Conflictos que se actualizan
¿Salimos a correr juntos todas las mañanas de las vacaciones o cada uno hace la actividad deportiva que más le gusta por separado? ¿Te molesta si salgo hoy a la noche con amigos? Estas preguntas que parecen triviales, no lo son. Con frecuencia, tienen por debajo una larga lista de conflictos no resueltos que suelen reactualizarse en las vacaciones, cuando el descanso abre una válvula de escape para permisos y licencias personales.
La cuestión no es sencilla ya que muchas veces no resulta fácil equilibrar las aspiraciones personales con los requerimientos de la pareja. La pregunta de fondo es, entonces, ¿qué lugar tienen las necesidades individuales en la vida en común?
Esta discusión cobra relevancia cuando observamos que, particularmente, los más jóvenes construyen vínculos a partir de nuevos paradigmas. En una sociedad cada vez más individualista, la pareja es un conjunto de dos, con áreas comunes que son centrales, pero con un importante margen para lo personal, para aquello que no se comparte.
A partir de este modelo, cada una deberá establecer sus propios pactos, acordando los límites de lo permitido. La frontera que separa lo que se puede y lo que no, lo que está bien y lo que incomoda, es cambiante y los obliga a ambos a un ejercicio de permanente franqueza.
Equilibrio inestable
Que uno de los integrantes de la pareja salga de noche con amigos, por ejemplo, habría sido impensable un par de generaciones atrás. Pero nada es perfecto. A cambio de lo que se ganó hoy en libertad, se vive en un equilibrio inestable que compromete con facilidad el tiempo de exclusividad que la pareja requiere. La clave está en comprender que no hay derechos adquiridos, y que lo que resulta posible hoy puede ser inconveniente en otro momento. Por dar ejemplos obvios, dos personas en un noviazgo reciente, de luna de miel, en el puerperio o en cualquier otra de las muchas circunstancias de la vida que la pareja debe atravesar no pueden tener las mismas reglas que una pareja consolidada, en la que el manejo de los espacios personales ha sido hablado.
En algunas parejas, incluso, este es un modelo de convivencia que puede encontrar obstáculos en la personalidad de sus integrantes. Como es esperable, las personas más celosas, dependientes o posesivas no se acomodan con facilidad a estas formas. Igualmente, quienes critican las nuevas maneras de vincularse afirman que están al servicio del hedonismo y que en parte eluden las renuncias necesarias para construir en la convivencia. Algo de todo esto es cierto, pero también lo es que lo que podríamos llamar la cultura de lo individual ha puesto un mayor acento en el otro como único y es a partir del reconocimiento de las diferencias que las nuevas parejas logran fortaleza.
El autor es médico psiquiatra y psicoanalista especialista en vínculos
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