Confesiones de cinco madres
"Aproveché tener que dar de mamar para escaparme de las visitas"
"Digamos que mi marido tardó en ‘caer’ cuando nuestra hija nació. Para él,la licencia eran vacaciones y hacía asados todos los días. Somos los dos muy sociables, pero en ese momento yo sentía que necesitaba anidar con mi bebé y estar tranquila", cuenta Mariana, de 32 años.
Entonces, después de un rato de estar con las visitas, la excusa perfecta hacía su entrada triunfal: "Me voy arriba a dar la teta". Nadie se ofendía, claro, y ella estiraba esos ratos en la cama con su hija.
"Cuando fue un poco más grande y solo tomaba 10 minutos, igual seguí usándolo como excusa para huir", confiesa. Si la cena se alargaba de más o el tema no era interesante, tiraba la "bomba de humo legítima" y desaparecía. "Ahora que ya tiene 18 meses y toma mamadera, tengo que ver qué invento".
"Caminé en corpiño por todos lados, sin darme cuenta"
"Llevé a mi hijo, Joaquín, a hacerse un estudio del oído. Entre otros requisitos casi imposibles para un bebé de 1 mes, te piden que no llore, no se mueva, no respire… tiene que estar lo más quieto posible", cuenta Juana, de 30 años.
Para mantenerlo tranquilo, la médica le pidió que lo amamantara mientras lo evaluaba. Al rato, Juana salió del consultorio con el huevito en una mano, bolso en la otra, y un bretel de la musculosa abajo. Así, con el corpiño de lactancia al viento, caminó por toda la sala de espera, el pasillo, el ascensor y el estacionamiento, hasta que se subió al auto y se dio cuenta.
"Intercambié teta con mi cuñada"
"Estaba bañando a mi hija, Feli, de 5 meses, y a mi sobrino, Benicio, de 2 meses. La terminé de enjuagar a Feli primero y se acercó mi cuñada, la mamá de Benicio, a atajármela", relata Marina, de 32 años.
Mientras bañaba al varón, a Feli le agarró un ataque de llanto. "A mi cuñada se le ocurrió que podía tener hambre, ¡y ahí nomás le dio de mamar!", cuenta. "Al principio me enojé un poco, supongo que me dio celos que tomara de lo más tranquila, como si nada. Pero ahora, un año después, nos matamos de risa de las ventajas de tener una amiga/cuñada/prima que justo esté amamantando a la par tuya", admite.
"Amé las pezoneras"
"Cuando nació mi hija, en la clínica las enfermeras me dijeron que Jacinta no se prendía bien porque yo tenía los pezones invertidos. Así que me mandaron a comprar pezoneras ("me mandaron" es un decir, fue mi mamá)", dice Pilar, de 32 años.
Con la pezonera, tomó bárbaro. Y le dijeron que cuando se estableciera la lactancia ya podía dejar de usarlas.
"Una amiga (mamá de dos) vino a conocer a Jacinta y me incitó a dejar las pezoneras y a probar de la manera normal. Lo hice y notaba que la gorda estaba más llorona que nunca, le costaba prenderse bien. No es casualidad que, cuando fui al control con el pediatra, Jachu no había engordado nada. Me mandaron a sacarme leche, hacer esto, lo otro. Complicadísimo", cuenta.
Finalmente, una puericultura le recomendó probar con las pezoneras de nuevo. Y se hizo el milagro, Jacinta se prendió de nuevo, quedaba llena tras las tomas y empezó a engordar bien.
"A lo mejor por inseguridad mía, por miedo a que no se alimentara bien o por comodidad, nunca dejé de usar la pezonera, y mi hija tomó teta durante 18 meses con ese plastiquito como intermediario".
"Que es artificial, que no siente tu piel ... me han dicho de todo, pero las dos fuimos muy felices y hoy guardo las pezoneras como si fueran una reliquia. Esos plastiquitos fueron testigos de muchísimo amor", relata.
"Me quedé con las ganas de más"
"En el sanatorio, mi bebé no se prendía. Vinieron como 5 puericultoras diferentes, y cada una me decía algo distinto. Que probara con pezonera y que le diera leche de fórmula con jeringuita metiéndola por adentro del plástico, que mejor la jeringuita por un lado y la teta por el otro… Realmente fue un momento muy difícil", confiesa Sofía, de 34 años.
"Pero yo realmente quería amamantar e hice todo lo posible por lograrlo. Me sacaba leche cada 3 horas, día y noche, y se la daba en mamadera. Además, todos los días trataba de que se prendiera, y a veces lo lograba por un ratito."
"Finalmente, cuando tenía tres meses, un día probé sin pezonera y como por arte de magia se prendió bien. Y comenzó a tomar todos los días, y además yo me seguía sacando leche para aumentar la producción. Disfruté de cada minuto de lactancia", dice.
A los 7 meses de su bebé, Sofía tuvo que operarse de la espalda, y por los medicamentos que le darían, le dijeron que ya no podría seguir amamantando. "Esto me puso muy triste, porque sentí que después de muchísimo esfuerzo finalmente había logrado establecer la lactancia. Pero para poder estar bien por mi bebé, poder alzarlo y jugar en el piso con él, tuve que tomar esa decisión", nos cuenta.
"Creo que nutrir a tu bebé es mucho más que dar la teta. Para mí, es hacer hacer tu mayor esfuerzo para que él tenga todo lo que considerás que necesita para crecer sano y feliz. En mi caso fue una buena leche de fórmula, y una mamá fuerte y sana", concluye.
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