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¿Cuál será el tamaño de un corazón que, atravesado por el dolor, es capaz de pensar en los demás? O dicho de otra forma, ¿cómo es posible involucrarse en una realidad ajena, y entender al otro desde su lugar y no desde el propio? Para Laura Aladro la respuesta se sintetiza en una frase, que es simple pero no es fácil, y que es linda aunque por detrás exponga una situación que no lo es: Isidro, su hijo de 4 años, está en emergencia nacional a la espera de un trasplante de corazón. Y Laura -que fue campeona del mundo con Las Leonas y tuvo la responsabilidad de desviar todas las bochas que le llegaban- ahora también se encarga de atajar todos los penales que puede. Es mamá, es trabajadora, es activista, y también idea eslóganes, esa frase que es la síntesis de todo: la empatía tiene forma de corazón.
11 operaciones y un corazón artificial
Para sentir empatía quizás sea mejor empezar por las pequeñas cosas. Isi, por ejemplo, hace casi 250 días que vive en una habitación del Hospital Italiano. Si para un adulto puede ser aburrido (o insoportable o triste o cansador o el adjetivo que sea), habrá que imaginar cómo puede ser para un chico, que de golpe dejó de dormir en su cama, de salir a la calle a conocer el mundo, de jugar con sus juguetes, de ver a sus compañeros de jardín. Luego sí, algo más “importante”: Isi ya fue operado 11 veces, la última para conectarlo a un “Berlín Heart”, un corazón artificial que prolonga el tiempo de espera, pero que es limitado y no está exento de complicaciones.
“Tratamos de crear una realidad diferente”
“Tratamos de crear una realidad diferente”, dice Laura, hablando de cómo le cambió la vida a esa familia que completa Sebatián, el papá. “No queremos que haya un ambiente de enfermedad, ni de bajoneo, ni de tristeza. Es un ambiente reducido, claro, pero seguimos haciendo todo lo que hacía Isi: pintar, jugar, hablar; y que a la hora de dormir él sepa que al día siguiente también tiene un montón de cosas para hacer”, agrega. No se trata de que el día pase, sino de disfrutarlo. Y en el mientras tanto, Isidro no esconde las marcas en su cuerpo, porque ya son parte de su historia y porque sabe que (ojalá) tal vez formen parte de una futura anécdota, de esas que unos cuentan con total naturalidad mientras otros lloran al escucharla. “Él acepta tan bien esto, que nos la hace fácil. No te podés dar el lujo de estar angustiada. Él es el que pone el cuerpo, y tiene 4 años”, agrega.
El caso de Isi pide empatía, pero también la siente con todos aquellos que están en la misma situación. La Ley Justina (ley 27447) establece que todos los argentinos mayores de edad son donantes a no ser que se exprese lo contrario, pero no existe ninguna normativa específica para el caso de la donación de órganos en menores de edad. Son los adultos responsables quienes deciden si su hijo o hija será donante o no de sus órganos. Desde @UnCorazonParaIsi -la cuenta de Instagram que en pocos meses reunió a más de 42 mil seguidores- la búsqueda no sólo apunta a encontrar un corazón que le permita a Isidro continuar con su vida, si no que también persigue el objetivo de concientizar sobre la importancia de la donación de órganos, sobre todo en chicos.
“Si la ciencia evolucionó para hacer posible que un órgano funcione en otra persona, ¿cómo vamos a decir que no?”, razona Laura. Los números son determinantes: un solo donante puede salvar hasta 10 vidas, pero para que ello suceda es necesario actuar rápido, porque el período de preservación es de 4 a 24 horas, dependiendo de qué órgano sea. “Queremos que las personas tomen conciencia sobre este tema y la urgencia de empezar a debatir una futura ley de donación de órganos pediátrica”, explicó Laura.
La propuesta de Isi es ir de lo particular a lo general, y que todos aquellos que estén a favor de eliminar la necesidad de que los familiares den su consentimiento para la donación de órganos, pinten o dibujen un corazón rojo en una zapatilla. “Una intervención tan simple como esa puede ayudar a que el tema se imponga en la agenda y a que se debata en los colegios”, dice Laura. Con esa misma certeza de que todos pueden ayudar a generar esa empatía, Las Leonas y Los Pumas salen a la cancha con corazones en sus pies. La empatía tiene forma de corazón, y también de zapatilla.
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