que se destacan modelos de Remington, Royal y Underwood. Su reparador estrella es el italiano Ermanno Marzorati, cuyo taller de Beverly Hills es particularmente conocido por las personalidades que acuden a él con piezas de enorme valor histórico (ha restaurado las máquinas que usaran Tennesse Williams, Ernest Hemingway, Orson Welles, Greta Garbo y John Lennon, entre muchos otros). Pensando en otros nostálgicos conectados como él, Hanks lanzó "Hanx Writer", una aplicación para iPad que es hit de ventas en la tienda de Apple.
Misceláneas
* La historia de las máquinas de escribir según marca y año, por el periodista y coleccionista Richard Milton.
* La fan page del coleccionista español Miguel Castro: responde dudas y ofrece datos de reparadores de máquina de escribir en España, Argentina y algunos países de Latinoamérica.
* "The Typewriter in the 21 st. Century" es el imperdible documental de Christopher Lockett sobre máquinas de escribir, escritores a máquina, coleccionistas y reparadores.