Un hecho de inseguridad fue el disparador. Sin embargo, la idea de tener una mejor calidad de vida empujó a Gerardo y su familia a alejarse de la ciudad y conectarse con otros valores.
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Siempre sintieron que necesitaban dar un paso más allá para alcanzar su bienestar. Se habían conocido en la localidad de Martínez, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires. La conexión fue inmediata entre ellos. En 1989 contrajeron matrimonio y pronto la familia se agrandó. Vivieron en La Lucila con dos hijos hasta el año 1996, que se mudaron a una quinta de 3000 m en un barrio abierto en Tortuguitas, mientras se construía la nueva y cuestionada Panamericana.
“Siempre nos sentimos innovadores en las decisiones familiares. Cuando nos fuimos a Tortuguitas, antes de que compráramos la quinta, los chicos empezaron las clases y viajábamos de La Lucila al colegio North Hills. Para volver a la Lucila hacíamos un pool con otra familia de Martínez. En lo diario, yo llevaba a los chicos al colegio, iba a mi estudio de fotografía en el barrio de Belgrano y volvía cerca de las diez de la noche. Mi mujer Paz se quedaba en casa, al principio solo con los dos hijos que nacieron estando en Tortuguitas. En ese entonces daba talleres de comunicación familiar y cuando terminaba, a la tarde, los buscaba a los otros en el colegio”, recuerda Gerardo Merello.
Finalmente, cuando lograron instalarse de manera definitiva en Tortuguitas, la inseguridad comenzó a ser un tema cada vez más preocupante. “Aunque nunca nos pasó nada en casa, en mi estudio me asaltaron a mano armada, con un disparo que pasó a 50 centímetros de mi cuerpo y dos horas como rehén de un ladrón. Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Por otro lado, la vida en zona norte implicaba muchos viajes en auto, tanto para mí como para mi esposa y con distancias largas. El colegio donde iban los chicos en un momento quedaba en Los Robles de Pilar, a unos 23 km. Después yo iba a mi estudio en Belgrano, para volver hacía 40 km de vuelta a casa y llegaba con los chicos dormidos. Ya con 5 hijos, de 2 a 13 años, veíamos un futuro en el que estábamos más tiempo en el auto que disfrutando la vida”.
Hacia una mejor calidad de vida
La realidad era que el matrimonio estaba inquieto con el modo de vida que llevaba. Comenzaron a pensar cada vez más seriamente en la necesidad de hacer un cambio importante y priorizar ciertas cuestiones que habían pasado a un segundo plano. “Queríamos darles a los chicos la misma infancia de independencia que habíamos tenido nosotros, en Martínez, para que pudieran jugar en la calle, ir al colegio en colectivo, en bicicleta o caminando”.
Y fue en ese clima que Gerardo encontró tres apoyos -como en el trípode de fotografía, base de su trabajo- para tomar la decisión de dejar Buenos Aires y trasladarse con su familia a la ciudad de Tandil. En primer lugar, buscaba una mejor calidad de vida. Luego, necesitaba darle un giro a su trabajo. “La imagen está en mi vida desde que tengo uso de razón. Mi padre filmaba con su equipo Bolex, el mismo que usaban los periodistas, pero para sus filmaciones caseras. Tengo imágenes a color desde que era bebé. La fotografía la incorporé profesionalmente en los 90 y llegué a ser uno de los más reconocidos en Buenos Aires. Luego, empecé a trabajar en videos de casamientos en 1982, cuando muy pocos lo hacían. Pero en ese momento sentía que necesitaba darle una vuelta de tuerca a mi trabajo”. Finalmente, el tercer motivo que lo empujaba a dar el paso era una cuestión filosófica, social y política. “Siempre pensé en un país federal. Ir a Tandil era poner un granito de arena a ese ideal”.
Del barrio a la sierra
Concretaron los planes en 2004. La mudanza en sí fue muy fácil. Quizás, a la distancia, creen que la que más sufrió el cambio en ese momento fue la mayor de las hijas, que entonces tenía 13 años. “Pero ahora está feliz, casada con un tandilense y con su primer hijo de 5 meses. Siempre nos agradece haber hecho el cambio”.
Buscaron alquiler. No fue fácil, tuvimos una “premudanza” por un mes, luego pasaron otro mes a una casita cerca del dique. La definitiva fue una casa antigua pero muy grande en la parte vieja de Tandil, cerca de la estación. “Me causaba gracia que veníamos de una quinta con verde y habíamos parado en una casa con empedrado en la calle y que pasaba el colectivo por la puerta. Pero sabíamos que era temporario”.
Acomodados, aunque no instalados definitivamente, en el lugar que sería el hogar por muchos años, Paz siguió con los talleres de comunicación en Tandil. En tanto, Gerardo seguía viajando a Buenos Aires para mantener en funcionamiento el estudio. Después de dos años de esfuerzo y dedicación logró hacer una clientela fija en Tandil, dejando de a poco de viajar, hasta que cerró el estudio.
La mudanza trajo muchos cambios positivos. “Nos cambió en la relación familiar, yo empecé a estar más tiempo con los chicos. Trabajaba ya desde casa cuando empezó a ser más fácil el uso de internet para comunicarme con los clientes. Estaba más presente con los chicos y, sobre todo, con Paz. Ella empezó a jugar hockey en la categoría Mamis, a pesar que de chica nunca había jugado. Se hizo de un gran grupo de amigas y viajaron a varios torneos en diferentes provincias. Los chicos jugaron mucho al golf, en la escuelita del Tandil Golf Club, participando de torneos regionales. También practicaron rugby y hockey en el club Los Cardos y llegaron a primera división. Otra faceta importante es que había más tiempo para la música por parte de Paz, que les inculcó su pasión a nuestros hijos. En resumen, lo que más nos cambió fue en la libertad de encontrar lo que cada uno quería hacer de su vida”.
Años más tarde, cuando vendieron la quinta de Tortuguitas, compraron un terreno en un barrio más nuevo, con un campito al frente y la vista de las sierras. Ya hace unos 13 años que viven allí, la casa se valorizó bastante y están pensando en mudarse a otro sitio más alejado de Tandil para la nueva etapa, que les permita tener una cabaña para alquilar, ya que los hijos crecieron y no están con sus padres. “Tal vez esta historia ayude a muchas otras familias a no perder el foco de lo que es importante en su vida. Creo que el cambio de espacio, de lugar, es un factor fundamental para que haya modificaciones profundas y trascendentes en cada uno de nosotros”.
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