Decirle que sí a Alemania transformó su vida en todos los sentidos y a descubrir que vivir en el extranjero quizás no sea para todos, pero abre puertas inesperadas
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Irse no es para todos, suele decir Ricardo Sappia, un cordobés que años atrás jamás hubiera imaginado que Baja Sajonia, Alemania, estaría en su destino. Tal vez, uno de los ingredientes necesarios sea la curiosidad, esa intriga por conocer y viajar que él tuvo desde niño. Le fascinaba escuchar las historias de su tío, que venía cada tanto de visita desde Bélgica, y dejarse llevar por los paisajes que pintaba en su imaginación.
La vida transcurrió entre estudios y fantasías de aventuras, hasta que a los 19 no dejó pasar la oportunidad de trabajar en un hotel en Estados Unidos durante dos temporadas de invierno: “Ahí tuve mi primer contacto con lo que significa estar afuera; tomé conciencia de muchas cosas que uno a lo mejor en lo cotidiano no se da cuenta, sobre todo a esa edad. Fueron experiencias duras por el idioma, el choque cultural y el estar lejos de la familia, pero a la vez gratificantes porque volví con una lengua que antes no hablaba bajo el brazo y con mucha confianza en mí mismo”, rememora.
“Como padre me duele en el alma decirte que vayas al extranjero”
En el 2009, ya de regreso y con la idea de permanecer en el país, Ricardo recibió una propuesta inesperada por parte de un profesor del Instituto Técnico Salesiano Villada, una escuela técnica secundaria a la que pudo asistir gracias al esfuerzo de sus padres. Su profesor se hallaba trabajando en Alemania y deseaba saber si quería realizar unas prácticas profesionales durante seis meses en una empresa vinculada con el área automotriz ubicada en Wolfenbüttel, en la región de Baja Sajonia.
Ricardo quiso rechazar la propuesta, estaba muy enfocado en finalizar su carrera de ingeniero electrónico y no sabía hablar alemán, que no era un requisito excluyente, pero sumaba puntos. Fueron las palabras de su papá las que le dieron el coraje necesario: “Como padre me duele en el alma decirte que vayas al extranjero, pero probablemente esta sea una oportunidad única para vos”.
Ricardo envió su CV de una página en aquel año que estaba por llegar a su fin, pero que aún tenía una novedad para obsequiarle: lo aceptaron y lo aguardaban para febrero de 2010. Aún no lo sabía, pero decirle que sí a aquella aventura lo acercaría a una de las instancias más importantes de su vida.
Cuando un diccionario trae mucho más que un idioma
Los días previos a su partida se sintieron extraños, pero no impidieron que Ricardo se dejara llevar por la adrenalina de una nueva experiencia, que comenzó incluso antes de su partida. Sin perder un segundo de su tiempo, se inscribió en un curso acelerado de tres meses de alemán, una lengua con fama de ser complicada y, sin dudas, poco familiar para la mayoría de los argentinos.
“Necesito urgente un diccionario de alemán”, se dijo, decidido a sumar una nueva herramienta para un reto que se presentó duro. Ricardo se dirigió a una conocida librería en Córdoba capital, divisó a una joven dispuesta a atenderlo y le hizo la consulta pertinente con una sonrisa.
Supo que se llamaba Guadalupe y conversaron acerca de su futuro viaje y también de los pasados. La magia se había producido y de la boca de Ricardo brotó el pedido para una primera cita. Un diccionario fue suficiente para conocer a quien se transformaría en su futura esposa. Se podría decir, entonces, que el amor llegó gracias al diccionario, pero más certero, tal vez, sería afirmar que fue gracias a una consecuencia de factores: gracias al diccionario, gracias a la necesidad de aprender alemán, gracias a decir que sí a una propuesta, gracias a sus viajes a Estados Unidos, gracias a los esfuerzos de sus padres, gracias a las historias de su tío. Gracias a la curiosidad por ver qué hay más allá en el mundo.
Irse y volver a la Argentina: “No veía la hora de escuchar de nuevo hablar cordobés”
Febrero llegó y Ricardo partió hacia Alemania expectante, aunque algo contrariado por dejar a un amor naciente a la distancia. Por fortuna, la llegada fue simple, la empresa (C&S Group GmbH) había hecho todo lo necesario para allanarle el camino: tenía alojamiento a dónde llegar y lo había inscripto en un curso universitario para continuar con el aprendizaje del idioma. “Desde el primer día me sentí muy cómodo en la empresa y los temas de la pasantía fueron un excelente desafío en lo profesional”.
Pero el día a día no fue fácil de sobrellevar. Había arribado en pleno invierno y el frío golpeaba su cara bajo cielos grises, la poca luz opacaba sus ánimos de explorar su nueva ciudad. El idioma y la distancia terminaron por anclar en él un sentimiento de nostalgia avasallante, que provocó la respuesta negativa ante la propuesta de quedarse definitivamente.
“No veía la hora de escuchar de nuevo hablar cordobés y volverme a la Argentina para terminar la carrera”, confiesa. “Sumado a que Guada me estaba esperando en Córdoba, apenas llevábamos juntos tres meses cuando me fui”.
Complicaciones argentinas: “Llegó a frustrar varios avances de proyectos importantes”
El regreso fue dulce, entre el encuentro con el suelo patrio, la tonada y el amor. Aquellos primeros tiempos estuvieron signados por el calor humano y los proyectos profesionales que, sin embargo, no tardaron en ser empañados por una realidad cotidiana innegable: la compleja coyuntura argentina.
“Empecé a trabajar en el diseño de soluciones electrónicas para el sector agrícola junto a otro profesor del ITS Villada. Pusimos nuestro esfuerzo en un proyecto en conjunto con Australia, entre otras cosas. Por ese entonces, en el 2010 - 2011, la cuestión de las importaciones de componentes electrónicos estaba muy complicada y eso llegó a frustrar varios avances de proyectos importantes”, explica.
Las puertas se estaban cerrando en un país en el que Ricardo anhelaba apostar, pero donde las dificultades parecían no querer ceder. Y justo cuando el sendero se hizo más estrecho, llegó el llamado de su ex empresa alemana, preguntándole si había cambiado de opinión respecto a la posibilidad de trabajar con ellos. Le ofrecían un contrato por tiempo indefinido y una oferta concreta, lo que antes parecía lejano de pronto entró en escena: “Fue el primer momento donde empezamos a considerar junto con Guada la posibilidad de probar afuera, teniendo la tranquilidad de que había una propuesta de trabajo sobre la mesa”.
Envuelto en contradicciones, Ricardo negoció las condiciones. La empresa amplió su oferta, incluyó los pasajes pagos y les aseguró facilitar los trámites para que Guadalupe pudiera ingresar a la universidad. Incluso aceptaron fijar la fecha para mediados de abril de 2012, tiempo suficiente para que Ricardo pudiera terminar su carrera de ingeniero y unirse en matrimonio en su tierra querida. Decir que no era una locura.
La despedida, esta vez, fue dura. Ya no se trataba de una temporada, sino de un tiempo indefinido: “Era dejar la familia, amigos y lugares, para volver a empezar”.
Volver a Baja Sajonia y aprender el idioma hasta lograr “filosofar” en alemán con amigos
Volver a Wolfenbüttel se sintió extraño y familiar para Ricardo y, sin dudas, totalmente inesperado para Guadalupe, quien se dejó sorprender por los paisajes típicos de aquella región de Baja Sajonia, su arquitectura tradicional, sus castillos, su sede episcopal y sus callejuelas adoquinadas, todo a la vera del río Oker, a unos 13 kilómetros al sur de Brunswick.
Durante el primer mes vivieron en una pensión hasta hallar un departamento agradable, pero con un detalle llamativo: no había siquiera portalámparas, simplemente los cables colgaban para que el nuevo inquilino instale las luces de su preferencia: “Es algo usual que sea así”.
Mientras Ricardo buscaba volver a habituarse en el trabajo y Guadalupe, la forma de acceder a la universidad, el idioma fue el gran desafío para ambos: “En el trabajo lo tenía un poco más fácil, me podía manejar en inglés y en español, dado que había varios colegas que hablaban ambos idiomas. Eso fue una ventaja, pero a largo plazo me jugó en contra cuando cambié a un empleo donde el único idioma era el alemán”, continúa Ricardo.
“Por suerte a través de la primera empresa pude acceder a varios cursos del idioma y cabe destacar que, a pesar de no manejarlo al principio, tanto en el trabajo como en la vida diaria, los alemanes se alegraban de ver que nos esforzábamos por aprenderlo y siempre nos dieron una mano cuando no sabíamos cómo decir algo en particular, por ejemplo, cambiando al inglés o, en algunos casos, ellos hablando en español”.
Tras un año dedicado a aprender alemán, Guada pudo rendir un examen que la habilitó a presentarse a las pruebas de ingreso a la carrera que aspiraba estudiar, un test que pasó con éxito. Tres años les tomó manejar el idioma de tal manera que les permitiera participar en una conversación y, finalmente, `filosofar´ sobre diversos temas en una reunión de amigos.
Trabajo y calidad de vida en Baja Sajonia
Los años transcurrieron intensos, entre los estudios de Guadalupe y el crecimiento laboral de Ricardo. Gracias a sus actividades, en la región de Baja Sajonia conocieron a decenas de personas que les demostraron que, sin importar la cultura, la bondad y la aceptación persisten. Hasta hoy, el matrimonio argentino jamás enfrentó un momento de discriminación ni les fueron negadas posibilidades por ser extranjeros.
“Las experiencias fueron solo positivas. A modo de ejemplo, cuando necesitamos sacar un préstamo para comprar un auto, o gestionar un crédito para comprar nuestra casa, nunca hubo problema. Lo mismo aplica al momento de hablar de oportunidades laborales. Recién a los cinco años de residir aquí pude sacar la ciudadanía italiana, hasta ese entonces, el pasaporte argentino nunca significó una complicación”.
A Ricardo, trabajo nunca le faltó y, a medida que sus conocimientos se expandían, accedió a grandes empresas como Siemens en el área de sistemas de señalización de trenes y, más tarde, en el diseño de hardware para aplicaciones de alta tensión.
“En cuanto a la calidad de vida, si bien los impuestos son bastante altos, se nota un claro retorno en infraestructura y obras públicas. Esto puede variar de región en región, pero en Wolfenbüttel se puede caminar tranquilo a cualquier hora del día, la ciudad es limpia y se nota un trabajo constante de mantenimiento, desde la zona de juego para niños hasta las casas históricas”, agrega Ricardo, quien actualmente trabaja en Volkswagen en el área de cybersecurity aplicada al auto.
“Vivir en el extranjero quizás no sea una experiencia para todos, pero creo que vale la pena considerar conocer otras realidades”
Una década pasó desde que Ricardo dejó la Argentina junto a su mujer, Guadalupe. A los cuatro años de su partida le dieron la bienvenida a su hija y, dos años después, a su hijo. En casa hablan solo castellano y los pequeños usan el alemán como idioma de juego o cuando están con sus amigos. Ricardo no deja de maravillarse con lo rápido que un niño puede asimilar un idioma en comparación al tiempo que le suele llevar a un adulto.
Argentina, su Córdoba querida, se siente siempre cercana, aunque el tiempo entre reencuentros duele: “La pandemia definitivamente no ayudó”, reflexiona Ricardo. La nostalgia se acrecienta entre noviembre y febrero, cuando la luz se escabulle entre los dedos y los días suelen estar nublados. Entonces, Ricardo rememora el sol de Córdoba, el cielo despejado y valora como nunca su tierra. Volver definitivamente, sin embargo, no parece ser una posibilidad. A pesar de la añoranza, persiste el deseo de continuar con la aventura. La vida le ha demostrado a Ricardo que abrirse al mundo trae destinos inesperados, como encontrar el amor y formar una familia en un suelo que brinda constantes aprendizajes.
“El plan original era quedarnos unos años y luego volver, y así se nos han pasado ya diez años desde que nos fuimos y las perspectivas de regresar a la Argentina son cada vez más lejanas”, dice pensativo. “Vivir en el extranjero quizás no sea una experiencia para todos, pero creo que vale la pena considerar conocer otras realidades, otras culturas, ya que esto nos hace crecer enormemente y nos brinda una nueva perspectiva sobre las cosas y nuestro entorno. Por otro lado, se abren puertas y oportunidades que uno nunca hubiera imaginado”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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