Sabemos poco de Islandia, casi nada. Que tiene una cantante hipnótica como Björk y que el frío es despiadado. Esto último lo chequeamos en la maravillosa serie Trapped, uno de los hits del año pasado en Netflix. Y lo que sale en los diarios y en los noticieros muy esporádicamente. Cuando se publica algún ranking de la buena vida, digámoslo así. Esos indicadores que difunde la ONU con el único fin de demostrar que, bajo ciertas condiciones –los paisajes gélidos acaso sea una de ellas–, la democracia y el capitalismo pueden convivir de manera provechosa. Para que el resto del mundo tome nota y se abstenga de incubar ideas locas con modelos sociales alternativos.
Tales estadísticas dicen que Islandia, una isla del Atlántico Norte de tan solo 340.000 habitantes, paga los salarios más altos del planeta y que figura en el puesto nueve de la tabla de Índice de Desarrollo Humano (IDH), por encima de varias potencias. Esta evaluación tiene en cuenta la salud, la educación y el nivel de vida, por lo tanto es más elocuente sobre la prosperidad de una nación que la mera suma de la que resulta el Producto Bruto. No hay dudas entonces de que, si uno se abriga convenientemente, en Islandia se puede vivir a lo grande.
Claro que, en los últimos años, la delicadísima Björk y los datos socioeconómicos ejemplares han sido desplazados como emblemas permanentes de la isla feliz. Porque hizo su aparición el fútbol, con su capacidad de arrasarlo todo y convertir el resto de la información en notas al pie.
Primero, con una deslumbrante actuación en la Eurocopa de 2016, en la que eliminó a Inglaterra en los octavos de final y solo Francia, el poderoso anfitrión, logró detener esa marcha victoriosa en cuartos. Para entonces, todo el mundo hablaba de ese clan vikingo de apellidos impronunciables terminados en sson. Un equipo disciplinado, corajudo e inteligente, que suplía inexperiencia con espíritu solidario. Y que añadía al espectáculo sus rituales con el público. Así como los All Blacks practican su intimidatorio haka antes de los partidos, futbolistas y espectadores islandeses comparten el hú, una ceremonia de aplauso y grito sincronizado que también eriza la piel y que algunos postulan, con excesiva fantasía, como herencia de un linaje guerrero.
Camino a Moscú
En octubre de 2017, luego de derrotar a Kosovo 2-0, Islandia logró su primera clasificación a un Mundial. Y lo hizo adueñándose de un grupo en el que compitió con equipos de reconocido poderío como Croacia y Ucrania. Y confirmando que la Eurocopa no había sido un guiño de la fortuna, sino el resultado de una sesuda planificación.
El pasaje a Rusia, donde debutará ante la selección argentina de Leo Messi el 16 de junio en Moscú, es la dulce cosecha de un programa de formación deportiva queincluyó entrenamiento personalizado de los juveniles, capacitación de entrenadores a través de la UEFA y la construcción en serie de canchas techadas para que la hostilidad del clima no impidiera los entrenamientos.
Piloteado por la federación islandesa (KSI) y con el apoyo del gobierno, la enfática apuesta al fútbol tuvo, cómo no, una coartada políticamente correcta: alejar a los jóvenes de las tentaciones mundanas por medio de la pelota. Es lícito sospechar que algunas ambiciones más pedestres agitaban los pensamientos de los dirigentes deportivos. Por caso, asomarse al corazón de ese show que desata pasiones irrefrenables (y colosales negocios), aun en geografías tan civilizadas como la propia Islandia.
Así que en 2011 contrataron al sueco Lars Lagerbäck, a quien se señala como factótum del crecimiento del equipo nacional, que desde entonces trepó 80 puestos en el ranking elaborado por la FIFA. Lagerbäck lideró el equipo que concentró la atención internacional en la Eurocopa de Francia y luego le cedió el mando a Heimir Hallgrimsson, su discípulo islandés, quien será el responsable de las tácticas en la gran cita de Rusia.
Hallgrimsson, que cumplirá 51 años cuatro días antes del puntapié inicial del Mundial, poco tiene que ver con el perfil y los hábitos de sus colegas europeos, muchos de ellos estrellas cuyo fulgor y vanidad opaca a los propios futbolistas. Odontólogo de profesión, hizo los palotes como director técnico en un equipo de mujeres, el ÍBV Vestmannaeyjar, club situado en el casi desierto archipiélago homónimo. Según reveló en distintas entrevistas, la mitad del día la dedicaba al consultorio y por la tarde entrenaba a las chicas.
Dispuesto a disfrutar de la experiencia mundialista más que a vivirla como un reto estresante, el DT le envió el siguiente mensaje a Messi apenas se enteró del fixture: "Es el primer partido del torneo y habrá mucho más por delante. Así que relájate y no te esfuerces demasiado". El breve video, publicado por la página oficial del Mundial, culmina con una sonora carcajada de Hallgrimsson.
En tren de broma, también ha comparado a Aron Gunnarsson, uno de sus dirigidos, de barba roja y cara de pocos amigos, con Pelé y Maradona. Pero la osadía máxima del entrenador dentista, la que desafía abiertamente ciertas sentencias al parecer irrefutables sobre la violencia en el fútbol, reside en su relación con los hinchas. Ha establecido una costumbre impensable en otra parte: antes de cada partido de local, se reúne con ellos en un pub.
Al principio, según él mismo cuenta en el documental producido por ESPN Fenómeno Islandia, no eran más que siete. Más tarde el cónclave fue tomando color hasta convertirse en una asamblea masiva y variopinta, en la que está absolutamente prohibido grabar y activar los celulares. "Si algo se filtrara, estaríamos perdidos", aclara Hallgrimsson.
Allí el entrenador adelanta en exclusiva la formación del equipo y habla de la táctica que empleará. Lo mismo que les dice, minutos después, durante la llamada charla técnica, a sus futbolistas. Ninguna hinchada, ni siquiera la de un ínfimo club de provincia, ha tenido jamás tal grado de protagonismo ni de acceso a información de primera mano. Hasta aquí, la estrecha relación entre seleccionador nacional y público ha transcurrido sin incidentes. Al finalizar su exposición, Heimir Hallgrimsson se sube al auto y se va, tan tranquilo como llegó, mientras los fanáticos trasladan su interés a los barriles de cerveza. Veremos si ante la adversidad y la frustración, ese auditorio mantiene su respetuoso silencio.
Bajo una sola estrella
Al cabo de la intensa campaña por reposicionar el fútbol, Islandia, dada su exigua población, solo cuenta con un centenar de jugadores profesionales, que actúan fuera del país. La principal figura de la selección, de goles importantes en el camino a Rusia, es Gylfi Sigurdsson. Fichado por el Everton por €49 millones, este mediocampista ofensivo aporta, según la crítica especializada, el plus creativo en un equipo que se caracteriza por el despliegue incesante y un pragmatismo que empieza por acatar rigurosamente los propios límites. En Moscú, Sigurdsson será entonces la contrafigura de Messi cuando Islandia haga su debut absoluto en una Copa del Mundo.