Milimétricamente perfectos, los billetes de US$100 eran lograron despistar a los investigadores del servicio secreto de Estados Unidos
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La falsificación era tan perfecta que ni siquiera los expertos del servicio secreto de Estados Unidos pudieron determinar inicialmente si lo que tenían delante eran dólares verdaderos o una copia. Solo tras un sofisticado análisis forense pudieron confirmar que eran imitaciones.
Tenían la misma tinta de cambio de color de alta tecnología que los auténticos dólares estadounidenses. Además, estaban impresos en un papel con exactamente la misma composición de fibras que los originales: tres cuartos de algodón estadounidense y un cuarto de lino.
Las imágenes grabadas eran, en todo caso, más finas que las producidas por la Oficina de Grabado e Impresión de los Estados Unidos. Una pequeña variación, contó entonces el New York Times, permitió saber que no eran originales.
Estados Unidos estaba muy alarmado porque las falsificaciones pasaban por los bancos sin ser detectadas, ya que nadie podía notar la diferencia. Estos “superdólares” circularon por varias partes del mundo en las décadas de 1990 y 2000.
Durante estos años, Estados Unidos decidió cambiar dos veces el diseño de los billetes de US$100, pero los falsificadores consiguieron adaptarse. Aparecieron en Dinamarca, Francia, Austria, Alemania, Letonia, República Checa e Irlanda. También en Rusia. Durante años fueron un dolor de cabeza para el FBI.
No sabían de dónde venían o quién los estaba produciendo. Y haría falta una operación encubierta de más de ocho años para empezar a efectuar detenciones. Las primeras fueron en California y Nueva Jersey, después de que los investigadores federales encontraran varios cargamentos de estos billetes en barcos llegados del sudeste asiático.
Los arrestados tenían conexiones con redes criminales internacionales pero hacía tiempo que el FBI sospechaba que estaba pasando algo más grande.
Las falsificaciones no las fabricaban delincuentes de poca monta o cárteles criminales altamente sofisticados, sino el gobierno de Corea del Norte, dijeron las autoridades estadounidenses. Una y otra vez estos billetes aparecieron en manos de diplomáticos norcoreanos, quizás para aumentar los ingresos del país, que había sufrido una serie de hambrunas y el colapso de su socio, la Unión Soviética.
Sin embargo, Corea del Norte niega cualquier acusación de estar involucrado en la impresión de dinero falso.
“Los norcoreanos negaron estar involucrados en la distribución y fabricación de falsificaciones, pero la evidencia es abrumadora de que lo están”, dijo al New York Times el entonces subsecretario adjunto de financiamiento del terrorismo y delitos financieros en el Departamento del Tesoro, Daniel Glaser.
“No hay duda de la participación de Corea del Norte”, afirmó. Otras autoridades calificaron la falsificación como “un serio asalto al sistema monetario de los Estados Unidos”. Sin embargo, entre las prioridades del FBI estaba la de parar la circulación de esos billetes en suelo estadounidense.
La llegada de los “superdólares” a sus puertos estaba ligada al contrabando de cigarrillos y drogas. La agencia diseñó un doble plan para atraer el mayor número de criminales involucrados en la trama: una boda falsa y una fiesta de divorcio en la mansión Playboy.
Funcionó, y se realizaron 87 arrestos en total. Pero se cree que una pequeña cantidad de falsificaciones de superdólares todavía están en circulación en la actualidad.
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