Cómo es la nueva generación de robots que promete resolver quehaceres domésticos y ser un miembro más de la familia
Aunque falta para que se sean iguales a los que imaginó la ciencia ficción, empresas como Amazon y Samsung apuestan a poner a punto sofisticadas versiones de asistentes robóticos para el hogar
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Basta con chusmear un rato por las góndolas de las casas de electrónicos para toparse con algunos robots domésticos diseñados para limpiar a la par nuestra, que suelen estar en algún punto intermedio entre las heladeras con freezer y los lavasecarropas, listos para ponerse a trabajar.
No son precisamente el futuro que nos anticipó durante décadas la ciencia ficción. La promesa era que tendríamos hogares llenos de asistentes robóticos inteligentes y hasta simpáticos, y no precisamente esta carrada de sobrevalorados aparatos con rueditas. Pero dentro de un par de años podría llegar una nueva generación de robots domésticos que harán más que limpiar detrás nuestro.
Hace tres meses, Amazon presentó “Astro”, un robot de más de 1000 dólares capaz de transportar objetos pequeños y mantener los ojos —más bien las cámaras— alertas a la presencia de intrusos mientras dan vuelta por la casa. Samsung, que tarde o temprano fabrica todo tipo de aparatos hogareños, hace varios años que se pregunta públicamente qué deberían ser capaces de hacer los robots domésticos de próxima generación. Y hay investigadores y startups que siguen trabajando en robots destinados a ayudar a la gente con funciones más personales y también sociales.
¿Estaremos en los umbrales de un renacimiento del robot doméstico? Puede ser, pero en todo caso, no se concretará de la noche a la mañana. Convertir una sofisticada generación de robots en productos que uno puede comprar y llevarse a su casa no es un proceso sencillo, y eso significa que la máquina resultante no será barata, al menos al principio. Y a eso se suman las históricas preocupaciones por la cuestión de la privacidad, que podría enfriar el entusiasmo de la gente por máquinas diseñadas para reconocer, reaccionar y obedecer a los miembros de la familia.
Con eso alcanza para convencer a Annette Jump, analista de la firma Gartner, de que todavía faltan “entre seis y ocho años” para que esta clase de robots personales esté disponible para el gran público. Hasta entonces, esto es lo que hay que saber del cambio que traerán esas máquinas a nuestras vidas.
Multitareas
Limpiar los pisos. Cortar el pasto. Fregar la parrilla. La mayoría de los robots domésticos disponibles comercialmente en la actualidad son máquinas de un solo propósito, y por una buena razón: en términos relativos, es mucho más fácil diseñar y fabricar una aspiradora robotizada tipo Roombas que la Robotina de Los Supersónicos.
“Es la técnica que realmente mejor funcionó en muchos robots diferentes”, dice Henny Admoni, profesor adjunto del Instituto de Robótica de la Universidad Carnegie Mellon. “La aspiradora Roomba hace una cosa y lo hace bien, y es el robot doméstico de mayor duración que hemos visto”.
Sin embargo, a paso lento pero seguro, algunas de las marcas de tecnología más importantes han diseñado robots destinados a desempeñar múltiples funciones en nuestro hogar.
Por ejemplo Astro, de Amazon: la cámara telescópica en su cuello lo convierte en un guardia de seguridad en el hogar, mientras que la cámara situada en la tableta que actúa como su cara le permite realizar una segunda función como puesto para realizar videollamadas. Astro también puede usar esas cámaras para reconocer rostros, lo que le permitirá transportar y entregar objetos pequeños a los integrantes de la familia en sus respectivos cuartos dentro del hogar (siempre y cuando no haya que subir escaleras.)
Y ya que hablamos de Amazon, Astro también es un altavoz sobre ruedas de Alexa —el asistente virtual de Amazon—, que envía recordatorios y reproduce música donde quiera que vaya.
Durante su evento de lanzamiento, Amazon dijo haber probado Astro durante “cientos de miles de horas” con sus empleados, y que planea lanzarlo a los potenciales “betatesteadores” como parte de su programa Día 1, en este último tramo del año. (En pocas palabras, esas personas podrán comprar el producto con un fuerte descuento y mucho antes de que salga al mercado, a cambio de hacer comentarios y críticas sobre Astro a los desarrolladores del robot.)
Si bien sus planes para lanzar un competidor de Astro son un poco más secretos, Samsung también ha estado creando robots propios cuya forma a veces genera incredulidad. En la feria de productos electrónicos de consumo CES de este año, el hit de la empresa fue el concepto de un robot llamado Bot Handy, una torre móvil con “ojos” integrados en su cuerpo cilíndrico, del que sale un único brazo articulado.
Imagínense sentarse a cenar después de un largo día de trabajo, con un poco de ayuda de la inteligencia artificial. Bot Handy usa su brazo para servirnos cuidadosamente una copa de vino, y cuando hayamos terminado de comer, el robot podría cargar el lavavajillas, con el cuidado de aplicar solo la fuerza necesaria al manipular nuestra porcelana fina.
Las rarezas tampoco terminan ahí. El año anterior, en esa misma feria comercial, Samsung presentó otro concepto fuera de lo común: un orbe del tamaño de un pomelo llamado Ballie, diseñado para rodar por toda la casa, controlar los electrodomésticos inteligentes, reconocer los comandos de voz y hasta ovillarse al lado de las mascotas.
Samsung mantiene en secreto los avances de sus robots domésticos, pero sabemos dos cosas. Primero, que no le han vendido Bot Handy ni Ballie a clientes reales. Y segundo, que la empresa está tratando de acortar la brecha entre el momento en que desarrolla un concepto de robot doméstico y el momento en que realmente sale a la venta. Brian Harms, ingeniero de investigación de Samsung Research America, ha dicho que su equipo ahora apunta a lograr que los proyectos sean comercializables en uno a tres años, en vez de los tres a cinco años que antes solían tardar en salir a la venta.
Si hablamos de robótica, el punto fuerte de Samsung han sido sus aspiradoras inteligentes, con algunos modelos que cuestan por encima de los 1000 dólares. Sin embargo, a juzgar por los proyectos de robot que Samsung sigue presentando en las ferias comerciales, queda claro que la compañía apuesta a que las sofisticadas máquinas multitarea terminen encontrando su lugar en nuestros hogares.
Y para bien o para mal, las grandes empresas como Samsung y Amazon parecen ser las mejor posicionadas para hacer realidad ese tipo de robots, aunque es demasiado pronto para saber qué tan bien funcionarán en la vida real.
“Esas empresas tienen dinero suficiente para fabricar los robots a un precio asequible”, dice Admoni, de la Universidad Carnegie Mellon. “Y eso al menos les permitirá salir al mercado y sobrevivir lo suficiente para irse adaptando y desarrollar versiones posteriores más eficientes.”
Eso no significa que las grandes empresas no tengan problemas para desarrollar robots personales que valga la pena usar. Según varios informes, el conglomerado japonés SoftBank dejó de producir sus encantadores robots Pepper a principios de este año. Pero eso no ha impedido que algunas empresas más pequeñas intenten dejar su huella de todos modos.
Modelos sociales
En cierto sentido, Buddy, el robot desarrollado por la empresa francesa Blue Frog Robotics, tiene mucho en común con el Astro de Amazon. Puede recordarnos eventos guardados en su agenda, puede realizar videollamadas y también patrullar la casa en busca de intrusos. Pero para el fundador de Blue Frog, Rodolphe Hasselvander, Buddy es diferente en un aspecto crucial: está destinado a ser no solo un dispositivo, sino un verdadero “compañero emocional”.
“La clave para la aceptación y la adopción masiva de los robots está en que logren establecer un vínculo emocional con las personas”, señala.
Hasselvander está trabajando en el diseño de Buddy desde 2015 y, a pesar de algunos contratiempos, el simpático robot está casi listo para ponerse a trabajar. Blue Frog informa que recientemente firmó un acuerdo con el Ministerio de Educación de Francia para la utilización de 1750 “Buddys” para ayudar a los niños confinados en casa u hospitalizados a interactuar de forma remota con sus compañeros en las aulas, y la compañía se está preparando para lanzar también a Buddy en los Estados Unidos en los próximos meses.
A diferencia de las máquinas que realizan una sola tarea mecánica, como limpiar, Buddy es un ejemplo de lo que los investigadores llaman un robot “social”.
“Los robots sociales están diseñados para interactuar con las personas como un socio colaborativo”, dice Cynthia Breazeal, directora del Grupo de Robots Personales del Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). “Eso los diferencia de las herramientas, ya que para realizar una tarea o cumplir un objetivo, con los robots sociales hay que interactuar de manera más personal.”
El Astro de Amazon incluye algunas características que según Breazeal también podrían convertirlo en una especie de robot social, pero la página de productos de la compañía destaca más que nada sus funciones de patrullaje y monitoreo del hogar.
Además de las tareas prácticas que puede realizar, Blue Frog también ha probado Buddy como compañero para los ancianos –que respondieron bien a la reacción del robot a las caricias y a las expresiones de su cara-tablet–, y como una herramienta educativa para niños con autismo. Pero en esas primeras pruebas también quedó claro que los usuarios quieren que Buddy pueda hacer más cosas, un déficit que el equipo de Blue Frog está tratando de saldar abriendo la posibilidad de que otros desarrolladores creen sus propios usos y aplicaciones para el robot.
“La gente quiere tener conversaciones más largas, significativas e interesantes con estas tecnologías. Les resulta frustrante que el intercambio sea meramente transaccional”, señala Breazeal. “Creo que la gente tiene avidez y deseo de interactuar de forma más personal con estas tecnologías.”
Y nadie puede saberlo mejor que Breazeal, que además de ser un pionera en la investigación de robots sociales, también creó Jibo, un compañero hogareño de gran cabeza giratoria que ostenta el récord mundial Guinness por ser el robot social que más financiamiento consiguió a través del sistema de crowdfunding.
Sin embargo, algunos tienen dudas, por el bagaje personal que cada individuo lleva al momento de interactuar con una máquina. El comportamiento de los robots en algunas ficciones muy instaladas en la cultura popular, como Viaje a las estrellas, genera expectativas muy altas sobre todo lo que los robots sociales deberían poder hacer, “y el riesgo de ponerles un rostro humano u otras características antropomórficas eleva aún más esas expectativas y deja la vara demasiado alta”, dice Breazeal.
Y ahí radica el problema para los robots sociales: como están destinados a construir relaciones productivas y de colaboración con las personas, resulta difícil precisar cómo debería verse y actuar una máquina de este tipo. La cuestión de la privacidad sigue siendo la mayor preocupación detrás del surgimiento de los robots domésticos, y eso es especialmente cierto cuando hablamos de robots sociales. Cuanto más interactúen ese tipo de máquinas con nuestros familiares, amigos y allegados, mayores serán las posibilidades de sufrir hackeos o un manejo inapropiado o incorrecto de la información que van recopilando.
Por esa razón, Admoni cree que los robots sociales tardarán mucho más en ser aceptados que sus versiones eminentemente prácticas.
“Creo que faltan unos cuantos años”, dice Admoni. “El gran descubrimiento que nos permita tener el robot social que todos imaginamos todavía no se ha producido. ¡Pero ojalá me equivoque!”
Robotina, del dibujo infantil al desarrollo real
Para quienes se criaron al amparo de la TV de los años 70, el futuro era lo que mostraba la serie de animación Los Supersónicos: autos voladores, casas esféricas y, desde ya, Robotina, la robot (tenía género) que se encargaba de las tareas de la casa. Pero ningún robot doméstico actual se acerca siquiera a este modelo. Lo cual no sería tan negativo: una inteligencia artificial en contacto estrecho con todos los habitantes del hogar podría generar imprevisibles conflictos ligados a la preservación de la intimidad.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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