Confesar o no los retoques estéticos, el gran tabú masculino
Aunque cada vez más hombres se someten a tratamientos, muy pocos lo cuentan; botox, liposucción e implantes capilares encabezan el ranking
"Un hombre de unos 50 años llega al trabajo con la cara visiblemente inflamada. «El dentista me dejó así, todo hinchado», se excusó el ejecutivo con sus empleados, que lo miraban fijo. Pero el dentista era inocente. El señor se había hecho un procedimiento estético para verse mejor y le dio pudor contarlo." El que relata la situación es el médico especialista en cirugía plástica Diego Schavelzon, conocido por haber sido uno de los profesionales de Transformaciones, el reality que allá por 2005 se encargaba de mejorar y devolver una nueva imagen a personas con sobrepeso o algún complejo estético importante. Lejos de ser una anécdota aislada, el médico asegura que mentir acerca de los procedimientos estéticos que ellos se realizan es mucho más común que contarlo abiertamente.
A pesar de que las estadísticas en la Argentina y el mundo muestran que cada vez son más los hombres que se someten a tratamientos nada, poco o muy invasivos para verse mejor -las cifras no oficiales en el país estiman que cerca del 15% del total de los que operan son varones-, los que hablan abiertamente de esas mejoras estéticas son pocos, por no decir poquísimos. El secretismo en torno al bisturí que busca soluciones a problemas relacionados con la apariencia es tal que hasta existe entre los hombres un acuerdo tácito de no preguntar acerca de cicatrices o marcas que aparecen repentinamente en el cuerpo y que están acompañadas de un cambio físico contundente. Como si la cirugía plástica fuera el último tabú a derribar en cuanto a la constitución de la nueva masculinidad.
"El hombre es más vergonzoso y miente sobre lo que se hace: si se puso pelo dice que es porque tenía un lunar que se sacó, el otro, que el dentista lo inflamó... La realidad es que a los hombres les da vergüenza decir que se operaron para verse mejor y tapan, ocultan, mienten y se esconden. Para ellos es un tabú. Para la mujer, no. Lo cuenta y lo muestra más abiertamente", asegura Schavelzon, uno de los especialistas que dirigen el centro médico B&S.
Botox, liposucción en el abdomen, párpados, papada, ojeras y ginecomastia (para reducir las glándulas mamarias) entran dentro del menú de procedimientos que los hombres más se realizan. Pero sin dudas el más solicitado es el trasplante capilar y, curiosamente, también uno de los más aceptados socialmente. "Si el hombre se hace un lifting, ahí los hijos y familiares le advierten sobre los posibles malos resultados. Eso no ocurre con el pelo, porque es un campo en el que se ha avanzado mucho y está más naturalizado", dice el doctor Oscar Marinacci, especialista en cirugía plástica.
El gran marketing detrás de la recuperación capilar también contribuye a que los prejuicios se caigan como el pelo. "La publicidad hace que se vea como algo natural. A nadie le sorprende hoy que un conocido se implante pelo. No pasa lo mismo con los demás tratamientos", opina Schavelzon, que asegura que otro procedimiento muy aceptado entre los varones es la rinoplastia. "La cirugía de nariz en hombres puede estar asociada a viejas lesiones deportivas aunque esa persona nunca haya practicado realmente un deporte. Pero como es masculino, se la acepta", sostiene el cirujano.
Para el médico cirujano Néstor Vincent, director de la Clínica Ciencia Estética, el tabú en torno de las cirugías en hombres se trata de un problema más bien generacional: "Antes sí había una cuestión de ocultamiento. Hoy depende de la edad del paciente. Los jóvenes lo comentan sin problemas y algunos lo hacen con orgullo -sostiene-. Los de 40 a 50 tienen que demostrar que todavía son jóvenes y si se hicieron algo no lo cuentan. Y los de 60 para arriba directamente lo ocultan porque decirlo para ellos es aceptar que son viejos. Pasa lo mismo con la tintura: los jóvenes que se tiñen no tienen problema en mostrarlo, pero los demás jamás lo blanquean. Los de 30 nacieron con internet, redes sociales, tienen una cabeza distinta, hay mas tolerancia con estas cosas".
Pero por más que la nueva masculinidad avanza hacia formas más sutiles en campos como la paternidad, eso no significa que haya logrado llenar todos los casilleros. Porque esos mismos hombres que muestran y hablan sin pudor de sus emociones, son los mismos que callan sus retoques. Sin duda, las cirugías estéticas constituyen el último tabú de la nueva masculinidad. A pesar de que los hombres están habilitados a mostrar las cicatrices del alma, todavía no están listos para admitir que ese rostro renovado o esos abdominales marcados son consecuencia de unas pocas sesiones en un centro estético. "Hay todavía un dejo de machismo respecto del tema estético. Pero cada vez va a ser menor porque la sociedad, lamentablemente, impone un modelo de juventud y delgadez que va a continuar vigente -opina Fabián Péerz Rivera, especialista en cirugía plástica y reconstructiva que tiene un 20% de pacientes hombres-. De todas maneras, con la cirugía no resolvés sólo una cuestión estética, sino también emocional."
"Se supone que la belleza masculina debería estar ligada con la rudeza natural. Al recurrir a procedimientos estéticos, algunos hombres lo viven como si los feminizara. Como si el hombre perdiera algo de su virilidad al ocuparse de su imagen. En todos los cuentos infantiles, la que se mira al espejo es la mujer. Culturalmente, el hombre debía ser opaco", sostiene el psicoanalista Juan Eduardo Tesone, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Sin embargo -agrega Tesone- esta visión está cambiando de a poco. "Los procedimientos estéticos son cada vez más comunes y mucho más aceptados por los protagonistas y por el medio cultural." Aun así, pese a que hay mayor aceptación social, y los varones de hoy están mucho más pendientes de la imagen que sus antecesores, no andan gritando a los cuatro vientos que esa evidente mejora se debe al bisturí o a algún tratamiento realizado en un centro de estética. Por el contrario, la desaparición de los "flotadores" es atribuida a largas e intensas jornadas de gimnasio o a una dieta "equilibrada"; la disminución de las ojeras, a la paz interior lograda en armoniosas sesiones de meditación y una cabellera voluminosa a las bondades de un nuevo (y carísimo, por cierto) champú con algún ingrediente secreto, una excusa que Ariel Luongo, un comerciante de 30 años, reconoce haber usado más de una vez para explicar su renovada imagen capilar.
"Aunque los hombres nos cuidamos mucho más, entre nosotros todavía existen las cargadas. Por eso, cuando alguien me hace el comentario de 'qué bien que tenés el pelo', muchas veces respondo que es porque cambié de champú. Igual todos sabemos que en realidad el champú no sirve para nada -reconoce Ariel-. Entre los íntimos lo contás porque es imposible ocultarlo: el tratamiento te obliga a pelarte a cero y obviamente no podés disimularlo", agrega. Como él tiene una larga historia de calvicie familiar, admite que decidió cortar antes de que fuera muy tarde.
Ariel se sometió a un tratamiento en Medical Hair, único centro con la tecnología robotic, una máquina que se encarga de sacar con mucha precisión el folículo piloso para luego implantarlo, manualmente, en la zona deseada. "La ventaja del robot -describe Ariel- es que el procedimiento es menos doloroso y los resultados, mejores y más naturales."
También está el caso de Iván Ocampo, un cientista político y filólogo español de 35 años que viajó esta semana desde Chile, país en el que vive, para acompañar a un amigo a hacerse el mismo tratamiento que él se hizo hace algunos años : la ginecomastia. Su cambio continuó con una lipo láser, siempre con su cirujano de confianza, Fabián Pérez Rivera. "En Chile son pocos los pacientes hombres comparados con los de la Argentina. Aquí, la cultura estética está más aceptada que en un pais tan conservador como Chile, donde está mal visto operarse", sostiene Iván, que dice que la cirugía de reducción de pechos es de las que más cuesta blanquear porque se la relaciona con la hombría. "Para mí fue un cambio rotundo: estaba siempre con los hombros hacia adelante y usando ropa holgada para disimular."
Acaso la excepción que confirma la regla y que rompe con el secretismo en torno de las cirugías masculinas sea Franco D'Atellis, un especialista en marketing de 40 años que no tiene inconvenientes en confesar el secreto de su rostro "descansado" y cuerpo renovado: botox, rellenos y coosculping, la técnica no invasiva que congela (y elimina) la grasa rebelde. "Siempre me cuidé, pero hace cinco años empecé a hacerme pequeñas cositas para mejorar un poco la estética. Tenía arrugas en la frente y patas de gallo por los años de exposición al sol sin protección. Me hacían más grande y quise mejorarlo."
Ante la requisa de sus conocidos, Franco asegura que es sincero. "No tengo drama en contar que me hago tratamientos estéticos. Así como voy al gimnasio para sentirme bien, voy a hacerme bótox, rellenos y tratamientos para verme mejor. Lo cuento sin ninguna historia, para mí es como contar que me corté el pelo, pero la mayoría no lo cuenta o miente", dice el especialista en marketing, que asegura que el varón hoy soporta presiones que antes no tenía. "En el ámbito laboral el hombre compite palmo a palmo con la mujer. A igual capacidad, la imagen termina por decidir la suerte de uno y otro. Y entre los hombres también existe la competencia, ahora todos miran cómo estás vestido. Ya no se usa ponerte lo primero que ves en el placard", asegura.
En esta sintonía, Tesone asegura que muchas veces la cirugía estética en hombres no sólo está ligada con un requerimiento narcisístico personal, sino también a las exigencias del medio laboral. "Se tienden a privilegiarlos rostros jóvenes y la imagen en desmedro de la capacidad -plantea. La sociedad actual, a diferencia de otras épocas en las cuales se privilegiaba la experiencia, tiende a privilegiar la imagen de juventud. Envejecer, en algunas ocasiones, puede significar la pérdida del trabajo y la reinserción en el medio laboral a partir de los 50 años. Si los procedimientos estéticos tienen este auge entre los hombres, es en parte ligado a este temor."
Por otro lado, el doctor Fernando Felice, director médico del Centro Vesalio Estética asegura que la cirugía estética asociada sólo a un tema de vanidad es una visión sesgada. "Hay mucha desinformación y la gente opina si saber muy bien cuándo está indicada cada cirugía. Los que desconocen el tema lo ven como algo superficial, pero no saben qué siente ese paciente que quiere operarse, no entienden los motivos que lo llevaron a querer mejorar su imagen o su cuerpo. Yo, como cirujano, no le digo que sí a cada paciente que quiere operarse. Trato de ir más allá y de entender qué lo lleva a querer realizar esa intervención", dice el médico que atiende a una gran cantidad de hombres, entre ellos a Franco D'Atellis, uno de los pocos que habla abiertamente sobre sus retoques.
En épocas de igualdad de géneros, las cosas siguen bastante desiguales en el campo estético: "Si la mujer se opera para verse mejor todo el mundo la apoya. Si un hombre se opera para verse mejor, es superficial", se queja Franco. Pero a él no le importan los comentarios. Y tampoco es rencoroso: a muchos de los que lo miraban de reojo, les pasó el número de su cirujano plástico.
Producción de Florencia Nijensohn
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