Una de las tantas crisis del país lo obligó a barajar y dar de nuevo; pero jamás imaginó que tocar fondo lo sorprendería.
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Pensó que quizás sería una más de las tantas crisis económicas que había atravesado en su vida como emprendedor en la Argentina. Pero esta vez algo era diferente. Hacía más de un año que los 22 empleados que trabajaban en la fábrica de Lomas de Zamora, en la provincia de Buenos Aires, que con tanto esfuerzo había montado, asistían al galpón para jugar al metegol o tomar mate. El caudal de trabajo había bajado a cifras preocupantes en los últimos meses. Y, aunque en algún momento no muy lejano se habían posicionado como el productor número uno de protectores de teléfonos celulares, ahora el panorama no presentaba ningún signo alentador.
No era la primera vez que debía sortear obstáculos. Para esa fecha -y con un paso que dejó huella en su memoria por la carrera de Bellas Artes-, Mariano Severini (48) contaba con más de diez proyectos y negocios concretados en su haber. Había fabricado protectores para teléfonos celulares, materiales publicitarios para empresas multinacionales y productos de decoración y de iluminación, entre otros. Siempre con un denominador común: el diseño industrial y la producción nacional.
¿Pagar sueldos o comprar tela?
“Ya habíamos conocido la adversidad. Nunca nada nos había resultado fácil. Yo había empezado solo en el garaje de mi casa. Más adelante pasé a trabajar en un sector de un taller que me prestó mi suegro. Recién después pudimos alquilar nuestra primera nave industrial en Lomas de Zamora. Pero siempre el comienzo había sido desde cero y sin presupuesto para la inversión inicial”.
Sin embargo, ahora, al borde de la quiebra, se veía obligado a tomar una decisión que cambiaría su vida -y las de su entorno laboral- para siempre. El pago del los sueldos estaba atrasado, la línea de teléfono fija se encontraba nuevamente cortada por falta de pago y el alquiler del galpón donde funcionaban tanto el taller como las oficinas, estaba a punto de ser rescindido.
“De pronto nos encontramos con una crisis que el país nos regala cada tanto. Éramos 26 familias que dependíamos de un taller que estaba, prácticamente, parado. Teníamos que elegir entre pagar la quincena a los empleados o comprar dos rollos de tela. Y los empleados nos dijeron que compráramos la tela”.
Un apodo que hace historia
Criado en la ciudad de La Plata, Mariano Severini había estado vinculado al deporte desde temprana edad. De su paso por el rugby, conservaba amistades del legendario club Los Tilos, anécdotas divertidas y el apodo “Weis” que sentaría un antes y un después entre los corredores de trail. También había conocido las actividades de montaña de la mano de quien fuera pionera en cubrir los diez picos de 6.500 m.s.n.m en el país; disfrutaba de el trekking y estaba en ese entonces aprovechando sus cualidades en el running de montaña. “Había descubierto que era feliz en contacto con la naturaleza y en el running tenía habilidad para cubrir las distancias ultra, aunque sin cronómetro, era algo que me permitía conectarme con otras sensaciones”.
Siempre atento a las oportunidades, había observado que los corredores de montaña usaban para los entrenamientos o las carreras, chalecos de hidratación que traían de otros países. Imaginó un nuevo proyecto y lo soñó a lo grande. Hizo una investigación de mercado. “Acá no se conseguía nada. En medio de una crisis existencial y sin nada que perder, con mi socio Javier Devoto hicimos un primer prototipo de un chaleco de hidratación. Y se lo dimos a Lucho Pilatti, un amigo que iba a correr la Ultra-Trail de Mont-Blanc (N. de la R.: es una ultramaratón de montaña de 171 km que tiene lugar anualmente en los Alpes y atraviesa Francia, Italia y Suiza y es considerada la más prestigiosa del mundo). Era un delirio absoluto. Y así empezó todo”. Luego se les uniría como socio Alejandro Singer para conformar la sociedad tal como es hoy.
La estrategia del pez globo
Tuvieron que importar tela para poder darle al chaleco la calidad que buscaban. El objetivo era claro: la producción debía ser nacional y con estándares de calidad internacionales. Un ambicioso plan de marketing les permitió hacerse conocidos y comenzar a posicionar el producto entre los referentes del running de montaña en el país. “Recurrimos a la estrategia del pez globo. Parecíamos grandes y presuntuosos, pero la realidad es que, detrás de escena, éramos unos pocos poniendo todo lo mejor que teníamos en ese momento. El marketing es eso en definitiva”.
Cuando se trata de cumplir sueños, Severini asegura que le gusta poner la vara alta. Por eso, al momento de estudiar a los competidores, no miró hacia la producción nacional, sino que apuntó al trabajo que hacen las grandes marcas internacionales. Lo hizo pensando en el futuro. Proyectó en calidad pero también en prestaciones. El esfuerzo rindió sus frutos: Weis, la marca de indumentaria deportiva que nació en medio de una crisis, fue elegida en una exposición internacional como una de las diez mejores para correr ultramaratones.
Después de ese comienzo tan inesperado, Severini y su equipo pasaron más de dos años explorando la forma de producir los chalecos en serie. “Nuestro principal desafío acá en Argentina es y será encontrar gente que quiera hacer productos de primera calidad. Es muy difícil. Nosotros fabricamos acá 100% para abastecer el mercado local. Para una firma argentina es todo un logro. Somos del tercer mundo, no tenemos tradición en este rubro y eso nos dio el impulso para dar el salto internacional”.
La quiebra de la empresa, una experiencia maravillosa
Sus experiencias en altura y las carreras en las montañas le habían dado herramientas que luego puso en práctica en su vida. “El deporte es una escuela de vida. La montaña te acomoda las ideas y, si estás atento y sos permeable, te sirve para reflexionar. Las lecciones que se aprenden en la montaña se pueden aplicar en todas las relaciones y circunstancias de la vida. Después de conocer las adversidades del clima y lo pequeños que somos ante la inmensidad de la naturaleza, entendí que mis prioridades hoy están relacionadas al tiempo que paso con mi esposa y mis hijos y las experiencias que podemos disfrutar en familia”.
En la familia Severini todos son deportistas longevos. De modo que Mariano sabe que lleva en su sangre la posibilidad de mantener su cuerpo en movimiento. Su abuelo era ciclista y su padre, de 77 años, corre, hace crossfit y nada en aguas abiertas. “Nunca me vi como alguien que pueda dejar de entrenar. Es un estilo de vida. Para mí no es un sacrificio entrenar. Es algo que me da placer. No hay nada más lindo que terminar el día, agarrar las zapatillas e ir a alinear patitos mientras las piernas se activan. No importa el nivel. Pero hoy mi prioridad es estar más cerca de mi mujer, mis hijos y acompañarlos a que ellos crezcan deportivamente. Busco que ellos sean felices”.
Hoy, Weis, que cuenta con chalecos, indumentaria y accesorios, ya se vende en Estados Unidos y pronto dará sus primeros pasos en Europa. El espíritu de los productos que la firma argentina comercializa está moldeado por cada uno de los que forman la empresa: atletas, aventureros y amantes del diseño que proyectan, testean, producen y usan equipo técnico para trail y running capaz de soportar las altas exigencias que implica hacer lo que más les gusta: correr largas distancias en la naturaleza.
“La crisis siempre es una oportunidad. Aunque suene ilógico o difícil de entender, haber quebrado es una de las cosas más lindas que me pasó en la vida. Gracias a eso pude dar forma a una empresa en la que hago las cuatro cosas que más me gustan en la vida: hago deporte, diseño, armo equipos y viajo. Además estoy conectado con un entorno de gente que me enseña y me nutre constantemente. Tocar fondo fue un renacer espectacular”.
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