Cómo fue el viaje en el tren francés que alcanzó el récord mundial de velocidad
El bajo consumo eléctrico y el uso del mismo tendido de vías que las formaciones comunes son dos factores a favor de los trenes rápidos que unen a las grandes ciudades europeas
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El 3 de abril de 2007 el mundo despertaba con un nuevo récord de velocidad en el traslado de personas por vía terrestre. La firma Alsthom (hoy Alston) y la Compañía de Ferrocarriles Nacional Francesa (SNCF), por intermedio de su Tren de Gran velocidad (TGV), unían las ciudades de París y Estrasburgo a una velocidad de 574,8 kilómetros por hora.
La historia del Tren de Gran Velocidad
El TGV (en francés: Train à Grande Vitesse) es la red de ferrocarriles de alta velocidad de Francia, aunque también se utiliza la denominación para hacer alusión a cualquier tipo de servicios de transportes de pasajeros y carga (en menor medida), desplegado por estas formaciones en ese país y en el exterior.
El TGV francés es actualmente uno de los trenes más veloces del mundo, manteniendo su vigencia pese al tiempo transcurrido desde su inauguración en el año 1981, cuando por vez primera unió el trayecto París-Lyon en solo 2 horas.
Esta modalidad de traslado rápidamente fue copiada por los países de la región que la vieron como una nueva herramienta para facilitar el movimiento interno y regional por vía terrestre, con la accesibilidad de abordaje y ahorro de tiempo, hasta entonces solo alcanzadas por la industria de la aeronavegación.
Las líneas francesas de alta velocidad enlazan con Bélgica, Italia, Países Bajos, Luxemburgo, Suiza, España y el Reino Unido. De esta manera, las formaciones ocupan un rol trascendental en la comunicación y el desarrollo comercial entre países vecinos.
Trece años después de la aparición del TGV francés surgió “La Eurostar International Limited”, una empresa de trenes de alta velocidad que une al continente europeo con Londres a través del eurotúnel con trenes derivados de los TGV.
Las ventajas del Tren de Gran Velocidad y las razones de su permanencia
Actualmente el TGV tarda solo dos horas para unir las ciudades de Londres-Bruselas; y dos horas y quince minutos para el recorrido Londres-Paris.
La velocidad del TGV convencional ha sido superada por los trenes Maglev o transporte de levitación magnética. Tal es el caso de Japón, país donde este tipo de formación alcanzó en la ruta de Yamanashi los 640 kilómetros por hora, en el 2015.
No obstante, las ventajas de los TGV son apreciadas por la mayor parte de los países de Europa, debido a que se pueden utilizar los tendidos de vías normales, disminuyendo los costos de construcción de nuevas trazas (aunque para ello deban reducir la velocidad al transitar esos tramos).
Otra razón para explicar su permanencia en el tiempo es el bajo consumo eléctrico si se lo compara con los Maglev de Japón o China. Estos últimos no tienen contacto físico entre el carril o riel y, si bien alcanzan una velocidad superior, el consumo de energía es muy elevado para poder mantener y controlar la polaridad de los imanes.
La Compañía de Ferrocarriles Nacional Francesa opera una flota de aproximadamente 400 TGV. En la red ferroviaria francesa existen siete tipos de TGV o derivados del TGV con un promedio de plazas sentadas entre 345 y 794 pasajeros.
Se han desarrollado formaciones TGV de doble piso pensados para cubrir servicios internacionales, ya que admiten sistemas de seguridad y electrificación diferentes a los que se utilizan en territorio galo, como el caso de Suiza e Italia, entre otros.
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