No hay mayor magia que la biología. Al menos así se siente en las ciudades, donde es más común sacar una fruta de una caja que de un árbol. Eso explica el asombro que genera todavía el compostaje, el proceso natural por el cual una mezcla de materia orgánica –cáscaras de vegetales, papeles, hojas secas– se transforma en humus. Las composteras hacen alquimia: convierten los desechos en tierra fértil.
Para la gente de campo puede resultar trivial, pero para urbanitas sin contacto con la tierra resulta casi un milagro. Acostumbrados a las bolsas de residuos, los camiones de recolección y su olor, el compost es una promesa de sustentabilidad y sentido. ¿Cómo que eso que considerábamos basura puede transmutarse en fertilidad? Alcanza con reemplazar el nailon por oxígeno, mezclar los desechos con tierra y dejar a las bacterias hacer su trabajo; si hay lombrices, mucho mejor.
Desde principios de este siglo, algunos fragmentos de la lógica rural avanzan microfísicamente sobre prácticas urbanas poco sustentables. Por ejemplo, en la gestión de residuos. Aunque todavía falta para que los orgánicos dejen de clasificarse como basura –basta ver la iconografía de los cestos públicos–, una pequeña legión heroica separa cotidianamente las cáscaras de frutas y verduras, los restos de poda y los papeles, y los recicla en su casa. Algunas veces, en jardines; otras, en terrazas, balcones o en la misma cocina. Hay quien usa compostera comprada y quien fabrica la suya con lo que tenga a mano; la tercera opción es hacer un hoyo en la tierra (quien tenga tierra). Cualquier recipiente respirable sirve.
¿Cuántos son? ¿Cómo inciden? Y, sobre todo, ¿cómo multiplicarlos? Las primeras preguntas son difíciles de responder, pero la tercera es bien simple: difundir los beneficios del compost.
A saber: menos basura, más tierra fértil, menos emisiones de carbono. Justamente ahí, en la difusión, pone el foco la Red de Compostaje.
Manos a la tierra
En los 13.285 kilómetros cuadrados del Área Metropolitana de Buenos Aires, de Campana a La Plata y de Puerto Madero a Luján, viven casi 15 millones de personas. Se calcula que producen 17.000 toneladas de residuos por día; de eso, cerca de 8.000 son residuos orgánicos, que podrían descomponerse y volver a nutrir la tierra. En otros términos, compostarse.
Mientras esperan a que las regulaciones sobre residuos urbanos cambien para favorecer la separación y el reciclado de todos los materiales, miles de personas compostan. Y muchas se preguntan cómo difundir y expandir más los beneficios de esta magia doméstica. Así nació, hace casi cinco años, la Red.
"Empezamos a charlar entre emprendedores que promovían el compostaje", cuenta Martín Almiña, uno de los fundadores. "Había fabricantes de composteras, y gente que daba talleres; nosotros llegamos desde la asociación civil Más Oxígeno, que diseña estrategias de sustentabilidad. Buscábamos unir a los proveedores en el paradigma de la colaboración".
Crearon la plataforma redcompostaje.org.ar, con información básica sobre cómo compostar, videos educativos, una guía de proveedores y un mapa que invita a registrarse para aportar tu granito de humus. En algo más de cuatro años sumaron a 22 proveedores y a unos 4.000 miembros, entre familias, empresas, escuelas, hoteles, restaurantes y universidades. Eso les permite medir la incidencia de la acción: estiman que desde entonces los miembros de la Red recuperaron 3.800 toneladas de residuos, y las transformaron en casi 800 toneladas de compost. Al sacar esos desechos del circuito de recolección de basura, ahorraron casi 6.000 kilos de emisiones de carbono.
"Queríamos visibilizar el movimiento y poner en marcha la inteligencia colectiva aplicada al medio ambiente", explica Almiña. La Red da talleres y asesoramiento. A través de su fanpage y su grupo de Facebook, los miembros comparten dudas y aportes sobre el proceso de compostaje. Se suman así a otros grupos sobre el tema, como Compostar es una papa.
"Hay una clara expansión en el mundo verde", dice Almiña. "Todos los años vemos aparecer tres o cuatro fabricantes de composteras; en 2013 eran 10, y ahora hay cerca de 30 en el AMBA". Cuenta que hoy el desafío de la Red es gestionar la comunidad para hacerla crecer: "producir materiales educativos que sean replicables y exportables, en un mundo de código abierto".
Almiña destaca el aumento de la venta online de composteras y de lombrices californianas. "Bueno, desde 2017, hay una categoría para las composteras en MercadoLibre", subraya. Y se ríe: "Algo tuvimos que ver con eso".
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