La respuesta era obvia. En medio de un mar de lágrimas le había implorado a los gendarmes que estaban apostados trabajando en Aguas Blancas, en la frontera donde la provincia de Salta se une con Bolivia, que la ayudaran para subir al micro con Zorrita, la perra que la acompañaba en su travesía. Se habían conocido en 2018, mientras Abril Harguindey Echeverría viajaba por La Rioja y desde entonces nunca se habían separado.
Vivieron juntas en Buenos Aires y luego decidieron visitar el norte argentino. En el camino, este año, a Abril le pareció que era una buena idea cruzar hacia Bolivia. "Cuando el virus complicó las cosas ya no pudimos trabajar porque no podíamos salir a la calle. No teníamos plata para pagar hostel ni comida. Y entonces nos acercamos al consulado. Allí nos ofrecieron repatriarnos... Dijimos que sí".
Pero cuando estaban por subir al ómnibus de la empresa "La Veloz del Norte" para regresar a Buenos Aires, el chofer del transporte le prohibió a Abril que viajara con Zorrita. "La mediocre excusa fue que no la dejarían subir porque podría incomodar a otros pasajeros. Aclaro que, siendo un micro con capacidad para 60 personas, ese día viajábamos menos de 20. Yo tenía la libreta sanitaria de mi perra con todas las vacunas al día".
Abril lloró como nunca lo había hecho en su vida. "Me estaban pidiendo que la abandonara y que yo siguiera viaje a mi casa. Nunca lo haría. Decidí quedarme en la frontera con ella y con mi compañera. El micro arrancó, simplemente se fue. Estábamos solas en el medio de la nada y solo había un puesto de gendarmería".
Desesperadas, comenzaron a pedir ayuda a cada auto que pasaba en la dirección que debían tomar. Pero nadie las subía. Pasó un buen rato hasta que los gendarmes les hicieron saber que habían tomado una "mala" decisión al bajarse del micro. Les pidieron los datos. Darían aviso a la fiscalía y las llevarían detenidas por incumplimiento de cuarentena, ya que se encontraban en la vía pública. El pueblo mas cercano estaba a 10 km y se encontraba blindado, el siguiente a 54 km, en las mismas condiciones.
"Llorando y rogando a los gendarmes que no nos llevaran detenidas, explicamos la situación con lujo de detalles. Logramos acceder a la empatía de uno de ellos, con quien estaré eternamente agradecida. Ese hombre desacató el protocolo de llevarnos detenidas a la comisaria de la región, se comunicó con el puesto de gendarmería que estaba a 100 km de esa ubicación, ordenó que detuvieran al micro que estaba por pasar. Y lo más importante, se comprometió conmigo a llevar a mi perrita a su casa, cuidarla, quererla y alimentarla hasta que todo esto terminara y la pudiera ir a buscar. A cambio me pidió que accediera a que él nos llevara hasta el micro para volver a nuestras casas. No tenía opción: o íbamos detenidas y mi perrita quedaba a la deriva, o subía al micro y mi perrita quedaba en su casa. La respuesta fue obvia".
Cadena de favores
Una vez en Buenos Aires, Abril se comunicó todos los días con la familia del gendarme y supo que "Zorrita" estaba siendo cuidada, alimentada y y que recibía mucho amor. Celeste Garzón, una docente salteña, fue quien se ocupó de que Zorrita estuviera en las mejores condiciones hasta que pudiera reunirse con Abril. Mientras, la joven comenzó una campaña en las redes sociales donde apelaba a la solidaridad de la gente con un llamado concreto: si alguna persona viajaba desde Salta a Buenos Aires, le pedía encarecidamente que trajera a Zorrita, su compañera de ruta.
"Celeste y su familia cuidaron a mi perrita durante un mes. En el medio de toda esta locura, la adoptaron como una integrante más de su familia humana y perruna, porque tienen un montón de mascotas que hicieron de Zorrita una amiga más. Celeste se encargó también de llevar a Zorrita a la veterinaria, hicieron todos los controles necesarios y se rearmó su libreta de salud. En el medio de todo el caos que fue dejarla en la frontera, ni cuenta me di de dejarle sus papeles al gendarme".
Fue entonces que apareció Raúl, un héroe sin capa que se ofreció para hacer el traslado hasta la zona oeste de la provincia de Buenos Aires. "Nos prestaron una jaulita y con la ayuda de muchos vecinos, Celeste despidió a Zorrita y la entregó a Raúl, quien viajó con ella día y noche hasta llegar al Mercado Central donde la buscó mi papá. Así se cerró el último eslabón de esta cadena. Mi papá le agradeció a Raúl en nombre mío, de mi familia, y de toda la gente que siguió la historia. Mi zorrita ya está en casa".
Medidas excepcionales
El caso de Zorrita no es aislado. Como Abril, desde que se declaró la pandemia en el territorio nacional, muchos argentinos se encuentran en la situación de tener que elegir: o viajan de regreso a su país o provincia solos (¡abandonando a sus animales!!) o se quedan en el lugar donde se encuentran varados. "En los últimos días hemos recibido decenas de alertas de familias imposibilitadas de regresar, ya sea en avión o en ómnibus. Los animales no humanos con quienes compartimos nuestras vidas son un integrante más de la familia, de otra especie pero con la misma capacidad de sentir. son alguien no algo", enfatiza Eliana Couso, de la Asociacion Civil ALUISA contra el maltrato animal.
Por eso crearon una petición al Ministro de Transporte de la Nación para que tenga en cuenta a las familias que se encuentran varadas con sus animales y exija a los transportistas que permitan a las familias regresar a sus hogares con su familia completa. Se puede fimar en este link.
Sobre el caso de Abril, Couso es tajante en la petición: "el sufrimiento innecesario es un delito penal tipificado en nuestra ley nacional contra el maltrato animal, 14.346. Si se presiona a las personas con hacer abandono de sus animales se estaría incurriendo en ello, pues el abandono conlleva sufrimiento. Sabemos que la situación es extrema por ello requerimos medidas excepcionales también, siempre en busca del resguardo del bien supremo: la vida, sin distinción de especies".
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