Gracias a las políticas visionarias de nuestros antepasados, tenemos la impronta icónica de una ciudad como Buenos Aires, vestida de árboles majestuosos y únicos, y entre ellos, legendarios árboles añosos. Hoy nos toca cuidar su legado con sensibilidad cultural, respeto y el conocimiento técnico que se merecen.
Los árboles de la ciudad, tanto en jardines privados como en los espacios públicos y el viario, conforman el "bosque urbano". Aunque todos reconocemos la importancia desde el punto de vista cultural y paisajístico de una ciudad verde, hay que destacar su rol ambiental, indispensable para mitigar los efectos del cambio climático. Los árboles captan el dióxido de carbono y bajan la temperatura del aire de la ciudad, contribuyen –con su follaje y sus sistemas radiculares– a amortiguar los efectos de las lluvias torrenciales, disminuyen la erosión del suelo y reducen la contaminación sonora. Los árboles conforman un corredor biológico que contribuye a contrarrestar la disminución de la biodiversidad.
Y si bien es cierto que los árboles comportan múltiples servicios y beneficios, también pueden producir conflictos, fundamentalmente cuando la especie no fue correctamente elegida para un determinado sitio o bien cuando fue mal manejada. Si hablamos de árboles añosos, las amenazas pueden ser más serias. Desde el punto de vista del riesgo relacionado con los árboles, al igual que en la mayoría de las cosas, el riesgo cero no existe. Hasta el árbol más seguro puede fallar, entera o parcialmente, ante condiciones climáticas muy anormales.
La ley provincial N° 12.276/99 de Arbolado Público de Buenos Aires establece que los gobiernos municipales son los responsables de cuidar el arbolado urbano, realizar censos, analizar e inspeccionar cada ejemplar, informar el estado fitosanitario para determinar el manejo adecuado.
La poda es, dentro del conjunto de prácticas de manejo que pueden evitar peligros, una de las más importantes. Las podas acompañan el correcto crecimiento y el mejor desarrollo del árbol y son esenciales para la evolución del árbol y su adecuación al medio urbano. Cuando se plantea una poda de árboles añosos, deben tenerse en cuenta requisitos fundamentales:
- Determinar claramente cuál o cuáles son los objetivos de la poda. Sin objetivos lícitos no se puede hablar de poda.
- Determinar claramente con qué tipo de poda se satisfarán estos objetivos. Contar con las maquinarias, técnicos y operarios capacitados.
- Efectuar una remoción periódica de ramas secas.
- No podar más de un 25% del volumen total de la copa verde del árbol por intervención, hasta que el ejemplar recupere sus reservas. Al eliminar madera, hay menor capacidad de almacenar energía y hay pérdida de la integridad estructural. No necesariamente el objetivo de poda se debe cumplir en una intervención.
- Según conceptos reconocidos internacionalmente en arboricultura, y según la especie, el diámetro máximo de ramas a podar debe ser de entre 4 y 10 cm. La eliminación de ramas de mayor diámetro se considera una excepción y generará una disminución de la vida del ejemplar por la generación de heridas que derivarán en pudriciones, ingreso de insectos xilófagos, etc.
- Al evaluar los problemas de seguridad e iluminación, es fundamental tener como objetivo evitar un eventual perjuicio o deterioro irreversible del árbol debido a una poda excesiva.
- Evaluar la época de poda según el estado fisiológico y fenológico de cada especie. Postergar una poda en caso de sequías, inundaciones y temperaturas elevadas.
- En el "bosque urbano", los ejemplares conforman alineaciones, galerías, bóvedas, trabajando como un grupo funcional. Si se extraen o podan excesivamente, o se abre la trama, los árboles restantes sufrirán el embate de los vientos de los que estaban protegidos, para los cuales no han generado resistencia biomecánica.
Para tener en cuenta: las consecuencias de la poda
- Al eliminar follaje hay menor producción de hidratos de carbono, o sea menor fotosíntesis.
- Tras herir tejidos vivos, aumenta el consumo de hidratos de carbono para proteger las heridas y emitir nuevos brotes.
- Al eliminar madera, hay menor capacidad de almacenar energía y también pérdida en la integridad estructural.
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