Taringa nació, y creció, en un contexto caótico en el que la internet era un salto a lo desconocido: llegó a tener 75 millones de usuarios por mes
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Es el nombre de una localidad australiana. Sin embargo, para los argentinos, la primera aceptación para la palabra “Taringa” refiere (sí, en presente, porque sigue existiendo) a una plataforma online, un espacio de libre expresión, donde los foristas, que se autodenominaron “taringueros”, comparten noticias, chistes, recetas, historias de vida...
Fuertemente asociada con la piratería, Taringa alcanzó su máxima popularidad entre 2007 y 2012, según Matías Botbol, uno de sus gerentes históricos: “Durante esos cinco años dorados, el sitio web tuvo más tráfico que los principales medios de comunicación del país”, asegura.
Una negociación que empezó por MSN
Matías Botbol compró Taringa en 2006. Quería utilizar el foro (”lleno de nerds”, dirá más adelante) para potenciar otro negocio. Pagó 5 mil dólares. Tenía dos socios: su hermano, Hernán, y su amigo, Alberto Nakayama. Desde Austin, en los Estados Unidos, donde vive hoy, relata los acontecimientos que marcaron esta crónica única.
-¿Quién fundó Taringa?
-Lo creó un chico llamado Fernando Sanz (alias cypher) en 2004. Era un adolescente, tenía 15 ó 16 años. Estaba aprendiendo a programar y creó el foro. Él quería replicar un sitio extranjero llamado Teoti. Y en principio, su idea era usarlo para divertirse con sus amigos y compartir contenido.
-¿Cómo se dio el contacto entre él y ustedes?
-Con mi hermano y Alberto habíamos creado una empresa de hosting, “subdominio.com.ar”. Vimos que, si bien todo el mundo podía crear un sitio web en forma gratuita, al registrarlo te daban una URL larguísima. Una dirección imposible de potenciar. Entonces nosotros registramos 200 dominios “.com.ar” y se los vendíamos a las personas que habían creado su URL gratuita. El subdominio (hosting), luego te redireccionaba a las páginas que habían creado ellos. El contacto con Fernando se dio porque quisimos ofrecerle ese servicio. Notamos que Taringa tenía un público estilo nerd, que era del tipo que buscábamos, porque esas personas son las que buscan un hosting, y la página de Fernando nos servía para publicitarnos. Lo contactamos por MSN Messenger y tuvimos nuestras primeras charlas por ahí.
-¿Cómo surgió la posibilidad de comprarle el sitio?
-Bueno, lo que Fernando pensó como algo para divertirse se había convertido en un éxito. Primero lo usaban sus amigos, únicamente. Pero después Taringa creció y llegó a tener mucho tráfico. Eso le trajo problemas de infraestructura. Ahí lo empezamos a ayudar y pegamos onda. Nos contó que tenía pensado venderla porque se quería ir de viaje a Cuba y Costa Rica. Se la compramos por 5 mil dólares. Todavía me acuerdo que fuimos a una cueva para pagarle.
-¿Les dijo por qué lo llamó “Taringa”?
-Sí. Nos dijo que eligió cualquier nombre. Estaba entre Taringa, Taranga... todos parecidos. No había un significado detrás, no sabía que había una localidad australiana con ese nombre.
-Ustedes decidieron conservar el nombre.
-No nos gustaba mucho, pero era pegadizo, no te lo olvidabas más. Y tenía una ventaja: se escribía como se escuchaba. Decidimos mantenerlo, pero había un problema: el dominio Taringa.com era de una clínica australiana de limpieza de colon... Entonces nosotros usamos el dominio “.net”. Más adelante, después de negociar un acuerdo con el dueño de la clínica, compramos el dominio “.com”. Pero como el “.net” se había convertido en parte del nombre de Taringa, la gente llamaba al sitio “taringa punto net”, entonces lo que hicimos fue poner un re-direct del “.com” al “.net”. Lo reprogramamos y lo lanzamos en 2007.
-¿Qué era Taringa en esa época? ¿Cómo lo definirías?
-Era una comunidad. A diferencia de las redes sociales, las relaciones entre las personas se construían alrededor del tipo de contenido que compartían. Lo que interesaba eran las publicaciones, no las fotos de los usuarios. Y se daba una cosa bastante democrática: no importaba si el que participaba del otro lado era famoso, rico o pobre.
-¿Cómo estaban organizados los contenidos?
-En categorías: noticias, recetas de cocina, juegos... La lógica era que un post funcionaba como el equivalente a un post en un blog, donde la gente se sentaba a escribir y creaba como un artículo, un texto largo. Y había un sistema de puntos. Los usuarios tenían diez puntos para dar por día. Los posteos que tenían más puntos salían destacados en la home-page, y podías ver las publicaciones top del mes. Había todo tipo de contenido, salvo cosas muy específicas, como contenido adulto, contenido racista o contenido que fuera peligroso, como apologías al delito o ese tipo de cosas.
-¿Cuál era el perfil del “Taringuero”?
-En esa época, Internet era muy de nicho. Hoy cualquiera tiene una cuenta de Instagram o Facebook... En Taringa se reunían los fanáticos de la tecnología, que en ese momento eran los que más navegaban en Internet.
-De pronto, Taringa comenzó a crecer, su nombre se hizo popular. ¿Recordás cuándo fue que apareció en los medios de comunicación tradicionales?
-Sí, fue a partir de una historia muy particular. Taringa era medio “under” en un punto. Un día apareció Gonzalo Pazos, un usuario cuyo padre se había marchado de casa cuando era chico, y a quien había estado buscando durante un buen tiempo. Compartió su historia en un post de Taringa y se generó una cadena muy interesante, de donde obtuvo muchos datos. Parecía que el papá estaba en otra ciudad. Se dirigió a la dirección indicada y lo buscó. Ahí descubrió que su padre había fallecido, pero que tenía medios hermanos. A través de ellos, conoció la historia de su padre. Esa fue la primera vez que Taringa salió en un medio de comunicación. A mí me impactó porque le cambiamos la vida a una persona: ¡era algo más que estar boludeando en Internet! Empezamos a tomar noción del poder que tenía esto y de todas las cosas positivas que podía generar para la sociedad.
-Muchas personas encontraron, en su plataforma, un medio para expresarse.
-Es que en esa época había pocos canales para expresar ideas de forma pública: podías enviar una carta de lectores a un diario y si el editor elegía, la publicaba. Lo que pasó con Taringa es que un montón de gente se empezó a expresar salteando los medios tradicionales. Se empezó a romper el paradigma de quién tenía el poder de comunicar.
-¿Cuándo fue el año de apogeo de Taringa?
-El pico habrá sido en 2011, cuando teníamos 75 millones de usuarios únicos por mes. Taringa fue el sitio más grande de Latinoamérica. Estuvimos entre los 100 sitios con más tráfico del mundo.
-¿Cuántos empleados llegaron a tener?
-Entre 40 y 50 personas dedicadas a Taringa.
-¿Tenían oficinas?
-Sí, en el edificio que está sobre la librería El Ateneo Grand Splendid, en la avenida Santa Fe. Estuvimos 10 años ahí.
-¿Poringa también fue un proyecto de ustedes?
-Cuando compramos Taringa, tenía una sección de contenido adulto. No queríamos tener ese contenido en el sitio, así que teníamos dos opciones: eliminarlo o moverlo por otro lado. Así creamos Poringa, un clon de Taringa, pero exclusivo para ese contenido.
-Taringa siempre estuvo asociado con la piratería y las descargas ilegales. ¿Cuál es tu explicación?
-Lo que pasó fue lo siguiente: en Argentina y en Latinoamérica no había ninguna ley (y no la hay hasta el día de hoy) que regulase cómo se manejaban los contenidos generados por terceros dentro de una plataforma. Nosotros, desde el principio, armamos una estructura basándonos en una legislación de los Estados Unidos que se llama el Digital Millenium Copyright Act (DMCA), una ley de 1998, que de alguna forma lo regulaba. La DMCA dice que si algún usuario publica algún contenido que recibe una denuncia, el sitio lo tiene que dar de baja. Mientras, la parte que lo generó puede mostrar si tiene los derechos sobre el contenido. Si los tiene, se vuelve a publicar. Si no los tiene, no se publica más. Nosotros usamos esa estructura legal, así funcionamos históricamente.
Lo sucedió después fue que algunos usuarios usaron Taringa para compartir links a descargas ilegales. Muchos te dirigían a sitios como Megaupload, que tuvo problemas con el FBI. Ellos subían el archivo (de música o películas) ahí y compartían el link en Taringa. Hasta que nos denunció la Cámara Argentina del Libro.
-¿Por qué?
-Se hablaba del cambio de paradigma en la lectura. Las editoriales estaban preocupadas, temían fundirse. Sentían que los piratas iban a comprometer su negocio. En 2009 nos iniciaron una causa penal por violación a la ley de derechos de autor. Ahí empezó un juicio que duró 9 años y terminó siendo muy mediático. ¡Corríamos riesgo de ir a la cárcel!
-¿Cómo enfrentaron la situación?
-Teníamos la posibilidad de hacer una probation, pero decidimos ir a juicio y marcar un precedente. Para nosotros era una forma de cuidar la libertad de expresión porque, como intermediario de Internet, si uno tiene que estar regulando la información que publican los usuarios para que no te metan preso, te terminan forzando a hacer censura previa.
-¿Quién los representó?
-Carlos Beraldi, el abogado de Cristina Kirchner. Nos lo recomendaron y nos acompañó en todo el juicio. Fue un proceso largo y tedioso, pero fue nuestra decisión llegar hasta el final. Terminamos ganando, en 2018.
-¿Por qué Taringa perdió popularidad?
-Durante el juicio decían que éramos unos delincuentes y mucha gente nos empezó a ver como algo negativo. Eso nos afectó en la parte comercial. Pero también influyó la aparición de las redes sociales y el uso masivo de Internet. Muchos de nuestros usuarios pasaron de usar Taringa exclusivamente a repartir su tiempo entre Taringa y otras páginas.
-¿Cuánto llegó a valer Taringa?
-Aproximadamente 20 millones de dólares. Tuvimos varias ofertas, pero siempre respondimos que no.
-Vendieron Taringa en 2019. ¿Por qué?
-Terminamos vendiendo en 2019 a una empresa de cripto por una cuestión de entender que era lo que se venía y porque no podíamos llevar adelante la parte cripto. Después de muchos años, uno quiere pasar página.
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