Como en It, pero real: el payaso asesino que enterraba a sus víctimas en su propia casa
Un Joker que se camufló detrás de la máscara. Se hizo llamar Pogo, el payaso. Bajo ese seudónimo ofrecía su arte naif en obras de beneficencia, desfiles y fiestas infantiles. Pero detrás de ese personaje cándido y amoroso se escondía el horror de un criminal en serie que, entre 1972 y 1978, asesinó a 33 varones jóvenes, la mayoría enterrados en el sótano de su propia casa.
Su verdadera identidad era John Wayne Gacy, descendiente de polacos y daneses. Un tipo de aspecto bonachón, excedido de peso, nacido en Chicago en 1942. Vivió tan solo 52 años. Los suficientes para sembrar el pánico y dejar un recuerdo imborrable en la historia de la crónica criminal de los Estados Unidos. Como aquel Pennywise de IT, el formidable relato de Stephen King, una vez más la máscara se pinta con sangre.
Las razones de matar
¿Existen condiciones sociales que predispongan a un individuo a convertirse en una criminal? ¿La carencia de estímulos y falta de contención emocional en la niñez pueden ser factores condicionantes para que el crimen sea entendido como una emancipación y revancha? ¿Hay algo intrínseco predeterminado por la estructura celular de la persona que puede llevar a una conducta errática? La psiquiatría y la psicología trabajan en conjunto con la medicina clínica y neuronal. Los especialistas forenses vinculan datos y los cadáveres de los asesinos son estudiados para descifrar su conformación. Búsqueda de indicios y de datos que confirmen hipótesis. A partir del diálogo entre todas esas disciplinas, hubo un acercamiento a ciertas conjeturas y posibles respuestas en torno al accionar del popularmente llamado Payaso asesino.
No fue hijo único, pero sí el único varón del matrimonio conformado por John y Marion. En su más tierna infancia su sobrepeso se convirtió en un flagelo que diezmó su salud y lo condicionó en la vida social. Su relación con su mamá y sus hermanas era muy buena. No así con su padre, quien no solo lo molestaba por su condición física sino que lo apodaba "marica", "nene de mamá" o "estúpido". Su padre era un hombre alcohólico que se dedicaba a maltratar a los suyos e incluso a abusar físicamente de ellos. Como si no fuese suficiente, a los nueve años un amigo de la familia abusó del pequeño John y, a los once, golpeó su cabeza contra un columpio lo que le aparejó múltiples secuelas neuronales que se manifestaban, en principio, con desmayos cada vez más frecuentes.
Sin duda, esta concatenación de hechos lo llevó a obtener malas calificaciones en los colegios que, una y otra vez, terminó abandonando. Paradójicamente, a los veinte años se mudó a Las Vegas, donde concluyó su formación y hasta se graduó en una carrera vinculada a los negocios. En 1964, decidió partir a Springfield, donde comenzó a trabajar en una empresa de la industria del calzado en la que mostró sus dotes para los negocios. Sus méritos lo llevaron a ser ascendido a vicepresidente de la compañía. En ese tiempo fue cuando conoció a su primera mujer: Marlynn Myers. Y cuando la doble vida comenzó a ser un denominador común fatídico.
Su vida matrimonial no fue feliz. Diversos estudios confirmaron que John Wayne Gacy padecía de disfunción eréctil. Mientras se debatía entre concluir o no su matrimonio inició su carrera en el mundo de la delincuencia y los excesos. En 1968 fue condenado a diez años de prisión por del abuso sexual de menores. Su buena conducta en la cárcel le permitió salir a los dos años. Volvió a vivir en Illinois y, para no ser descubierto, camufló su verdadera identidad. Consiguió trabajo en el mundo de la construcción y se casó con una mujer que era madre de dos hijos. Con ellos conformó una familia "ideal". En esos tiempos, comenzó a trabajar como payaso en diversos eventos solidarios. Además, decidió involucrarse en el Partido Demócrata y hasta fue fotografiado junto a la futura Primera Dama Rosalynn Carter, retrato que fue autografiado por ella y que, luego de cometidos los crímenes, se convirtió en una verdadera deshonra. El segundo matrimonio culminó en 1976. Violencia y falta de actitud sexual fueron los detonantes. El germen del asesino estaba latente.
Máscara criminal
En 1977, el joven David Daniel fue el primero en hablar y contar la operatoria de Gacy. Engañaba a jóvenes por los que se sentía atraído. Los ataba, abusaba de ellos, sodomizaba y los estrangulaba. Una de sus estrategias para captar a sus víctimas era ofrecerles marihuana gratis. A partir de las declaraciones de Danie, comenzaron a tejerse hipótesis y a enlazar diversos crímenes cuyas víctimas eran varones jóvenes.
El 12 de diciembre de 1978 comenzó a ser investigado después de la desaparición de Robert Piest, un adolescente de 15 años. Fue el comienzo de una trama que como un ovillo desprolijo comenzó a deshilacharse. Como suele suceder, la investigación incluyó un allanamiento a su casa, donde aparecieron objetos personales de las víctimas registradas por la policía y elementos que daban cuenta de prácticas sexuales violentas. El pez por la boca muere. En este caso, por lo hallado de manera desprolija, y hasta ingenua, por quien se creía todopoderoso. Pero lo que sería la peor escena de esta historia sucedió cuando los investigadores lograron la confianza del asesino, quien los invitó a cenar a su casa imaginando que, a partir de esta dinámica, engañaría, definitivamente, a las autoridades policiales y a la Justicia. Desde ya, los agentes tenían todas las sospechas y más de un indicio concreto comenzaba a dar datos certeros indudables. En aquella cena, el olor nauseabundo del lugar los alertó. El aroma fétido llegaba desde el sótano de la vivienda. Era hora de actuar. De dejar de disimular la "amistad". Lo increparon. Y él no pudo escapar.
El 22 de diciembre, el asesino perverso, como lo son todos, confesó su accionar macabro. Se trataba de muertes de hombres jóvenes, de un patético sistema de captura de víctimas, de una dinámica de tortura y sexo, y de lo que, a las autoridades causó más escozor: el criminal escondía partes de las víctimas en su propia casa. La peor imagen fue la de un cadáver arropado con las prendas de un payaso. ¿Sus propias ropas? Se encontraron 27 cuerpos en estado de descomposición y toneladas de limón que intentaban disimular el olor. Dos cadáveres habían sido enterrados en el jardín. Y cuatro en un río cercano.
Confesión final
En el juicio, John Wayne Gacy dio detalles minuciosos de su accionar. Su rosto cándido, su vestimenta desprolija como sello propio, su exceso de peso y el pelo despeinado, le otorgaban un aspecto inofensivo. Si bien declaró sus crímenes, sus abogados intentaron declararlo inimputable, pero esto no fue aceptado. Estaba ubicado en tiempo y espacio. Sabía lo que hacía a la hora de matar. El 6 de febrero de 1980 comenzó el juicio. Las pericias policiales permitieron identificar a la mayoría de los jóvenes asesinados entre 1972 y 1978. Los objetos en casa del criminal ayudaron, y mucho, en la resolución del caso. Aún quedan ocho cuerpos sin identificar.
El 13 de marzo John Wayne Gacy fue declarado culpable. La sentencia fue de 21 cadenas perpetuas y 12 penas de muerte. El 10 de mayo de 1994 fue ejecutado a través de una inyección letal. Jamás se arrepintió de lo acontecido. Jamás mostró culpa por sus crímenes. Y, al oír su sentencia, una sonrisa dejó entrever a Pogo, ese personaje con el que se escondía socialmente. Nunca dio testimonio de la crueldad de su padre. Hizo y deshizo a su modo, buscando la impunidad. Sus últimas palabras lo espejaron definitivamente: "El Estado me está asesinando. Besen mi culo. Nunca sabrán dónde están los otros". Y murió. Y con su muerte, nació la leyenda de este payaso real de máscara falsa. Este Joker sin ficción. Un Pennywise sin su Stephen King creador.
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