La brillantez y la meticulosa atención a los detalles de Eunice Carter acabó con el más notorio de los mafiosos en la cárcel
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Es una noche helada de febrero de 1936 en Nueva York. La nieve yace espesa. Gran parte de la ciudad está vacía, pero un lugar en el centro de Manhattan está extrañamente concurrido.
En uno de los rascacielos más altos, el ascensor sube y baja hasta el desocupado piso 13. Cuando las puertas se abren, salen mujeres vestidas con trajes de noche.
El ascensor sigue subiendo y bajando hasta que, a media noche, ya no queda espacio. Pero las mujeres siguen llegando, hasta llenar otro piso.
Son trabajadoras sexuales, y en ese piso 14 las está esperando un equipo de investigación de 20 abogados que han pasado más de seis meses tratando de armar un caso contra el crimen organizado en la ciudad. En el centro de esta bulliciosa oficina hay una abogada que no ha dormido en dos días.
Su nombre es Eunice Carter. Es la única mujer del equipo; el único miembro negro y el arma secreta en la guerra contra la mafia.
“Lucky”
En 1935 la mafia controlaba casi todas las actividades ilícitas en Estados Unidos y uno de los capos era el italoestadounidense Charles “Lucky” Luciano.
“Se había dado cuenta de que había muchas guerras territoriales entre los gángsters”, le cuenta a la BBC la periodista de CNBC Marilyn Greenwald, coautora de la biografía “Eunice Hunton Carter: una lucha de por vida por la justicia social”.
“Pensó que si realmente querían ir a lo grande y ganar aún más dinero, tenían que trabajar juntos en lugar de uno contra el otro”
“Propuso una nueva estructura en la que diferentes grupos de gángsters trabajaban bajo un mismo paraguas” y creó el Consejo de Administración mafioso que se denominó “La Comisión”. Como parte de la cúpula, disfrutaba de un estilo de vida extravagante y no parecía temerle a la ley en absoluto.
Pero el gobernador de Nueva York decidió tomar medidas contra el crimen organizado y nombró a un fiscal especial para dirigir una investigación: Thomas Dewey, un abogado de 30 años.
Logros increíbles
Como no podía correr ningún riesgo de que algún topo se inflitrara en la investigación, Dewey negoció el derecho a ser independiente del gobernador y contratar a su propio equipo. Fuera de su oficina, se formó una fila de solicitantes que serpenteaba a lo largo del pasillo.
Algunos relatos dicen que más de 2.000 abogados se postularon, entre los que estaba alguien que cambiaría el curso de la investigación: Eunice Carter.
“No solo recibió una licenciatura y una maestría de Smith College en 1921, y fue, brevemente, trabajadora social, sino que en 1932 se convirtió en la primera mujer negra en recibir un título en derecho de la Universidad de Fordham y posteriormente fue la primera mujer afroamericana en aprobar el Colegio de Abogados del Estado de Nueva York.
“Es un logro increíble”, subrayó la socióloga Tsedale M. Melaku, autora de “No pareces una abogada: mujeres negras y racismo de género sistémico”.
Carter llegó a la oficina de Dewey como una mujer de 36 años que se había hecho un nombre haciendo una labor increíble para la Comisión Antidisturbios de Harlem, un panel birracial nombrado por el alcalde para investigar las causas de los disturbios raciales en ese barrio de Upper Manhattan en 1935.
Se convirtió en la secretaria del grupo y reunió una gran cantidad de pruebas que llevaron a que se concluyera que la situación en Harlem estaba vinculada al racismo sistémico. Su trabajo fue ampliamente admirado, y fue elogiada por el alcalde Fiorello La Guardia.
Dewey también quedó impresionado y la contrató, junto a otros 19 abogados, todos hombres blancos. “Eso demuestra que Carter tenía un talento excepcional”, anota Yun Li, coautora del libro sobre Carter junto a Marilyn Greenwald.
“Fue la primera afroamericana en trabajar en la Oficina del Fiscal de Distrito del Condado de Nueva York. ¡Eso es romper muchas barreras!”.
En sus marcas...
Dewey instaló a su equipo de abogados en el piso 14 del edificio Woolworth en Manhattan, y transmitió una súplica al público y a la prensa. “Habló sobre cómo el crimen organizado en la ciudad de Nueva York había socavado la seguridad y la vida cotidiana de todos”, señala Yun Li.
Al final de su discurso, le pidió a la prensa que le diera privacidad a su investigación e instó al público a cooperar: su equipo estaba listo para recibir pistas y garantizaba el secreto. “Después del discurso de radio, la oficina recibió cientos de información del público sobre actividades sospechosas”.
A Carter le dieron la tarea de tratar las denuncias que mencionaban la prostitución, pero en ese momento esos casos no se consideraban un asunto del crimen organizado.
¿Por qué?
Hay relatos históricos divergentes de por qué le encargaron esa labor. Algunos dicen que fue porque era buena en eso, como lo demuestra su trabajo en la Comisión Antidisturbios. Pero otros piensan que eso reflejaba su lugar al final del orden jerárquico del equipo por ser mujer y negra.
Carter, no obstante, era claramente una persona difícil de menospreciar, como demostraban sus logros académicos. Y venía de una familia notable. Su abuelo había escapado de la esclavitud tres veces, y luego compró su libertad. Su padre fundó la División Negra de la Y.M.C.A. (Asociación de Jóvenes Cristianos), y su madre era trabajadora social, activista, escritora, organizadora política y educadora.
“Eunice escribió con frecuencia sobre el valor de los modelos a seguir a lo largo de su vida”, dice Marilyn Greenwald, quien escribió la biografía con Yun Li y es profesora emérita de periodismo en la Universidad de Ohio en EE.UU. “Dijo que cada pionero era ‘un hito en el camino del progreso que conduce a la meta de la oportunidad sin restricciones’”.
Sin bajar la cabeza
Meticulosa y metódica, Carter se valió de su entrenamiento y experiencia para encontrar conexiones donde otros sólo veían montones de papeleo. Respondió a cada carta y llamada, e invitó a miembros del público a la oficina y los entrevistó para tratar de obtener la mayor cantidad de evidencia posible. “Mientras trabajaba día y noche, revisando toneladas de casos, notó una conexión vital, un patrón en los diferentes casos de prostitución en Nueva York”, dice la socióloga Tsedale M. Melaku.
“Las mujeres detenidas eran representadas por los mismos abogados y tenían los mismos fiadores”. Comprobó que las historias se repetían. Los cargos contra prostitutas nunca prosperaban; los burdeles parecían intocables. Los fiadores eran siempre los mismos, así como los abogados que las representaban, que además eran de alto perfil y muy caros.
Todo parecía indicar que una entidad poderosa estaba moviendo los hilos. Aunque la mayoría de sus colegas creían que la “profesión más antigua del mundo” era demasiado extendida para ser controlada de esa manera, Carter convenció al fiscal Murray Gurfein de que la evidencia apuntaba a una posible supervisión de la mafia. Y todos los caminos conducían a una persona.
La operación
La brillante teoría de Carter que vinculaba a la mafia con la prostitución inicialmente no convenció al fiscal Dewey. Se mostró reacio a seguir esa línea de investigación, pues temía que ser visto como un “cruzado moral” incidiera negativamente en sus sueños políticos
Pero Carter “continuó presentándole pruebas más detalladas, hasta que Dewey ordenó escuchas telefónicas a algunos de los mayores agentes de la red de prostitución”.
“También contrataron detectives para seguir a abogados de la mafia y proxenetas, y recopilar más información”.
Cuando tuvieron suficiente evidencia, Carter y Gurfein decidieron allanar todos los burdeles que habían identificado. Como sabían que los mafiosos dependían de que policías sobornados les avisaran cada vez que había una redada planificada, cambiaron de estrategia.
Esa noche helada de febrero de 1936, cientos de agentes de la policía de Nueva York fueron dispersos por toda la ciudad en grupos de dos y tres. Esperaron en diferentes esquinas, preguntándose por qué estaban allí.
“A cada pequeño escuadrón se le dio un sobre sellado con la instrucción de que, una vez que llegaran al lugar, abrieran el sobre. Así se dieron cuenta de que estaban en una casa de prostitución. Arrestaron a más de 100 trabajadoras sexuales y unos 10 hombres”.
Pago por protección
Muchas de las mujeres y hombres presentes esa noche se convirtieron en testigos clave contra Lucky Luciano. Pero eso se logró gracias a la intervención de Carter, quien les habló a las mujeres con respeto y calidez, a diferencia de otros investigadores del equipo de Dewey, cuya actitud era dura y amenazante.
Así recabó pruebas de que estaban controladas por algo llamado “la combinación”. La combinación era una especie de sindicato que les garantizaba que no irían a la cárcel si eran arrestadas, a cambio de que pagaran un alto porcentaje de sus ganancias. Y todo estaba controlado por Lucky Luciano quien, en efecto, se estaba beneficiando de la prostitución.
En la primavera de 1936, Lucky Luciano y nueve coacusados fueron declarados culpables de proxenetismo forzado y de dirigir una red de prostitución. Fue sentenciado a entre 30 y 50 años, pero fue liberado 11 años después a cambio de ayudar al ejército a proteger los puertos de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial.
El olvido
Eunice Carter volvió a trabajar en la Comisión de Disturbios Raciales de Harlem y también continuó trabajando con Dewey y la Oficina del Fiscal de Distrito hasta 1945, cuando ingresó a la práctica privada. Antes de su muerte en 1970, trabajó con las Naciones Unidas, el Consejo Nacional de Mujeres Negras, el Consejo Internacional de Mujeres y la YWCA.
A pesar de todo eso, es difícil encontrar relatos de su historia. Aunque su color de piel y su género llamaron la atención cuando formó parte del grupo conocido como “Los veinte contra el inframundo”, el mafioso Lucky Luciano y el fiscal y luego político Dewey están mucho más presentes, hasta en la cultura popular.
Sin embargo, fue ella quien halló la manera de derribar a un gángster que estaba aterrorizando a personas de todos los colores y sexos.
“Quizás la lección es que cuando aprovechamos las ideas de todos los miembros de la sociedad sin obstáculos por barreras arbitrarias y prejuicios, la sociedad en su conjunto gana”, concluye el presentador Matthew Syed en el episodio “La mujer que derribó a la mafia” de la serie de la BBC “Sideways”.
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