"Vos querida, ¿podés hacer un shooting mañana?", le preguntó Teresa Napolillo, una reconocida periodista argentina mientras entraba esa tarde al aula y se disponía a acomodar los materiales para empezar a dar la clase. No tuvo tiempo siquiera de pensar lo que le estaban ofreciendo en ese mismo instante pero su respuesta fue contundente. "Sí, claro", le dijo con una sonrisa nerviosa.
Criada en Ciudad Jardín, en un barrio alemán en la zona oeste del gran Buenos Aires, Ayelén Mateu nunca imaginó que su futuro iba a estar ligado a la moda. Al menos no durante su infancia que había estado fuertemente marcada por el deporte de alto rendimiento. "A los 6 años acompañé a mi papá a llevar a mi hermano más grande a su clase de fútbol y de lejos vi unas chicas haciendo gimnasia. Al sábado siguiente, sin decirle a nadie, me puse unas calzas abajo de la ropa. Cuando llegamos al club le pedí a mi papá si podía ir con esas chicas. Sin saberlo ese fue el primer día de mi carrera profesional. Todo empezó como un juego deportivo, a los pocos años me convertí en la capitana del equipo de Gimnasia Rítmica del club. Entrenábamos casi todos los días, incluso los sábados. En ese tiempo adquirí el valor por el método y la disciplina. Aprendí lo que significa el trabajo de hormiga, es decir, trabajar todos los días de tu vida para ver resultados a largo plazo".
En el colegio se distraía dibujando los trajes de las gimnastas que su grupo iba a usar en las competencias. "La gimnasia rítmica es un deporte muy estético y armonioso. Se compite con un programa con música y los elementos y trajes que se usan en los eventos son convertidos en obras de arte por cada gimnasta. Me acuerdo que mi programa con pelota era con la canción de la pantera rosa, así que mi pelota era rosa marmolada con un traje rosa lleno de cristales plateados. Cristales digo ahora, pero en ese entonces eran unos simples brillitos pegados a la tela. Esa fue mi primera experiencia combinando artes. En el programa de aro, competía con música de Astor Piazzolla y mi malla de competición estaba inspirada en el tango. Nos dejaban elegir los bordados, los colores, las texturas. ¡Ir a la modista era un programón!".
Sello personal
En el secundario, Ayelén siguió la orientación en ciencias humanas y sociales. Al llegar al último año tuvo que hacer una tesina y ella eligió hablar sobre cómo la moda reflejaba el humor social a lo largo de los años. "Tenía una profesora a la que le encantaba la moda y me hizo estudiar la historia de la moda, me habló por primera vez de Coco Chanel. Ese fue mi primer flechazo con la moda". Cuando finalizó sus estudios secundarios quiso estudiar Marketing. Pero en los primeros dos meses de la carrera, mientras aprendía a usar planillas de cálculo y se adentraba en materias como derecho y contabilidad, sintió que estaba haciendo algo que no le gustaba. "No podía prestar atención. Así que decidí dar vuelta la cosa, me cambié de carrera y empecé Producción de Moda en la Universidad de Palermo".
Aunque en ese entonces la carrera estaba en sus comienzos y las redes sociales no habían alcanzado su apogeo con información, cursos y servicios, Ayelén sintió que tenía la posibilidad de encontrar en ese ámbito una gran fuente de contactos. Martín Tellas, actual dueño de Socialité PR, fue uno de ellos. "Fue él quien me sugirió que Ayelén no era un nombre muy fashionista y me recomendó cambiarlo. Me puso de ejemplo a María Cher que había acortado su apellido para que fuera más marketinero. Entonces, como yo era fan de las gemelas Olsen y una se llamaba Ashley, pensé Ash Mateu. Y eso fue el primer día de mi marca personal, a partir de entonces le decía a todo el mundo que me llamaba Ash Mateu".
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Teresa Napolillo, aquella profesora de la facultad, fue su segundo gran contacto. A partir de su propuesta de trabajo, la joven Ash fue adquiriendo experiencia y cintura en el trato con modelos, actrices y personalidades de la moda. "El hueco que se había abierto para trabajar en la revista era para hacer todo el trabajo que nadie quería hacer. A las productoras más experimentadas les tocaba trabajar con las protagonistas de las novelas o las súper estrellas de la música y a mí me tocaba devolver la ropa, vestir a los hombres o las actrices de reparto. Mi gran oportunidad fue el día en que fui como asistente a hacer la producción de tapa con una actriz. Ella y la productora no congeniaron, a la actriz no le gustaba el lugar, ni la ropa, realmente no se sentía identificada y pidió reprogramar y que estuviera yo para asistirla. Y esa fue mi primera tapa de revista. Desde ese día, las actrices me abrieron las puertas el mundo de la publicidad, la televisión. Ellas eran las que pedían que me contrataran en proyectos por fuera de la revista. ¡Fue tan encantador como intenso! Siempre digo que la clave de ser productora de moda es la resistencia física". Luego llegaron los trabajos en forma independiente, los viajes y el interés de las marcas y particulares por trabajar con ella.
Espacio de creación
Fue en ese contexto que Ash sintió la necesidad de compartir lo que había aprendido en todos esos años. "Le propuse a mi asistente y compañera hacer un curso donde enseñáramos todo lo que habíamos aprendido a los golpes al terminar la facultad. Nos habían enseñado de colores y formas, pero no sabíamos nada sobre el oficio".
Así surgió la idea de crear Inside Studios. No contaban con dinero pero sí con tiempo, ganas y buenos contactos. "Hicimos un Powerpoint, le pedimos a las actrices que conocíamos si nos ayudaban con un post en Instagram, que hace 6 años no estaba monetizado como lo está hoy. ¡Así que todo el mundo nos ayudó! Me acuerdo que cuando postearon Mica Tinelli, Emilia Attias y Gimena Accardi nos estalló la bandeja de entrada con preguntas. ¡Fue increíble!".
Con una inversión inicial de 10 mil pesos para pagar por el espacio físico para dar las clases, la balanza en la vida laboral de Ash Mateu pronto comenzó a inclinarse a su favor. Sin embargo, Inside Studios estaba lejos de ser su principal fuente de ingresos. "En aquel entonces nos convertimos en emprendedoras. Fue difícil aprender a serlo y encontrar el equilibrio emocional entre tantas oportunidades y trabajos. Pero hoy puedo decir que valió la pena y que este proyecto me cambió la vida y me convirtió en la mujer más plantada que soy hoy".
Ofrecieron entonces un curso, luego lo repitieron y ensayaron diferentes formatos. "Nuestro objetivo era construir una empresa con la estructura más chica posible. Estábamos convencidas de que en la Argentina los servicios funcionan mejor que la industria y ya desde los inicios sabíamos que la forma de escalar el emprendimiento tenía que ser apoyándonos en la tecnología. Pensamos así en una plataforma que uniera a toda la comunidad de jóvenes profesionales que tenían en común la moda y sus sueños por trabajar en ella". Desde ese momento a la fecha sus alumnos ya hicieron campañas para Vogue Italia, fotografiaron para grandes marcas de lujo como Carolina Herrera, Calvin Klein, Burberry, entre otras.
Pandemia mediante, la propuesta se transformó y hoy la oficina de Ash es el centro neurálgico de Inside Studios y desde donde ella dicta sus cursos y comparte sus conocimientos. En su mesa de trabajo busca que no falte nada que considera necesario. Antes de empezar elige los libros en los que se va a apoyar, pone flores y prende una vela.
De su primer empleo formal, en un local comercial de la marca Wanama, aprendió la importancia de la playlist dentro de la experiencia de compra y el aroma para crear un ambiente. "Desde aquel entonces soy fanática de las flores y las velas. Siempre que tengo que trabajar agarro la computadora, algo para escribir y algo que huela bien. Tengo un perfume de hombre que me encanta y me lo pongo en las muñecas antes de hacer una entrevista en vivo, o compro flores, en lo posible de la florería que está en el Palacio Duhau. Es clave conectar los sentidos para sentarme a crear y trabajar en proyectos estéticos".
Miles de alumnos ya vieron las clases de Inside desde que empezó el aislamiento social. "Me genera mucha ansiedad dar información de calidad de una forma entretenida y dinámica. Antes las clases eran para 40/60 personas, pero hoy la digitalización de la industria educativa nos extendió el alcance y es ese volumen en la audiencia el que nos genera mayor responsabilidad sobre los mensajes y contenidos que exponemos".
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