Comían aceitunas y tortugas: recrean la buena vida de los neandertales mediante el “paleoarte”
El 99,7% del ADN de los miembros de esta especie y el de los humanos modernos es idéntico; cuáles eran sus rutinas y hábitos
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No somos tan diferentes. Los neandertales también buscaron climas cálidos para vivir en familia. No todo fue, para ellos, sobrevivir en la estepa, golpeados por el frío glaciar de la Edad de Hielo. No en vano, la mayor parte de su existencia en el tiempo geológico vivieron en áreas de clima mediterráneo y subtropical.
En el Levante español los neandertales disfrutaron, en algunas fases, de un clima benigno y abundancia de comida, tanto de origen animal como vegetal. Cada pincelada de la imagen superior, cada detalle de este retrato de familia en un paisaje de paraíso, podría ser un reflejo de la realidad de un padre y su hijo neandertal hace doscientos mil años.
Para construir este instante del remoto pasado de los neandertales, los paleoartistas nos hemos servido de los resultados de la investigación del grupo ECCE HOMO, liderado por José Carrión desde la Universidad de Murcia y en particular del trabajo monográfico cuyo primer autor es experto en análisis de polen, Juan Ochando, Silvicolous Neanderthals in the Far West: the mid-Pleistocene palaeoecological sequence of Bolomor Cave (Valencia, Spain), publicada en Quaternary Science Reviews.
Junto a la cueva de Bolomor
Nos situamos en una cueva próxima a la costa oriental española llamada Cova del Bolomor, con vistas al mar Mediterráneo, el lugar exacto en el que el equipo de Carrión llevó a cabo su investigación. Allí, los neandertales locales vivieron en un ambiente forestal que se mantuvo prácticamente inalterado desde hace unos 350.000 hasta unos 100.000 años. En el yacimiento de Bolomor se encontraron cuatro fósiles de neandertal: un trozo de hueso de una pierna, dos dientes y parte de una caja craneal. Además, hay incontables restos de la cultura musteriense, típica de los neandertales en Europa Occidental.
Por el gran interés paleobotánico que mostraron los hallazgos en esta cueva, decidimos hacer una reconstrucción de paisaje con una selección de las plantas que formaron parte de este entorno y que presentan mayor valor en la definición del ecosistema del momento. La palinología, o análisis del polen fósil encontrado y estudiado por el grupo ECCE HOMO de la Universidad de Murcia, nos ha proporcionado información de las plantas que crecían allí, un gran número de especies vegetales, muchas de ellas con frutos comestibles. Hasta donde sabemos, no existe un registro similar de paisaje forestal que se haya descrito en un contexto glacial. Al menos, no con tanta densidad y diversidad de plantas leñosas.
La vida a la sombra de un fresno
Así, sabemos que las familias de neandertales que ocuparon el entorno de la cueva de Bolomor probablemente comieron frutos y semillas de plantas, como pueden ser las avellanas o las nueces. En los alrededores de esta cueva pudieron disfrutar de la sombra de bosques de pinos y robles y de verdes encinares, que crecían junto a algarrobos, madroños, castaños, nogales, abedules y mirtos. También había rododendros y jaras que alternaban con fresnos, almeces y muchas otras especies de árboles, arbustos y hierbas, en una diversidad superior a la actual en la misma región.
Comían avellanas, aceitunas y tortugas
Los neandertales de la zona cazaban y procesaban la carne de numerosos mamíferos, de diferentes tamaños, y sin duda también se alimentaron de tortugas, como se demuestra por la abundancia de restos de caparazón chamuscado que se han encontrado en los estratos del yacimiento.
Bolomor es además particularmente importante porque es el primer lugar ibérico donde se evidencia la presencia controlada del fuego por una especie humana. Las tortugas se cocinaban en pozos donde hacían hogueras, junto con presas frecuentes como liebres, conejos, pájaros y ciervos y, ocasionalmente, animales grandes como caballos e hipopótamos.
Este escenario natural podía ofrecer un lugar idílico para la vida de los neandertales porque la oferta gastronómica era muy abundante. Parte de la dieta neandertal seguramente estaba favorecida por la cantidad de plantas comestibles descubiertas que, probablemente, conocían a la perfección.
Allí los neandertales pudieron consumir avellanas, castañas, frutos de algarrobo, de olivo, almez, de acebo o de saúco. La zona les proveía de un gran número de alimentos, su riqueza faunística y su entorno forestal facilitaban las estrategias de caza y el refugio vegetal les proporcionaba la seguridad y estabilidad necesaria para la supervivencia.
En armonía con la naturaleza
El paisaje de aquella buena vida neandertal debió ser de gran exuberancia visual. Para recrearlo, hemos trabajado codo con codo arte y ciencia, seleccionar cada planta, valorar su abundancia y posicionarla en el paisaje. Hemos tenido en cuenta las plantas caducifolias en su período de pérdida de la hoja, y no hemos olvidado representar algunos de los arbustos con sus frutos para hacer énfasis en la dieta neandertal.
También hemos recreado la entrada de la cueva y las especies de plantas que podrían rodearla. Apoyándonos en la ciencia, queremos representar un instante de un grupo neandertal, un momento de descanso y de esparcimiento cómplice entre un padre, que deja una especie de lanza sobre el suelo rindiéndose a la degustación de las avellanas, y su hijo, absorto en el paso de una tortuga. Ambos están perfectamente integrados en el entorno y se sirven de él de forma pacífica. Un retrato de familia en armonía con el paraíso.
*Por Gabriela Amorós Seller
Este texto se reproduce de The Conversation bajo licencia Creative Commons.
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