¿Cómo hago para dejar de postergar lo que tengo que hacer?
Marzo es una suerte de panacea. Una palabra mágica. Un mes estupendo para, de una vez por todas, “ser yo”. “En marzo, empiezo”, nos repetimos como un mandamiento bíblico. Para muchos, es el punto de partida de una maratón. Primer error. Nadie nos corre. ¿Competir con quién? Con todo, el tercer mes del año se convierte en la posibilidad de comenzar a cumplir todo aquello que venimos postergando una y otra vez. Sin embargo, consecuencia de una extraña razón que no podemos dilucidar claramente, en marzo abordamos con ímpetu y comenzamos a consumar aquellos objetivos que, en junio, ya serán un recuerdo pospuesto y fagocitado por la rutina. Otra vez la postergación. Otra vez las cuentas pendientes. Otra vez la frustración de no concretar aquello que deseamos o lo que no nos gusta, pero que es necesario hacer. Muchos comienzan en marzo. Y muchos otros directamente ni lo intentan. No inicié la dieta; no fui a hacerme el chequeo médico; no inicié las clases de chino mandarín; no visité a mi amiga del alma que está enferma hace tiempo; y no le dije a mi pareja que me quería separar porque la/lo vi salir del sótano con el portero arreglándose la ropa (me escudo en el “¿habrán estado destapando el desagüe del caño maestro que inunda la planta baja cada vez que llueve?”). Está claro que el engaño, el autoengaño, se lleva muy bien con la postergación.
El popular “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” tiene una denominación académica: procrastinar. Se trata del hábito de postergar rigurosamente determinados proyectos, deseos, actividades. Y también decisiones incómodas que alguna vez hay que tomar.
“La procrastinación es una palabra que se ha ido incorporando al lenguaje y que remite a nombrar la tendencia a postergar, a demorar, a dejar para un indefinido después, a retrasar alguna acción necesaria y útil. Más generalizadamente, aparece como un hábito respecto de una muy variada gama de temas. Lo central es que se postergue, o posponga, todo aquello que nos puede producir algún malestar, o que sea doloroso, ansiógeno, o nos provoque inseguridad, real o imaginaria”, explica el Lic. Alberto Britos, (psicólogo UBA, M N° 384).
Natalia es periodista y una encumbrada guionista de documentales y realities televisivos. Trabaja más de diez horas por día, cumple acabadamente con su rol de madre y disfruta de su pareja de dos décadas. No es una mujer frustrada ni mucho menos. Y hasta, acuerdo mediante, se permite con su marido tener una intensa vida social juntos y separados. Sin embargo, algunos aspectos de su vida personal se ven relegados gracias a ese enemigo al acecho que es la procrastinación: “Siempre dejo de lado la dieta e ir al gimnasio. Son cosas necesarias, pero no las hago. Me encanta comer y me gusta cocinar, pero sé que necesito bajar de peso y hacer ejercicio. Y, por falta de tiempo, también postergo hacer cursos de cocina, talleres de escritura y leer mucho más. Me pesa no cumplir con estos deseos, pero, por alguna razón, siempre terminan postergados”, explica la profesional de los medios.
Ahora o nunca
Atrás quedaron las Fiestas, el campamento en el Uritorco (aunque no creo en los ovnis, pero acepté ir gracias a mi “sí fácil”), y el receso en los ámbitos educativos. Se acabaron nuestras vacaciones ¡y las del jefe! que tendrá por delante 365 días para atormentarnos. Otra vez llevar a los chicos a múltiples actividades; asistir a las reuniones que organiza el suegro insoportable que se la pasa hablando de política para azuzarnos con ideas contrarias a las nuestras; y tener que lidiar con la vecina que, a medianoche, se le ocurre poner al taco a Patti Smith, no porque le guste sino porque ella escucha lo que figura en el suplemento de espectáculos del día. Es más, no debe saber quién es Patti Smith, pero, spotify mediante, la utiliza para calmar su ansiedad nocturna como antes lo hizo con los Rolling, Joaquín Sabina o Ricky Martin. Así de amplia, y tilinga, es ella. Y nosotros sin poder dormir y con la cuenta regresiva que nos marcará que queda poco para las seis. Todo parece volver a foja cero, aunque ya pasaron dos meses desde que brindamos por salud, amor y trabajo, y nos atragantamos con el calórico pan dulce de la tía de mamá que es una suerte de bomba nuclear que nos introducirá dos kilos que no bajaremos nunca más porque, procrastinación mediante, dejamos de lado la visita al gym; al igual que tocarle el timbre a la vecina para que baje el volúmen de la música o espetarle al suegro que no nos interesan sus clases magistrales sobre política.
A pesar de los sinsabores cotidianos, para los más optimistas, marzo es la gran oportunidad de la vida. Ahora sí. “Este año, empiezo”. Sin embargo, son múltiples las causas que llevan a no cumplir con los objetivos pautados. Para el Lic. Britos, psicoterapeuta y psicoanalista, miembro de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, Área de Psicosomática: “Con respecto a entender cómo se es víctima de la procrastinación, las respuestas posibles pueden ser tantas como lo extendido y frecuente que es el fenómeno por las variaciones que conlleva la pluricausalidad. ¿Por qué se dejaría para mañana lo que se puede hacer hoy? La respuesta es, creo, paradojal con el dicho popular porque no se hace hoy ´porque no se puede´. Un obstáculo interno lo impide. Y así se va postergando para después lo que ´debería o sería bueno hacer hoy´. Lo que más frecuentemente puede llevar a la postergación de algo importante es la presencia de alguna angustia o temor respecto a los resultados posibles de esa acción. Esto hace que la persona priorice en la práctica aquellas acciones que son más placenteras”.
Alejandra es ama de casa aunque estudió el profesorado de Matemáticas. Priorizó la vida familiar y postergó algunas aficiones como las bellas artes: “Si bien estudié pintura, por diversas razones fui dejando los cursos. Cada año me planteo volver a las aulas y retomar los pinceles, pero la vida diaria y sus múltiples obligaciones hacen que no lo lleve a cabo”, explica.
Si bien es cierto que la cotidianeidad arrasa con todo. No menos veraz es que, generalmente, buscamos evasivas para dejar de lado el deseo. Aún así, en el otro extremo, se encuentra la postergación de aquello que se debe hacer a pesar de no generarnos placer. “Desde cierto punto de vista la persona tiene razón de priorizar lo placentero, solo que puede no ser ´razonable´ hacerlo a costa de desatender algunos aspectos de la realidad interna y externa que no son tan placenteros enfrentar. Es como tratar de ignorar que la vida es un mix de placeres y dolores. Muchas veces, por evitar algún dolor, creamos más dolores. En la medida que no se logra un cierto equilibrio entre el placer y ciertos aspectos de la realidad, a la larga o a la corta, la acumulación de postergaciones, y sus efectos adversos, termina siendo sumamente displacentero”, confirma el Lic. Britos.
Cumplir con todo tampoco es bueno. Saber decir que no y abandonar algo iniciado no es un pecado mortal. El problema se da cuando la postergación se convierte en hábito. Y en una recurrente sensación de frustración.
¿Qué postergamos?
El Lic. Britos enumera una serie de actitudes amigables con la procrastinación:
- Evitar prolongadamente ir el médico por algún malestar por temor a que el médico diga que es grave
- Postergar aclarar algún tema delicado con algún familiar o persona con la que se tiene relación cuando hacerlo produciría una mayor autoafirmación más allá de si es entendido o aceptado. Muchas veces se supone una respuesta que, cuando se enfrenta el tema en cuestión, resulta más benévola de lo imaginado
- Evitar hacer alguna tarea que se desea porque o se es el mejor o nada. En estos casos lo que está jugando una mala pasada es un ideal perfeccionista que lleva a manejarse con polaridades tales como ´todo o nada´, ´éxito total o fracaso´, perdiéndose la oportunidad de desarrollar y aceptar ´lo posible´ como valioso y no sobrevalorar ciertas idealizaciones tanto en sentido positivo como negativo
- Priorizar el trabajo procrastinando el descansar, dormir lo suficiente, estar con la familia o relajarse y divertirse tomándose unos días de vacaciones o hacer alguna tarea por el solo placer de hacerla. Esto es cada vez más frecuente por lo competitiva y compleja que se ha tornado la sociedad.
¡S.O.S!
Juan es periodista y sabe que iniciar el estudio de otros idiomas le sumaría posibilidades laborales. Sin embargo, comienza los cursos que abandona a los dos meses de iniciadas las clases: “Tengo un rechazo por aprender otras lenguas. Es como si algo interno me dijese que eso no es para mí. No lo vivo bien, para mí es una gran frustración, además de ser un impedimento para desarrollar algunas tareas a nivel internacional”, se angustia.
Querer es poder. Y no se trata de un frágil lugar común. Sino de una verdadera convicción que, puesta en práctica, permite cumplir con deseos profundos. Algunos tópicos pueden ayudar a desterrar el hábito de la postergación. “En primer lugar, es importante hacer consciente que el procrastinar suele ser en la mayoría de la veces ´pan para hoy y hambre para mañana´, por cuanto hay alivio pasajero, pero, a mediano o corto plazo, hay pendientes que empiezan a ser cada vez más pesados”, confirma el Lic. Alberto Britos y agrega: “Puede ser muy útil fijarse prioridades por escrito tanto para cada día como para la semana y leerlos varias veces para reforzar la conciencia de lo necesario de alguna acción recordando que ´lo primero es lo primero´ y no irse por las ramas”.
Compartir las experiencias suele ayudar. Incluso suele ser muy útil iniciar actividades con amigos para que el estímulo sea mutuo. Dejar de lado lo imposible e ir en busca de objetivos alcanzables también suele colaborar para concretar metas. Y, desde ya, la consulta con un profesional del campo de la psicología puede hacernos superar la arraigada costumbre de dejar para mañana, pasado o el año próximo, lo que se puede hacer hoy. Solo basta con dar el primer paso, condición clave para iniciar el camino. No importa si es marzo o agosto. Lo valioso es comenzar. Y no abandonar.
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