Se trata de la propiedad en la que el astro del fútbol vivió por última vez junto a toda su familia; incluye obras de arte, mobiliario de época y un santuario donde los fanáticos lo veneran
En el barrio porteño de La Paternal se respira atmósfera maradoniana. En Juan Agustín García y Gavilán se emplaza el estadio Diego Armando Maradona del club Argentinos Juniors y, a solo 400 metros de allí, en Lascano 2257, la emblemática casa en la que viviera el astro del fútbol junto a su familia entre 1978 y finales de 1980.
La llaman “La Casa de D10s”, en honor a ese Dios pagano definido con el número que portaba su casaca. “Llega gente de todo el mundo para visitarla”, explica César Pérez Dursi, un minucioso especialista que trabaja en la Junta de Estudios Históricos de La Paternal y Villa General Mitre, institución que adquirió la propiedad con el fin de preservarla y exhibirla públicamente.
“En esta casa vivió Diego Armando Maradona. Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Octubre 2016”. Si no fuese por la placa instalada en el frente de granito, la propiedad se camuflaría entre las casas de poca altura con tejas en los techos y jardines amorosos, de ese rincón de la ciudad con vecinos que se conocen de toda la vida y cuyo pulso se modifica cuando arriban los fanáticos en busca de rescatar algo de la esencia de ese hombre que transcendió la idolatría para significar algo más. Son esos incesantes visitantes que llegan para palpitar más cerca la presencia de Diego y sentir que, acariciando esas paredes, hay algo del prócer que se incorpora. “No se puede vivir sin héroes, santos ni mártires”, sostuvo el eximio Ernesto Sábato ya en su madurez. Acaso Maradona sea todo eso y quizás más.
Con la firma de Don Diego
Diego Armando Maradona tenía 18 años cuando la Asociación Atlética Argentinos Juniors, el club donde jugaba, le entregó la propiedad de la calle Lascano entre Bernardo de León y Gavilán. “El club le dio la casa, pero nosotros decimos que se la ganó con la renovación del primer contrato”, sostiene Pérez Dursi. Maradona ya había dejado de ser una promesa y su nombre comenzaba a sonar fuerte, pero aún era menor de edad para poder rubricar el título de propiedad. “La escritura lleva la firma de Maradona padre, porque Diego era menor y no podía firmar”, recuerda uno de los responsables de la casa.
La cercanía de la vivienda con la cancha de Argentinos Juniors hoy ofrece la llamada “Ruta de D10s”, un singular itinerario que emula el recorrido que el futbolista realizaba entre su casa y el histórico estadio de tres tribunas. “Había que proteger a Diego y que estuviese lo más cómodo posible, por eso se le da esta casa cercana a la cancha”, explica Pérez Dursi.
Así como los fanáticos veneran el lugar, la propiedad tiene un elevado valor afectivo para la familia del futbolista dado que fue el último lugar en el que vivieron Doña Tota y Don Diego junto a todos sus hijos. Tal es la raigambre que, aún hoy, las hermanas siguen siendo vecinas del barrio de estricto perfil bajo, al punto tal que caminan sin ser reconocidas.
El imaginario ubica a los Maradona en Villa Fiorito, pero lo cierto es que tuvieron una parada previa antes de llegar a la calle Lascano. Diego y los suyos pernoctaron en una “casa chorizo”, en un edificio con varios departamentos estilo PH, en Argerich y Marcos Sastre. Allí es donde conoce a Claudia Villafañe y no en la barriada del sur del conurbano, como muchos creen.
El Club Parque, sobre la calle Marcos Sastre, frente a la plaza central de Villa del Parque, es el lugar donde los novios iniciaron sus escarceos. A pesar de la cercanía con Argentinos Juniors, Próspero Cónsoli, entonces presidente de la institución, decidió que el club le diese a su estrella ascendente una propiedad mucho más confortable. La leyenda cuenta que Council le dijo: “Diego te voy a dar la casa para tu mamá”. Aquel día en el que Doña Tota recibió las llaves, todos lloraron de emoción. Era un gran paso para la familia, acostumbrada a sitios más rústicos.
La visita guiada a la propiedad permite apreciar la réplica de la escritura, que incluye la firma de Don Diego, impresa en una pieza de mármol, una bella obra realizada por el artista plástico Marcelo Miguel Chiarello.
“Esta casa fue un cambio muy grande para ellos”, reconoce Pérez Durzi, quien suele encontrarse con las hermanas del campeón en las calles del barrio o cuando visitan la propiedad, cuya construcción data de los años ´40 del siglo pasado y cuya fachada y estructura no han sufrido modificaciones sustanciales. “Cada vez que se acercan se emocionan mucho. Ni bien llegan se largan a llorar”, afirma uno de los responsables de mantener viva la memoria más íntima del ídolo.
Maradona vivió sus primeros lauros habitando esta propiedad que fue testigo del Juvenil de 1979, donde salió campeón.
La casa
Dos ventanas enmarcan la puerta de ingreso, con un estilo típico de la época. Ante todo el zaguán, el lugar preferido donde los novios pudorosos de otras épocas chapaban sin ser vistos por los mayores.
El recibidor de la casa ya sorprende, una imagen de Diego en tamaño natural, realizada por el escultor Jorge Martínez, recibe a los visitantes. Como no podía ser de otra manera, la obra reluce en dorado oro e incluye un balón en el pie. Allí también se aprecia una casaca que acercó el embajador de Kuwait en Argentina y que está firmada por el número 9 del seleccionado de ese país, quien jugó el Mundial ´82, el primero en el que participó el astro argentino. Confluyendo en ese gran hall, a la derecha, el living y, al fondo, el patio cubierto, techado con esos típicos toldos de lata que se abren como un ventiluz. Así estaba cuando Maradona vivía ahí.
Los pisos de parqué, algo baqueteados, siguen resistiendo las pisadas, aunque saben que jamás volverán a sentir el paso de ese hombre que hizo magia con sus pies. El mobiliario que se observa responde a la época en la que los Maradona vivían en la casa, pero no es el que utilizaba la familia, ya que Diego, antes de mudarse, les regaló a los vecinos muebles y enseres domésticos.
Uno de los objetos preciados es la reproducción del acta matrimonial de Diego Maradona y Claudia Villafañe, donde se lee que el domicilio que ambos hacen figurar es el de esta casa, a pesar que hacía años que no vivían en el lugar y ya habían adquirido el famoso departamento de Segurola y Habana en el vecino barrio de Villa Devoto, donde por años vivieron junto a sus hijas Dalma Nerea y Gianina Dinorah. En ese tiempo, Don Diego y Doña Tota se habían mudado al chalet de la calle Cantilo, también en Villa Devoto, donde tantas veces fue entrevistado su ilustre hijo.
Recorrer la propiedad es un viaje en el tiempo. Televisores, radios, sillones, modulares y adornos conviven con coherencia y cuidado estudio temporal. Ingresar a la cocina conlleva emoción, ya que hay varias fotos donde se ve a Don Diego y Doña Tota compartir el ambiente con su famoso hijo. Las alacenas revestidas en fórmica de color amarillo son las originales.
La muestra, que tiene algunos espacios ambientados con cuidadosa puesta en escena, mezcla pasión futbolera, cotidianeidades hogareñas y la obra de varios artistas plásticos que homenajean con arte la historia del lugar. Acaso en el patio acontezca una de las situaciones más pintorescas: dos esculturas en tamaño real de los padres del ídolo deportivo, realizadas por Daniel Maceira, enmarcan el fondo. Allí están ellos tomando mate, imitando aquella realidad, y con una sonrisa generosa. “Doña Tota recibía a todo el mundo. Fans o periodistas tenían la puerta abierta siempre”, aclara Pérez Dursi. En el patio con baldosas dameras confluyen todos ambientes de la casa.
Como es usanza en este estilo de edificación, una empinada escalara vincula el patio con algún entrepiso y la terraza superior. La casa de Lascano 2257 no es la excepción. En el primer descanso, una puerta es el prólogo a uno de los momentos más esperados de la visita: la habitación del “Diez” más famoso de la historia del fútbol del mundo. La camita sencilla de una plaza con su cubrecama azul (emulando a uno que se aprecia en una fotografía), mesita de luz y una imagen del Papa Juan Pablo ll bendiciendo el acto. Pegado al cuarto se encuentra el baño. Los fanáticos más enfervorizados no dudan en sentarse sobre el objeto menos glamoroso de cualquier vivienda, emulando vaya a saber qué. Créase o no.
“Los napolitanos son muy efusivos, llevan la sangre del sur de Italia, así que ni bien pisan la casa se largan a llorar y se persignan cuando pisan el cuarto de Diego. Es amor puro e incondicional lo que sienten por él”, dice Pérez Dursi.
El santuario
Así como los cantantes Gilda y Rodrigo Bueno cuentan con un lugar para que sus fanáticos los veneren, en la casa de la calle Lascano también hay un recinto destinado para tal fin y acaso sea el rincón más sobrecogedor de la propiedad. Lo llaman “El santuario” y es una pequeña habitación que cuenta con un altar adosado a la pared, un butacón y paredes atiborradas de objetos que dejan los feligreses, imágenes y leyendas escritas en la pared, en una postal similar a la que se observa en esos reservorios de fe pagana que homenajean al Gauchito Gil al costado de las rutas.
Habanos, llaveros, monedas, llaves, estampitas religiosas y, acorde a los tiempos, una notable cantidad de barbijos, son parte de los objetos que los visitantes dejan a modo de ofrenda y, en muchos casos, acompañado por un pedido a ese hombre que genera empatía más allá de la razón.
En tiempos pre pandémicos, los turistas de todo el mundo se acercaban a corroborar los orígenes de ese crack nacido en el fin del mundo. Los napolitanos llevan la delantera, conocido es el fervor que sienten por él. Si Medellín es la ciudad que con mayor devoción homenajea a Carlos Gardel, Nápoles es la urbe donde Maradona sobrevuela omnipresente. Por eso no extraña que el carnet de un socio del Nápoli penda en un lugar privilegiado, acaso como la ofrenda más sagrada que en el templo pagano se puede apreciar.
César Pérez Dursi, a pesar de estar familiarizado por la situación, no deja de asombrarse ante las muestras de fe que aquí se producen: “Acá hay una carga muy fuerte, lloran, se sientan en el sillón a contemplar”.
Las leyendas escritas a mano sobre las paredes son un muestrario de agradecimientos y pedidos. “Gracias por lo que hiciste con nuestras vidas”, “Gracias por todo”, “Gracias por tus alegrías”… y siguen las firmas de turistas locales y otros tantos venidos de lugares como Chipre, Ecuador, Suecia, Noruega, España y, desde ya, buena parte de Italia.
“El altar es una réplica del que está en el bar Nilo de Nápoles”, aclara el organizador, quien viajó a Nueva York para ofrecer una muestra con 60 objetos, incluido el altar, en una experiencia Maradona que se montó para la presentación de un documental.
También en el primer piso, la terraza generosa cuenta con un mural imponente que se puede ver desde la calle. Desde esa balconada, se observan los vehículos que emulan a los que Diego utilizaba: un auto cupé de color negro y un Fiat 125 Berlina rojo.
Antes de la llegada de los Maradona, en la casa vivió una profesora de piano y, cuando el ídolo y los suyos se mudaron, la propiedad fue cambiando de dueños y se llegó a alquilar para que funcionase una fábrica de carteras de mujer, hasta ser adquirida por la mencionada Junta de Estudios Históricos de La Paternal y Villa General Mitre, hoy a cargo del edificio. Fue esta organización, encargada de preservar la historia de los barrios, la que declaró al ídolo, en vida, Vecino Ilustre. Aprovechando la preservación original del inmueble, hace dos años Amazon filmó allí algunos capítulos de la serie que retratará la biografía del deportista.
“Diego pasaba mucho por acá, pero no quería entrar porque ya no estaban sus padres, era muy difícil para él. Es más, con su estado de salud, no sé qué hubiera sucedido si ingresaba”, finaliza César Pérez Dursi, quien es uno de los encargados de guiar al público y destacar aquello esencial que sirva para recrear el espíritu del jugador.
El 25 de noviembre del año pasado, luego que se conoció la noticia del fallecimiento de Maradona, una multitud llegó hasta su casa para depositar ofrendas florales y encender velas en su memoria. Se dijo que el hollín que despidió la combustión conformó la imagen de la cara de Diego de perfil, apuntando con su mirada a esa casa en la todavía conservaba el espíritu de aquel jovencísimo Pelusa, el Cebollita más querido.
La Casa de D10s.
- Lascano 2257, La Paternal.
- Próximas visitas: 25 de septiembre de 10 a 17 hs.
- Ticket de ingreso: $700 (lo recaudado se reinvierte en el mantenimiento de la propiedad)
- Grupos reducidos cada una hora.
- Solo se permite el ingreso con reserva previa.
- Reservas: WhatsApp: +54 9 11 2290-3683 o en la cuenta de Instagram @lacasad10s
- www.lacasaded10s.com