Cómo hacer frente a un mar de "corredores golondrina"
Cuando llegan los días lindos, a los que corremos durante todo el año se nos genera una suerte de dicotomía interna para con los "corredores golondrina". Por un lado, me parece maravilloso ver cómo la gente se acerca al fascinante mundo del running, pero, por otro, hay una suerte de bronca solapada. Aunque nunca será dicho en voz alta, es un mantra que repito mientras veo cómo aparecen los corredores Frigor, esos que impunemente florecen en el verano. Ahí vienen a lo lejos, con sus zapatillas a estrenar y su conjunto haciendo juego (que les regalaron para el Día del Padre). Aprendí a incorporarlos y a compartir los bosques de Palermo con ellos, pero internamente hay una voz que me susurra al oído: "En julio somos cuatro...".
Más allá de este sincericidio, lo importante es hacerles caso a esas ganas de salir a correr, porque van mucho más allá de lograr que quede bien la bikini, en el caso de ellas, o de disimular el cementerio de cervezas, en nuestro caso. Es algo que una vez que se incorpora a la rutina de vida se vuelve tan imprescindible como el asado del domingo o las pastas maternas.
Para mí, correr hace bien a la mente, al cuerpo, al espíritu. Es entender que uno puede superarse día tras día, y que tanto en la vida como en el running dependemos de tres motores: la cabeza, el cuerpo y el alma. Es el único deporte en el que todos ganamos: desde el corredor de elite que llega tres horas antes, hasta el abuelo que quiso correr con el nieto y llega último, pero se lleva su medalla y la satisfacción de haber superado un nuevo desafío.
Hay algo adictivo en correr. Al ir mejorando, uno va queriendo superarse. Yo todo lo que hago, lo hago por placer. Empecé corriendo 5K, después 10K y ahora las carreras que más disfruto son las medias maratones (21K). Juro que es placer puro. No hay sacrificio. Las cosas se van dando de manera natural cuando uno combina entrenamiento con constancia. El cuerpo mismo hace un guiño y pide más. Estar entrenado es como llevar el auto al service todo el tiempo. Sentís que las cosas están bien, que hay que mejorar y te enseña a cuidar la única carrocería que no tiene reemplazo: nuestro propio cuerpo.
Dilemas ya no tengo, porque hago lo mismo desde hace tiempo: corro tres veces por semana de forma grupal con el profesor Alejandro Britos y una vez por semana en soledad. A la corrida solitaria la llamo "meditación en movimiento". Logro poner la mente en blanco y conectar con mi cuerpo y mi respiración como si estuviera meditando. De hecho, por momentos, siento que vuelo (tomo sólo "gatorei" señorita, diría el Dr. Bilardo) y hasta me olvido de los "corredores golondrina".
El autor es coconductor del programa de radio Gente Sexy