El Centro Vecinal Unidos de Olmos podría sufrir el remate judicial de su cancha de fútbol por una falta cometida durante un partido de 1985
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Los vecinos de la localidad de Lisandro Olmos, en La Plata, están desconcertados. Aún no comprenden cómo aquella errática jugada, durante un partido de futbol que se jugó en 1985, pueda afectar la continuidad del club que los vio crecer.
Entre las calles 44 y 184, rodeado de humildes casas, emerge imponente el Centro Vecinal Unidos de Olmos. La magnitud de su infraestructura deja entrever el esplendor que tuvo alguna vez. Si bien el paso del tiempo y los vaivenes económicos fueron apagando su brillo, las ilusiones de cientos de chicos que concurren al club siguen intactas y lo transformaron en un lugar de contención.
“Fue un accidente del fútbol”, subraya el actual presidente del club, Luis Pérez, sobre lo que sucedió aquel día de agosto. Para otros, el trágico desenlace fue el corolario de una jugada malintencionada del defensor de Unidos de Olmos.
Aunque pasaron más de tres décadas de aquél partido, una reciente decisión judicial pone en “peligro de remate” la cancha del club y con ella, los sueños de 800 chicos del barrio que concurren a jugar al futbol. Para salvar su “estadio”, un campo de fútbol de medidas reglamentarias, alambrado y con poco pasto, Unidos de Olmos debe concretar una tarea titánica: recaudar cinco millones de pesos.
El histórico partido de la patada
Corría el mes de agosto de 1985. Unidos de Olmos disfrutaba de su momento de gloria: el año previo se habían consagrado campeones de la Liga Amateur Platense y aquella tarde se enfrentaba, de local, contra Círculo Cultural Tolosano. Había ambiente de clásico: el predio estaba repleto de hinchas. Nadie sospechaba lo que estaba a punto de suceder.
Había estado lloviendo y el césped estaba mojado. A los cuarenta minutos del primer tiempo, Eduardo Montero, de los tolosanos, recibió la pelota en la mitad de la cancha y se lanzó a toda marcha hacia el área contraria. Los jugadores rivales, desesperados, intentaron detenerlo.
“José Gutiérrez, jugador de Olmos, tiró una patada para sacar la pelota de la cancha, pero le erró y le pegó a Montero”, describe Liliana Guadarrama, una vecina que fue espectadora de la trágica jugada.
“Lo que más recuerdo de ese día fue el ruido que hizo el hueso cuando se quebró”, insiste Liliana. Efectivamente, Montero fue trasladado al hospital con una fractura expuesta de tibia y peroné de su pierna derecha. La fatalidad del destino hizo que apenas 10 días después del accidente y por una complicación vascular originada en aquella lesión deportiva, debió ser amputado “diez centímetros debajo de la rótula”.
El partido no se suspendió, aunque nadie recuerda el resultado. Gutiérrez fue expulsado y, más tarde, recibió diez fechas de suspensión.
Por la pérdida de su pierna y el deterioro de su calidad de vida, Montero inició un juicio por daños y perjuicios contra la Liga Amateur Platense de Fútbol, el Centro Vecinal Unidos de Olmos, el Club Social y Deportivo Los Tolosanos (tal como figura en la demanda) y el autor de la falta, José Gutiérrez. Por cuestiones jurídicas y presuntas inconsistencias en la asesoría legal del club, todos los demandados fueron quedando desligados de la causa, menos Unidos de Olmos contra quien se dictó sentencia para rematar cuatros lotes del predio de la institución, justamente los que corresponden al campo de juego del club.
Cinco millones para salvar al club
Hasta hace menos de un mes, los miembros que integran la actual comisión directiva de Unidos de Olmos no tenían conocimiento de la existencia del juicio. Un llamado telefónico al presidente los alertó. “Me llamó el hijo del jugador que perdió la pierna. No entendía nada de lo que me estaba hablando”, cuenta Luis. Y, acto seguido, añade: “Él me dijo que estaba dispuesto a negociar porque no quería que rematen la cancha. Quería la plata”. Consternado, explica que la suma que reclama el hijo de Montero para evitar el remate de los predios del club son cinco millones de pesos.
“No se cómo vamos a juntar esa cantidad de dinero”, dice Andrés Laure, tesorero del club, aunque asegura que no pierde las esperanzas y junto con los demás miembros de la comisión directiva del club decidieron poner manos a la obra para intentar recaudar un monto que al menos les permita negociar.
Son conscientes que juntar cinco millones de pesos es una verdadera hazaña y que el tiempo los apremia. Como primera medida, abrieron una cuenta para recibir donaciones y se lanzaron con la venta de 5000 bonos contribución a 300 pesos que incluyen el sorteo de una estadía en Mar del Plata que les obsequiaron. “Si los vendemos a todos es un millón y medio de pesos. Apenas llegaríamos a un poco más de un cuarto de lo que piden”, reflexiona Andrés.
La tarea será difícil y por eso están analizando otras alternativas como solicitar a los clubes platenses de primera división, Estudiantes y Gimnasia y Esgrima de La Plata, que colaboren con camisetas firmadas por el plantel para que luego puedan ser sorteadas por el club vecinal con la emisión de más bonos.
El abogado Luis Montuelle, actualmente a cargo de la asesoría legal del club, explica a LA NACION que Unidos de Olmos tiene la voluntad de iniciar las negociaciones con Montero para llegar a un acuerdo motivados en “la importancia del club para el barrio”.
El origen del club y su transformación
Como la mayoría de los clubes barriales su origen es el resultado de la camaradería. Fundado en 1939, en los tiempos que solo había quintas en la zona, el club surgió del deseo de los vecinos de contar con un lugar de encuentro para compartir charlas y jugar al deporte favorito de aquellos tiempos: las bochas.
A la par del crecimiento de la zona, los intereses deportivos fueron mutando y de la mano del futbol, el club comenzó a florecer. En algún tiempo, hubo otras actividades, como patín y gimnasia, pero el fuerte siempre fue la pelota. Su época de esplendor fue en 1984 cuando se consagraron campeones de la Liga Amateur Platense, título que repitieron en 1993 y 2019. Su rival histórico es su vecino de barrio Peñarol Infantil Olmos y su orgullo es haber sido la cuna del jugador Lucas Lobos, que siguió su carrera en Gimnasia y Esgrima y luego se radicó en México.
Sin embargo, los avatares económicos y sociales del país convirtieron al club en la sombra de lo que supo ser y el centro deportivo es hoy, principalmente, un refugio para muchos de los niños del barrio. “Con el deporte tratamos de sacar a los chicos de las drogas y de las carencias que muchos sufren en sus casas”, dice Andrés y por eso, lo que más le “duele” es “quitarles esa posibilidad”.
Remate de ilusiones
Los miembros de la comisión directiva están preocupados porque conocen la situación que atraviesan la mayoría de los 800 chicos que concurren al club y saben que será muy difícil conseguir que abonen la cuota social de 400 pesos. “Si 100 chicos llegan a pagar la cuota, es mucho”, grafica presidente de la entidad. Liliana se apresura a comentar que, a diferencia de otros clubes de la zona en Unidos de Olmos, aunque no paguen la cuota se los deja jugar igual. “En otros, si no pagas te dejan en el banco”, asegura.
Según el tesorero de la entidad, el club “subsiste” del esfuerzo que hacen los quince miembros de la comisión y algunos socios, además de lo que recaudan con el alquiler de la cancha de futbol cinco. No reciben reciben ninguna ayuda del Estado.
“Todo lo hacemos nosotros a pulmón”, resalta Andrés y añade: “Cuando fue la época de la pandemia, nosotros cortábamos el pasto y marcábamos la cancha. Eso no pasó solo en Unidos de Olmos, sino en todos los clubes de barrio”.
El año pasado se armaron bolsones con donaciones que realizaban los mismos vecinos para entregar a las familias más necesitadas del barrio. “También hicimos algunas ollas populares. Es un barrio de gente trabajadora y la pandemia con las restricciones los afectó muchísimo. Por eso nos cuesta mucho que los chicos puedan colaborar con una cuota”, puntualiza Andrés.
El club enfrenta en estos días un desafío inédito. Inspirados en los valores de los primeros fundadores, deberán recaudar los fondos para resarcir una falta que se cometió hace más de tres décadas y evitar de esta manera, el remate de su cancha y conservar las sueños de los chicos del barrio.
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