Conmigo o sinmigo
Estar sola y encontrar el secador de pelo donde lo dejaste, andar por tu casa con poca ropa, perderte la versión 2004 de tu tarjeta de crédito porque no había nadie para recibir al empleado del correo. Olvidarte de pagar la cuenta del teléfono. Y no rendirle cuentas a nadie.
Estar sola y hacer malabares para ponerte crema en la espalda, resignarte a no poder abrir la mermelada ni haciendo palanca con la cuchilla de picar. Y tomártelo en solfa.
Estar sola porque desechaste una mala compañía, aun a riesgo de quedarte sola. Que algunos te pregunten, con tono de culebrón: Por qué estará sola una chica así, como vos.
Estar sola y pensar que es para siempre. Enredarte con cualquiera (para no estar sola). Quedar pegada a los que se declaran incapaces (de dar afecto). Intentar cambiarles el discurso, haciendo la vista gorda a los escorpiones que traicionan a las ranas porque es su naturaleza.
Estar sola y disfrutarlo. Que no te importe nada un poco menos de crema en la espalda. Que cambies la mermelada por el frasco de aceitunas (ya estaba abierto, ¡y son españolas!).
Estar sola y descubrir a alguien con quien vale la pena enredarse. Sin escorpiones ni ranas. Desorientarte. Tener miedo de perderte lo bueno de estar sola. Tomarte -sola- un café en un bar mientras respirás, aliviada, pensando cuán libre podrías sentirte en buena compañía.
*Editora de la Revista
lanacionar