Compartir emociones frente al agua
Las herramientas del piletero son tres: sacahojas, barrefondo, cepillo. Existen barrefondos que tienen cepillo incorporado, pero casi nadie los usa porque obligan a un trabajo demasiado arduo y sus beneficios son poco menos que invisibles.
La rutina con esas herramientas es: primero sacahojas, luego barrefondo y, al final, eventualmente, cepillo.
Sin embargo, en otoño-invierno todo esto cambia. ¿Qué sentido tiene barrer el fondo de piletas que no se usan?, se pregunta el piletero cansado. Y tiene razón. El fondo se puede limpiar con el sacahojas, ¿qué importa si queda polvo o tierra en el fondo? Casi no se ven, y nadie los va a remover con chapuzones o saltos mortales.
Claro que, de golpe, la excepción: me llama un cliente al que hace dos días le saqué un impactante colchón de hojas de otoño del fondo de su pileta usando sólo mi sacahojas.
-¿Qué pasó?
-Vendí la casa. Quiero la pileta bien limpia para que el nuevo dueño la reciba bien.
-La limpié hace dos días...
-Sí, sí, pero vení.
Bueno, es evidente que no va a estar bien esa pileta, después del sacahojazo de antes de ayer. Toda la tierra y el polvo que mi sacahojas dejó en suspensión debe haberse asentado otra vez en el fondo y ahora mi (futuro ex) cliente quiere prolijidad absoluta. Así que allá voy y, mientras limpio, mi cliente se acerca y habla de cuánto va a extrañar su casa, su jardín, su pileta.
-¿Y al piletero?
-También, flaco, también-dice, y me pone una mano en el hombro.
Lo miro de reojo. Está emocionado, un empujoncito emotivo más y empieza a lagrimear.
-No estaba mal la pileta, la verdad. Yo entiendo que ahora con tanta hoja usés sólo el sacahojas, yo haría lo mismo. Pero, ¿sabés qué pasa? La quiero ver bien. Quiero verla impecable, como nunca, una última vez. Así la extraño más, ¿entendés? Así la extraño mejor, así tengo razón en extrañarla.
La mayor ventaja de limpiar el fondo de una pileta con el sacahojas es que cuando el sacahojas remueve el fondo, las hojas se elevan hacia la superficie y hay que pescarlas a diferentes alturas. El trabajo parece engorroso, pero es muy sencillo y, lo que es más importante, es hipnótico. Uno está ahí, concentrado en esa repentina tridimensionalidad que ofrece el hecho de tener que pescar hojas flotando a media agua, y aprecia, de forma más patente que cuando usa una pileta, que las piletas tienen tres dimensiones, y las siente en todo su esplendor. Es así que, para mostrarle esto a mi cliente, para darle esa última experiencia con su pileta, le doy el sacahojas y le digo que saque las últimas, que me lo va a agradecer. Cuando termina me devuelve el sacahojas y me abraza.
-Gracias, flaco -me dice, muy serio, como si algo realmente hubiera cambiado en él, en su forma de ver las cosas, en su forma de recordar. No sé qué habrá visto, la verdad, en esos instantes en los que se convirtió en su propio piletero, pero depués, mientras cargo todo en la camioneta, y me preparo para irme, pienso que hubiera sido bueno que no se mudara, que hubiéramos podido profundizar en estos intercambios emocionales frente al agua. Pero ya está. Ahora él va a tener un nuevo piletero y yo, si todo anda bien, un nuevo cliente en esta casa.