El exsenador nacional recorrió 560 kilómetros para votar, esta mañana, en la localidad de Agustina, vecina a Junín
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Ya no sorprende –pero emociona- el compromiso de Esteban Bullrich con la democracia. Podría haberse excusado: está legal y moralmente relevado del compromiso de votar. Todo el mundo lo comprendería. En 2021 fue diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica. Hoy sus movimientos están limitados, sólo puede desplazarse en silla de ruedas. Sin embargo, eso no le impidió cumplir con su deber cívico. Hace instantes emitió su voto en la Escuela de Enseñanza Superior número 14 de Agustina, el pueblo vecino a Junín donde fijó domicilio en 2017, cuando se postuló para senador nacional por la provincia de Buenos Aires y derrotó a Cristina Fernández de Kirchner en una elección histórica.
La localidad de Agustina, en el partido de Junín, queda a 280 kilómetros del hogar de Esteban Bullrich. Es decir que para emitir su voto tuvo que recorrer, entre ida y vuelta, 560 kilómetros. Pero la relación del exsenador de Juntos por el Cambio con Agustina es histórica: su familia tiene campo allí. Además, antes de recibir el diagnóstico de ELA, había comenzado a construir una casa en el pueblo. Iba a convertirse en uno de los 155 agustinos.
En esta ocasión, Esteban Bullrich llegó acompañado por su mujer, Uque Sequeiros, y su hija Margarita y, como siempre, llevó facturas. Lo recibieron con una ovación. El intendente de Junín, Pablo Petrecca, le dedicó unas sentidas palabras, donde lo reconoció como un gran ejemplo para todos los vecinos. El exsenador no pudo ocultar su emoción.
Veinticuatro horas antes, LA NACION se comunicó con Esteban Bullrich para preguntarle si iba a votar. A continuación, el breve diálogo, que se produjo a través de WhatsApp:
-¿Esteban, va a ir a votar mañana?
-Siempre me sorprende esta pregunta. Yo lo pienso al revés: ¿cómo no voy a votar? Se define el futuro del país, que es el futuro de todos, de mis hijos, de mis futuros nietos. Entré en política para dejarle un mejor país a ellos, no me voy a bajar hasta que el trabajo no esté terminado.
-Pero su voto trae también un mensaje poderoso, de compromiso.
-Hay un mensaje que quiero dar, más allá del voto en sí: pierde el que se resigna, pierde el que abandona. Y esto es verdad para la vida de cada uno, pero también es profundamente cierto para los países en su conjunto. No hay que soltar nunca la intención de hacer un país mejor. Yo no lo voy a hacer.
-La campaña electoral dejó un sabor amargo. En un país con una inflación acumulada de 140% y más del 40% de los argentinos pobres, hubo escasez de propuestas y en su lugar abundaron los insultos, agravios, audios vergonzosos e imágenes reprochables. ¿Por qué cree que se desarrolló de esta manera la campaña política?
-Son muchos años de crisis en crisis y los dirigentes no son ajenos a las consecuencias que eso trae. El cortoplacismo, lo táctico por sobre lo profundo y la grieta destructora de la que no supimos salir, siempre empujó a la política a usarla para su beneficio electoral. Todo eso te arma un clima muy hostil y la aparición de expresiones antisistema que también lucran electoralmente con el odio y la agresión, terminan de configurar el panorama. Es lamentable, tenemos que ser mejores. También voto para eso, para seguir intentando construir un país en el que vivamos bien.
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