Tuvo un parto prematuro. Pero la explotación y el entorno hicieron estragos y le dificultaron tener un parto natural
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No alcanzaron las palabras para describir lo que encontraron cuando llegaron al lugar donde los habían citado. Tirada en medio de la basura y los escombros, ensangrentada y sin fuerzas para el trabajo de parto, una joven yegua había tenido un desprendimiento prematuro de placenta que alarmó a quienes la obligaban, día tras día, a tirar del carro al que había sido atada.
“Llegamos a ella por un llamado de la Clínica Municipal Veterinaria de Berazategui, que nos acompañó en su rescate. La escena que vimos cuando dimos con el lugar era dantesca. Ensangrentada, sin fuerzas para el trabajo de parto, una yegua estaba intentando dar a luz a su bebé prematuro. Pero estaba tan débil que no podía pujar. Para ese momento, el potrillo estaba a medio salir y la placenta desprendida. Llamamos a nuestra veterinaria, la doctora Sofía Maiztegui Marco, y nos indicó romper la placenta y cortar el cordón. Para eso hubo que hacer maniobras y terminar de sacar al bebé. Cuando finalmente nació, sus signos vitales eran muy leves. La falta de oxígeno y el triste pasado de su madre habían hecho estragos”, cuenta con pena Karina Dotto, presidente de la Asociación Caballos de Quilmes, que formó parte del rescate.
No existe en los barrios populares espacio digno para un animal que necesita comer gran parte del día pastura. “Ese fue el caso de Mar, que se tiró a parir en un lugar repleto de basura y escombros luego de una gestación donde la alimentación había sido absolutamente deficiente. Además, había soportado largas jornadas de explotación y falta de atención”, agrega.
Sin perder tiempo, la yegua y su potrillo fueron trasladados al refugio que la Asociación tiene en el partido de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires. Mar, como bautizaron a la yegua, viajó caída en el tráiler. Mientras, se preparaba un equipo de veterinarios para asistir a ella y al recién nacido. Una vez que estuvieron en su destino, los profesionales realizaron lavajes uterinos, prevención de infecciones y un protocolo de realimentación estricto para la hembra adulta ya que estos caballos pueden sufrir grandes consecuencias producto de la alimentación dada. De no ser rigurosos en esto, el cuadro puede llevarlos incluso a la muerte.
Final anunciado
“Su bebé luchó junto a los profesionales durante 48 horas, pero no lo logró. Aunque se le puso oxígeno y se lo mantuvo permanentemente controlado, la falta de oxígeno en esas traumáticas horas mientras llegaba la ayuda y la desnutrición a la que había sometido su madre lo condenaron a la muerte. Cuando el bebé muere, siempre se aconseja que la madre lo vea y que esté con el animalito para que comprenda la situación. Con mucho dolor, impotencia y tristeza, eso fue lo que hicimos”.
Sin embargo, quedaba un largo camino por delante. Todavía la vida de Mar pendía de un hilo y los rescatistas tenían que poner manos a la obra. Por indicación de la veterinaria a cargo, recibió lo que se llama un programa de realimentación. En estos casos, el caballo debe ser alimentado cada dos horas, en poca cantidad y, en forma paralela, recibir medicación que ayude a recuperarlo de la deshidratación, la anemia y las parasitosis con las que suelen llegar.
“Los primeros días, por la debilidad extrema que tenía, Mar no podía siquiera incorporarse por sus propios medios. Por eso la ayudábamos con un aparejo: la poníamos de pie, la cambiábamos de lado cuando quedaba recostada. Y así, con el correr de los días fue lentamente mejorando”.
Condenados al carro
El caso de Mar no es aislado. De hecho, es moneda corriente en Quilmes donde, como consecuencia de la tracción a sangre, muere un caballo de carro cada ocho horas. En ese contexto de precarización laboral, trabajo infantil, explotación y muerte animal, las yeguas tiran de los carros preñadas, muchas paren atadas a ese carro que las esclaviza y, sin descanso, las hacen continuar en tanto que sus bebés quedan solos por horas, sin el calor de la madre y los nutrientes de su leche, vital en esos primeros momentos de vida.
“Los animales son descartables. Un caballo de carro vive un año como mucho. Entonces, cuando se termina su función, el carrero roba otro caballo o se lo compra al cuatrero. Es una mafia organizada de robo de ganado mayor: está el que marca los campos, los que se meten a robar y los que los venden o en el frigorífico o en los barrios populares para carro. También están los que alquilan esos caballos. O sea que un caballo tira del carro una larga jornada. Luego lo desatan, lo atan al otro carro y así. Al mismo animal lo explotan dos y hasta tres veces al día”, asegura Dotto que trabaja hace más de diez años trabaja para devolver dignidad que le es robada a los caballos. “Hoy, luego de seis meses, Mar está recuperada y lleva una vida normal en libertad. Mientras, nosotros seguimos trabajando. Terminar con este flagelo es nuestra misión, exigiendo a las autoridades que pongan fin a este infierno”, concluye Dotto.
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