Una de las más recientes novedades italianas en Netflix lo dice todo desde el título… para quienes saben que se basa en hechos reales: "La increíble historia de la Isla de las Rosas". Aunque no hay que esperar nada al estilo Fellini, sino más bien una comedia sobre un acontecimiento olvidado que hace algunas décadas difundieron los noticieros italianos. La película habla de barcos y aguas internacionales, un poco como el largometraje que presentó Richard Curtis en 2009, "The Boat that Rocked" (Los piratas del rock). Pero las similitudes terminan ahí, aunque ambas se puedan considerar como maneras diferentes de cumplir sueños, materializar utopías o sortear prohibiciones. Si una recordaba a la mítica Radio Caroline, que emitió rock y pop desde las aguas internacionales del Mar del Norte, la otra se centra en el proyecto -increíble, como revela el título- de Giorgio Rosa, de un ingeniero boloñés que quiso crear su propia nación.
La isla artificial de Rosa
Su nombre estuvo en boca de todo el mundo a partir del 24 de junio de 1968, cuando dio una conferencia de prensa para presentar formalmente la existencia de su isla artificial, en realidad una plataforma instalada en las aguas internacionales del Adriático, no muy lejos del ultrapopular balneario de Rimini. Eran meses de muchas turbulencias en Europa y la polémica que desató Rosa podría haber pasado por una más; pero las autoridades italianas se lo tomaron muy en serio y la Esperanta Respubliko de la Insulo de la Rozoj (el nombre que tenía en esperanto, su idioma oficial) tuvo corta vida.
Rosa no era el primero ni fue tampoco el último en querer crear su propia nación. En tiempos medievales, los más osados se creaban feudos a fuerza de espada. Los tiempos cambiaron, y ahora los aspirantes a reyes, emperadores, autócratas o simplemente mentores tienen que ir por caminos distintos, como la fantasía o el humor. No quita que se animen a cumplir sus sueños, que financian con la emisión de sellos y la venta de recuerdos. Algunos hasta venden pasaportes, títulos honoríficos o cargos que sus compradores se toman con distintos grados de seriedad. En todo el mundo existiría la extravagante suma de unos 600 de estos minúsculos territorios devenidos en micronaciones. Algunos son más conocidos que otros y hasta se convirtieron en atracciones turísticas, como Seborga en Italia, Hutt River en Australia o el Saugeais en Francia.
Estado o nación: no es cuestión de tamaño
Hay una diferencia inmensa entre los microestados, reconocidos internacionalmente, y las micronaciones, entidades que remiten a antiguas tradiciones (en el mejor de los casos) o la audacia individual (en la mayoría de los otros): como Sealand, creada por Roy Bates sobre una plataforma militar abandonada en las aguas territoriales británicas del Mar del Norte.
En América Latina, a Uruguay le corresponde el papel de "pequeño país" por su superficie. Aunque es un gigante en comparación con los verdaderos microestados y no entraría en los criterios que los definen. Si bien no todo es cuestión de tamaño, porque también importan la población y por supuesto la situación jurídica frente al resto del mundo. Y para eso hay que remitirse a la Convención de Montevideo, redactada en 1933 para definir lo que es un Estado soberano. En la actualidad la ONU reconoce 193.
Esta última condición deja fuera del camino a muchos territorios, y entre ellos a varios candidatos que podrían integrar algún día el club de los microestados. Se trata de entidades que reivindican su soberanía y fueron parcialmente -o nada- reconocidos por otros. Es el caso del Somaliland en África y de Transnistria y el Kosovo en Europa; o de Abjasia y Osetia del Sur en el Cáucaso. Son frutos de historias complicadas, de caídas de imperios, de golpes separatistas u otros avatares geopolíticos. Tampoco entran en estos criterios los territorios que son parcialmente reconocidos, pero que no tienen su asiento en las Naciones Unidas -por múltiples razones- y los casos más conocidos son los de Palestina y Taiwán.
La lista está lejos de estar cerrada y además se podrían considerar casos que gozan de autonomías tan amplias que son independientes en la práctica, como las islas Feroés o Nueva Caledonia. Y para complicarlo un poco más, hay casos como el de la Orden de Malta, que ya no tiene más territorio y sin embargo goza de una soberanía funcional reconocida internacionalmente. Es actualmente una entidad caritativa que mantiene sedes diplomáticas (incluyendo una en Buenos Aires). Tiene atributos de Estado sin aparecer en los mapas. ¿Podría ser considerado como un microestado?
Nauru, Santa Lucia, Andorra, Mónaco, Kiribati, Palaos, las Islas Seychelles, San Marino: son algunos de ellos. ¡A no confundirlos con micronaciones! Aunque en esta última categoría, varias tienen un territorio bien delimitado y una historia propia y documentada. En algunos casos son testimonios de soberanías pasadas, como en Seborga, que podría haberse convertido en otro San Marino o en un Mónaco ligur. La historia no le jugó a favor, pero se desempeña como un minirreino. La princesa Nina es reconocida como tal por los 280 habitantes del pueblo. Seborga tiene su escudo, carteles en el ingreso del territorio, bandera, sellos y sobre todo una historia respaldada por antiquísimos documentos que demuestran que la localidad fue un principado independiente durante ocho largos siglos. Pero no alcanzó para que las instituciones de la Unión Europea hayan querido recibir las demandas iniciadas por quien fue el príncipe Giorgio I. Un reconocimiento sería la puerta abierta para una multitud de otras regiones, municipios o entidades a lo largo y ancho del continente.
Humor y fantasía
Según el criterio adoptado -superficie y/o tamaño- pasamos de 31 a 5 microestados en la actualidad. Pero son cifras que se van actualizando constantemente. Y es muy probable que haya uno más dentro de poco cuando la isla de Bougainville se convierta en el 194° miembro de la ONU, luego de haber elegido independizarse de Papúa Nueva Guinea el año pasado.
Las micronaciones son muchas veces hijas de un solo hombre, como las plataformas de la Isla de las Rosas o Sealand; de una familia, como en Hutt River; o de un grupo, como el Reino de Elleore. Esta monarquía de fantasía existe solamente unas semanas al año, sobre una isla que es el resto del año un refugio de aves. Está en el fiordo de Roskilde en Dinamarca y fue comprada por profesores en 1944 para convertirla en un destino de clases "verdes". Allí crearon parodias de instituciones y leyes veladas por Leo III, el actual soberano, un vendedor de seguros en la vida diaria. Elleore tiene, entre otras particularidades, su propio huso horario, con doce minutos de diferencia con el resto de Europa.
Muchas de las micronaciones se ganan simpatías y congregan seguidores y ciudadanos gracias a la burla, las bromas y la parodia. En Francia, sobre todo, lugar muy activo en la creación de tales mundos. Allí nació el Groland. Todo empezó con un noticiero de TV satírico y se transformó en un mundo paralelo que recibe una adhesión popular masiva. A tal punto que es muy común ahora ver autos con el adhesivo "GRD - Présipauté de Groland", que revelan que sus ocupantes forman parte de aquella nación que existe a fuerza de programas TV, de películas y de festivales. Francia es también el país de King Guillaume, una película de 2009 que trata el tema de las micronaciones en tono de la comedia. Sus creadores imaginaron las desventuras de una pareja de parisinos que hereda un reino, en realidad una pequeña isla bretona que recibió su independencia del rey de Inglaterra durante la Edad Media. ¿Estarán a la altura de la noble bandera de Guerrelande, que ostenta tres franjas verticales: una blanca, otra blanca y una tercera… también blanca?
En otros tiempos, los intentos de crear monarquías, reinos o nuevas naciones no fueron tan divertidos. No hace falta ir muy lejos para tener uno de los ejemplos más conocidos: el empleado de tribunales Antoine de Tounens sacrificó fortuna, salud física y su estado mental en sus intentos de convertirse en rey de los tehuelches. Georgette Bertin-Pourchet no tuvo un destino tan trágico. Y en la actualidad, con más de 85 años, sigue dando curso a cientos de solicitudes cada año, participa en entrevistas para la televisión y viaja por todo el mundo, en su calidad de presidente de la République du Saugeais. Se trata de la agrupación de pequeños pueblos del Jura francés, cerca de la frontera suiza. La abuelita-presidenta vitalicia es nieta del fundador de esa micronación que salió de una broma entre un hotelero y un representante del Gobierno francés, en 1947. El primero preguntó al segundo si tenía un salvoconducto, durante una visita a la región; a lo que se le respondió "si esto es una república, hace falta un presidente y yo lo nombro presidente". Con el tiempo el Saugeais confeccionó un escudo, una bandera, un himno y emite su propia moneda y sellos postales. Caso único en todo este mundo de fantasía: los correos galos emitieron un sello con los símbolos de la región. Demostraron así un sentido del humor más desarrollado que el funcionario que redactó un informe denunciando la incompatibilidad de aquellas instituciones de fantasía con las de Francia. El funcionario terminó trasladado a cielos más prosaicos y el Saugeais sigue siendo una curiosidad que no se quiere perder ningún turista de paso por la región. Un jubilado vestido de aduanero hace parar a los autos sobre la principal ruta de acceso y regala ejemplares de un salvoconducto que advierte que el visitante "tendrá que ser recibido con cortesía" y "puede circular libremente por todo el territorio sauget".
Mundos fuera de nuestro mundo
Europa, el Caribe y el Pacífico son las tres zonas del mundo que albergan la casi totalidad de los microestados. Las micronaciones, por su parte, están repartidas por todas partes y las hay hasta en el mundo virtual. Cerca de Buenos Aires, la más longeva es Parva Domus, en Punta Carretas, un barrio de Montevideo. Existe desde fines del siglo XIX. La más insólita es la República Glaciar, creada por Greenpeace sobre los campos de hielo chilenos en 2014. En todas las Américas la más conocida sigue siendo la Conch Republic, en los cayos de la punta de la Florida. El alcalde de Key West es su presidente. Y se dice que esa república concentra "lo mejor de Estados Unidos, además de humor, calidez y respeto". Tiene su moneda, el sand dollar, una fiesta nacional, y vende banderas, pasaportes y recuerdos a los turistas en una casa que tiene el cartel de Office of the Secretary General of the Conch Republic.
La emisión de divisas es un rasgo común a muchas micronaciones y divierte a los coleccionistas que están dispuestos a comprar billetes y monedas. La Antártida también tiene dólares propios, emitidos por una empresa norteamericana para la cual este "juego" es un negocio redondo, ya que los billetes de un dólar cotizan a siete euros en Europa. El continente blanco es de hecho la última frontera de nuestro planeta y también la de la fantasía humana. Hace ya muchos años que empezaron a multiplicarse los casos de micronaciones -virtuales o no- que reivindican porciones de hielo: desde la República Popular Democrática de Kemp Land hasta el Gran Ducado de Westarctica. Este último fue creado por el norteamericano Travis McHenry, que sorteó la reglamentación internacional y reivindica porciones del territorio antártico para él mismo y no para un país. Es un habitué de la creación de tales mundos, ya que fundó también el Calsahara, en California. Este exmiembro de la US Navy tarda tres horas desde su departamento de Los Ángeles para llegar hasta su reino, donde se convierte en Montague I. Reina sobre un valle desértico en medio del cual trata de mantenerse parada una casita en mal estado.
McHenry nunca pisó el gran ducado antártico que creó y reivindica en instancias internacionales. No es el caso de los ciudadanos de Hutt River, que abarcó hasta hace unos meses la superficie de una extensa estancia en el oeste de Australia (y que contaba con más canguros que residentes). Fue creada por Leonard Casley, un granjero en desacuerdo con el gobierno local por problemas de cuotas de producción. Se autoproclamó Leonard I y transformó su propiedad en principado. Juicios, deudas impositivas y finalmente la pandemia de coronavirus vencieron las veleidades independentistas de la familia Casley, que puso un punto final a la aventura luego de décadas imprimiendo sellos, billetes y pasaportes.
Fantasía y humor ya eran los cimientos de la fundación de la República de Montmartre en 1860, una especie de ancestro de las micronaciones actuales. Sigue existiendo a través de la Comuna Libre de la famosa colina parisina, y en el recuerdo de canciones de los cabarets de la Belle Époque, como las de Aristide Bruant. Otra capital europea que tiene también su propio hijo -o mejor dicho barrio- pródigo es Copenhague. La Ciudad Libre de Christiania nació con la instalación de grupos de hippies a principios de los 70, cuando el flower-power ya se había marchitado en California. Obtuvo un estatuto oficial de experiencia social en 1973 y según las épocas fue un enclave más o menos integrado al resto de la capital danesa. Sus particularidades fueron revocadas hace unos años, pero su contribución a la cultura danesa sigue en las memorias y es notable hasta el día de hoy. La banda Gasolin’, considerada como los Beatles daneses, se formó en ese barrio.
Un territorio mencionado en viejos pergaminos, una estancia privada, un barrio anarquista: a veces ni siquiera eso es necesario para crear una micronación. Lo demostró el austríaco Edwin Lipburger, cuando construyó y habitó una esfera y la proclamó totalmente independiente del resto del mundo. Kugelmugel es el único "país" del mundo que se mide en metros cúbicos y no cuadrados… y que puede desplazarse rodando. Su creador defendió su independencia alegando que geométricamente su burbuja estaba en contacto con el resto del mundo por un solo puntito y que por esta razón no podía considerarse como parte de Austria. Fue el argumento que presentó durante un juicio que se le hizo en los años 70. En la actualidad Kugelmugel fue reconvertida en atracción turística y se expone como una obra de arte en el Prater de Viena.
La lista de las micronaciones es muy larga y se podría mencionar también a Freedonia, Talossa, los Estados Unidos de Kavalos, Waveland (creada sobre la punta rocosa de Rockhall que apenas sobresale por encima de las olas del Atlántico Norte y se considera como el punto más aislado de Europa), la República de Nymark (basada en una isla del Spitzberg que nunca había sido cartografiada y apareció gracias al recalentamiento global cuando se fundió el glaciar que la cubría), Kamberra (una creación artística conceptualizada), Lomar (una estafa que fue muy próspera en Nigeria hace unos quince años), Celestia (que hay que buscar en el espacio) o Angyalistan (cuyos fundadores reivindican la soberanía sobre la línea del horizonte)...
Más notas de Historias para conocer
Más leídas de Lifestyle
Según el Feng Shui. Cuál es el lugar ideal de la casa para poner el árbol de jade, la planta que atrae la prosperidad económica
¿Es así? Qué personalidad tienen las personas que se bañan por la mañana
Lista completa. Cuáles son las frutas que pueden comer los perros, según los especialistas
Secreto de jardín. El fertilizante ideal para hacer crecer las plantas en tiempo récord: se prepara en casa y es barato